domingo, 27 de diciembre de 2009
La Navidad de Felipe, Parte II
Cuando Felipe se hallaba preparando todo para subir a su primer microbús, apareció el viejo del almacén. "¿Te olvidaste de la nota que te regalé ayer"?, le preguntó el viejo; Felipe se quedó atónito. "Hoy vas a celebrar tu Navidad como nunca antes lo hiciste, vas a celebrar lo que es ser niño como regalo de Navidad", le dijo el viejo. Felipe no evitó asustarse y le faltaba poco por agarrar su bolsa de caramelos e irse corriendo, pues pensó que el viejo ya tenía un tornillo safado. Sin embargo, el viejo le mostró dos pases para ir al parque de diversiones más conocido del distrito: "Esto es para ambos. No tengo un hijo con quien compartir y darle alegría en estas fiestas, ¿Aceptas mi regalo navideño? También me darías un regalo navideño: hacerme sentir como padre un día". Cuando Felipe escuchó estas leves palabras, su pequeño corazoncito infantil hizo que sus pequeños ojos chorrearan unas cuantas lágrimas. Era la primera vez que Felipe iba a pasar a lo grande la Navidad; y también era la primera vez que Felipe sería capaz de dar un regalo navideño tan importante a alguien. Sábía que esos pases para el parque de diversiones iba a ser un regalo para ambos. El viejo del almacén guardó la bolsa de caramelos en su maletín y tomó junto con Felipe un microbús, pero esta vez Felipe no tendría que estar parado en él para vender sus caramelos. Esta vez Felipe estaría ahí para dirigirse a celebrar la Navidad de una manera única y diferente.
Ambos, padre e hijo postizo por un día, pasaron un momento inolvidable en el parque de diversiones. Se subieron a los carritos chocones, a las canastitas voladoras, al pulpo de nueve patas (un juego que subía cada vez más alto pero que a los niños les fascinaba) y comieron mucho algodón de azucar y paletas de colores. Luego del parque de diversiones, fueron a ver una película al cine. Era la primera vez, sin mentir, que Felipe iba al cine. Incluso terminó asustándose de algunas imágenes que parecían salirse de la pantalla. Por último, fueron a un sitio de comida rápida donde Felipe pudo probar con calma (sin tener un hermano al costado que lo apure para trabajar) una hamburguesa, papitas fritas y gaseosa helada. El viejo solo tomó un refresco porque sus pulmones ya no estaban listos para consumir bebidas muy frías. En pocas palabras, ese era el mejor día de todos los que había tenido Felipe. Fue increiblemente único.
Cuando la noche del veinticinco acababa, el viejo del almacén se despidió de Felipe diciéndole: "Sé que en la Navidad los niños acostumbran a comer panetón, engutirse de un enorme pavo o lechón y recibir regalos a montones; por eso, tenía la necesidad de regalarte algo por Navidad porque no soporto ver como un niño de tu edad tiene que trabajar en las calles incluso en la noche navideña. Espero que este día nunca lo olvides y a partir de hoy creas mucho más en los deseos. Gracias también por darme el mejor regalo navideño, haz hecho que recuerde cómo disfrutaba algunos días libres con mi hija pequeña que, como ya has de saber, muró hace mucho tiempo. Aunque esta forma de los dos de celebrar la Navidad fue un tanto peculiar, sé que el sentido de todo es compartir y por eso, he compartido hoy contigo lo mejor que he podido, gracias por compartir también conmigo". El viejo le dio un beso en la frente, como lo hace un padre cariñoso cuando se despide de su pequeño hijo antes de dormir, y se alejó para entrar por la finísima puerta de su casa. Felipe lo vio irse y se dijo a sí mismo: "Sí que existen ángeles en esta tierra..."
Las mañanas siguientes de Felipe fueron como de costumbre: El hermano irresponsable obligándolo a trabajar, la bajada y subida repetitiva a diferentes microbuses, la desesperación por vender todos los caramelos de la bolsa, chocarse con un rostro serio, indiferente o simplemente dormido, y tener una hora libre para sentarse en su banca preferida del parque donde solía conversar con su viejo amigo "el viejo del almacén" (valga la redundancia). A pesar de ello, su vida se había vuelto un poquito más feliz desde aquella Navidad. Ahora no estaba solo, nunca estuvo solo. Sabía que, en medio de toda la desgracia de su pobreza, tenía a Alguien que le envió un ángel a la tierra para hacerle compañía. Sin duda, el viejo pensaba lo mismo del Felipe.
Lo mejor de todo fue que a partir de esa iniciativa del viejo del almacén, hubieron jóvenes que organizaron un proyecto para darle una hermosa Navidad a los niños trabajadores que rondeaban en aquella calle y en algunas otras cercanas. Llegaban cada Navidad el gran grupo de jóvenes con una enorme caja de regalos para cada uno de los niños. Cada niño trabajador había sido apadrinado por cada joven; después de eso, salían con sus respectivos "padrinos postizos" para celebrar la Navidad al "estilo el viejo del almacén". Felipe estaba contento, ahora muchos más niños podían tener una Navidad hermosa como algún día él la tuvo. Mas Felipe se quedó con su "padre postizo", el viejo del almacén.
"Es verdad que existen ángeles en la tierra"
sábado, 26 de diciembre de 2009
La Navidad de Felipe, Parte I
Felipe contemplaba tal ambiente navideño mientras comía una tajada de panetón que le había regalado "el viejo del almacén más acomodado de la calle". Este era un señor, que por el mismo hecho de tener el negocio más provechoso de todos, gustaba de dar ciertos obsequios a los niños más pobres de la calle. Dentro de ellos, estaba Felipe. Nuestro Felipe. Felipe era un chico que siempre rondaba por esos lares asi no viviese ahí. Aparecía todas las tardes para sentarse en la misma banca de siempre. Se sentaba a mirar el cielo con su bolsa de caramelos en las manos, la cual no era para él sino para la gran cantidad de personas que viajaban en cada microbus durante todo del día. Felipe miraba al cielo como si esperara que algo llegara, como si deseara que hubiera un día en el cual, por fin, pudiese gozar su infancia y sin tener que preocuparse por volver con un determinado dinero a casa. Casi nadie sabía la historia de Felipe. Lo máximo que sabían, y esto gracias al "viejo del almacén", era que tenía unos ocho años y su hora de descanso le tocaba en la calle de la que hablamos en el principio. También sabían que tenía un hermano mayor que lo explotaba a trabajar (tal vez el detalle más importante de su historia) y que el bien explotador, en vez de trabajar, se la pasaba molestando a las jovencitas y perdiendo el tiempo como solo un vago puede hacerlo. Hablando del hermano, justo acababa de acercársele para decirle: "Hey... ¿Y tú? Ni creas que porque estás comiendo tu panetoncito vas a descansar hoy... También vas a trabajar... Así que no pongas esa cara y prepárate para otra noche de trabajo".
Aquella noche del veinticuatro de diciembre de la que estuvimos hablando, Felipe comía su pedazo de panetón y miraba toda la bulla y alegría que llenaba cada espíritu en plena noche buena. Era una de las pocas veces que el pequeño podía descansar de noche, porque incluso en las más altas horas tenía que estar subiendo y bajando de cada microbús para conseguir un nuevo comprador que quisiese alguno de los caramelos de limón de su bolsa. Cada día era mucho más difícil el trabajo; la gente ya cargaba con mentitas en los bolsillos, algunos preferían hacerse los dormidos, a otros les agradaba poner cara de disgusto cada vez que Felipe se acercaba. Aquel veinticuatro, felizmente, había sido un poco más provechoso. Consiguió más gente que le compre caramelos pero no faltaron bastantes rostros malos en plena víspera navideña. Sin embargo, ahí estaba: sentado en su banca disfrutando de su pedazo de panetón mientras miraba el movimiento navideño que ocurría cada veinticuatro de diciembre. Su mirada sugería, al igual como cuando miraba al cielo, que estuviese pidiendo algún deseo. Parecía pedir que por fin pudiese disfrutar de su niñez, siquiera un día.
El veinticinco llegó y toda la gente se saludó, abrazó y besó. Sonaron los cohetes, se vieron un montón de fuegos artificiales en el cielo y muchos borrachos tirados en la calle también. Algunos dueños de los almacenes salieron y saludaron al conocido Felipe, que había dividido su pedazo de panetón de tal forma que le durara hasta las doce. Incluso, el "viejo señor del almacén" le dio un pequeño sobre con algo dentro como presente navideño. Felipe lo abrió inmediatamente y encontró una nota que decía: "Tal vez mañana alguien te regale más de una sonrisa", Felipe no supo qué podía significar el mensaje (de repente, más compradores) pero aún así, se lo agradeció al viejo porque eran unas bonitas palabras. Agarró una manta que su hermano le había dejado (al final, lo dejó descansar solo porque era Navidad) y se tapó con ella para echarse a dormir en la banca. Acababa la Noche Buena...
miércoles, 23 de diciembre de 2009
Una historia de dos (con detallitos algo generalizados)
Somos delicadas por naturaleza, nos volvemos coquetas queriendo imitar a mamá. Ellos tienen el instinto de la fuerza, aspiran a ser como el papá. Nosotras somos las princesas y ellos, nuestros héroes. Podemos jugar juntos asi ellos prefieran los juegos más toscos y nosotras, lo más suave. A veces, nos peleamos porque ellos nos hicieron una carla de burla o nos jalaron de nuestras dos colitas (porque sí que muchas veces se pasan de toscos) y nosotras lloramos, o bien, les damos una paliza también. Otras veces, así como jugamos, no podemos vernos uno al otro ni en pintura. Al menos, ellos de nosotras no quieren saber nada. "Niñas? ¡Ay no!", lo suelen decir.
Crecemos y nos vemos más lindas, algunas pasamos por una etapa de "pato feo" para dejar salir a un cisne. Ellos siguen con el mismo interés de los carritos, pero esta vez de los reales. Dan un estirón y de pronto, les importa demostrar su fuerza y valentía a una sola persona: su amiga de juegos, nosotras. Coincidimos en más cosas, nos volvemos mucho más amigos... Pero, aún así, seguimos peleando por algunas tonterías: "que él me dijo eso, que ella nunca sabe lo que quiere, que el no me entiende, etc".
Somos tan complejos. Ellos no nos entienden una que otras veces y nosotras, tampoco. Pero existen días en que saben lo que queremos cuando leen nuestras miradas; y nosotras, lo mismo. Somos tan diferentes pero iguales a la vez. Nos complementamos como pieza en el rompecabezas, y también hay días que nos colmamos la paciencia. Sin embargo, nosotras los ponemos de cabeza... y ellos vienen para hacernos perder la nuestra.
Nos enamoramos, nos peleamos, nos amistamos, nos olvidamos... Pero somos amigos, después de todo, compañeros de juego. Protagonistas principales de un juego llamado vida, y así será siempre... Uno para el otro, asi no lo queramos aceptar o también, sea difícil de darse cuenta.
La vida perfecta
Ya no me importa si la luna nos saluda mañana,
o si más tarde el sol nos envuelve con los rayos que irradia.
No interesa si está bien o no la música que nos acompaña,
o si las cosas saldrán como yo lo planeaba.
Porque nada opaca lo que tú desprendes con tu mirada
y eso es lo único que ahora importa, sentir la magia que tú me regalas.
Porque en este momento quisiera que se detuviese el ingrato tiempo,y no interese más ni un futuro ni un pasado, solo el presente que te obsequio
preocupándome por cosas que nos trae el destino.
El camino es tan largo que hacer metas muy lejanas hace daño.
domingo, 13 de diciembre de 2009
Gritando al cielo: ¡TE AMO!
Hace dos días he podido verte celebrando feliz tu cumpleaños y, al ver cómo te divertías y tenías tu linda sonrisa, sentía como si tal escena me elevara para alegrarme también. Y es que cuando consigues lo que quieres, cuando te veo contento, cuando veo tus ojos brillar, haces que algo me complete... Pues si tú estás bien, yo también lo estaré.
Pienso en Dios y le pido que nunca me aleje de ti, porque yo cada vez me convenzo que nadie te querrá tanto o más que yo. Porque no te prometo bajarte las estrellas ni la luna, pero sí prometo hacer que vivas la vida mucho más hermosa de lo que es. Porque cuando estoy contigo quiero verte siempre alegre, porque me gusta abrazarte y sentir tu cariño al responder ese gesto... Porque estando juntos, lo malo se va y queda lo mejor para los dos.
De ti aprendo, de mi aprendes. Crecemos juntos mas nos damos cuenta que el tiempo no cambia nuestra forma de querer. Al ver qué tan feliz puedo ser viéndote reir, me doy cuenta que yo te amo ahora mucho más. Confirmo que eres el único a quien deseo junto a mi, porque nadie me ha hecho sentir lo que tú: Estando mi lado, asi no tengas qué decir, haces perfecto un día, tarde o noche... Con solo tenerte cerca, con solo verte, haces que mis cinco sentidos se activen y nada importe más: Solo tú y yo... Y esa es mi escena perfecta... ¡Mi fotografía predilecta!
Te amo y te haré feliz siempre que tú me permitas hacerlo... Cerca o lejos, enamorados o amigos... "Yo siempre estaré ahí para ti", tantas veces he repetido esto último... Y no me interesa, mi corazón salta cada vez que lo menciono. Porque mi corazón entendió ya, desde que te conocí, que no importa el vínculo que nos una, siempre me importará el verte feliz.
[13-12-o9]
Ya vino la vaca!
es lo que vengo pensando desde ayer en la mañana... aún no me creo la idea de no tener que estudiar hoy o leer grandes separatas para los controlitos de lectura, favoritos de la universidad... ¡Qué genial!
Lo mejor de todo es que ahora sí puedo llamar a estos días "VACACIONES" porque ya sé que aprobé el curso donde estaba 'hasta el queso' y por fin, se liberó una preocupación de mi cabeza (aunque debo decir que estos días realmente me importó un pepino si subían las notas o no... dejé que todo sea como debía de ser). Aún falta saber si he aprobado cine (no he participado casi nada en la clase pero supongo que la asistencia y mi super monografía me salvarán), mas por ahora también me importa un reverendo pepino si suben la nota tarde o temprano. He dicho: ¡A vivir las VACACIONES!
Como mencioné: '¡Qué rico es encontrarse de vacaciones!' ¿A quién no le gustan? Las aprovechamos de todas las formas: yéndonos de viaje, tomando clases de algo que nos agrade, practicando deporte (ok, este no es mi caso pero soy constante con mis ejericios, jaja), haciendo alguna actividad cultural, saliendo de paseo o fiesta más seguido, e incluso quedándonos una o tres veces como marmotas encima de nuestras camas sin hacer NADA. Disfrutamos las vacaciones al máximo hasta el punto de que llega un día y decimos: "Ya me aburrí" (claro... ¡Hay excepciones!).
También hay otros que durante sus vacaciones emplean el tiempo disponible para trabajar unas cuantas horitas, hacer recaditos en casa... emplear los días de descanso para ayudar a alguien de la fámilia o simplemente, por querer ganar un dinerito extra. Me incluyo en este caso. ¡Espero poder encontrar algo por ahí! Aunque, de repente, la flojera me tiente un poquito (¡Por eso admiro a quienes trabajan en vacaciones...!). ¡Veremos qué sale!
Bueno este post es para desear, a los pocos que puedan leerlo, que tengan unas lindísimas vacaciones (ojalá hayan estudiado mucho para que realmente sea posible) y las aprovechen al máximo, ya que luego los deberes se ponen un tanto más difíciles... ¡Sí que sí!.
Y una vez más...
¡¡¡VACACIOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOONEEEEEEEEEEEEEEEES!!!
viernes, 27 de noviembre de 2009
Una Pandereta suena(8)
Falta poco menos de un mes para que llegue el veinticinco de diciembre, mas todos sabemos que la publicidad consumista nos anuncia la navidad como si estuviera a solo un paso cuando realmente se encuentra a dos meses de distancia. De todas formas, me anima cuando el ambiente se torna navideño asi estemos aún muy lejos de la fecha. Será que este post puede tratarse de un ligero recuerdo acerca de mis navidades vividas... bueno, no de lo que sucedió en cada una de las dieciocho navidades que he visto pasar, sino sobre lo que con más cariño recuerdo de las viejas navidades en casa.
Todos entendemos que los niños se emocionan con la Navidad especialmente por los regalos. Por eso, sin la intención de sonar materialista, recuerdo como veía la Navidad en esos años. Era una cosa loca de despertar en la mañana del veinticuatro y preguntarle a mi mamá: "¿Ya es Navidad?" y ella sin demorar responder: "Sí pero en la noche, no seas curiosa con los regalos". Entonces, bajar las escaleras e ir corriendo a husmear en los obsequios. Examinaba sus formas, suponía qué podían ser... Era esa emoción que siente todo niño cuando ve frente a sus ojos una caja envuelta dentro de la cual podría estar el juguete que más quiso tener en el año. A esa edad, unos cinco o seis años, me enloquecía cuando encontraba en los regalos una Barbie nueva.
No solo era la satisfacción de estar el mismo día de Navidad en casa, ese gusto ya venía desde días atrás, cuando la Tía Griselda armaba el arcaico nacimiento y el viejo árbol de Navidad también. Esa es la parte que recuerdo con más cariño de mis navidades de pequeña, tal vez porque ya no veo ahora un árbol o un nacimiento que adorne la sala en la noche navideña. Claro que no son algo que condicione a celebrar la Navidad, pero no verlos ya me provoca un poquito de nostalgia. Mi tía era la valiente para abrir las cajas donde se guardaban las piezitas del nacimiento que, mayormente, cada fin de año nos sorprendían con una arañita encima y uno que otro bichito. Ella tenía el gusto, junto con la ayudante del hogar, para decorar el nacimiento y las esferas de color en el árbol. Mi mamá también tenía talento para adornar todo en ese tiempo, pero ella estaba un poquito más ocupada en su trabajo durante esas fechas así que era mucho más fácil tener la ayuda de mi tía y la ayudante de la casa.
Regresando al veinticuatro de diciembre, recuerdo especialmente una navidad donde casi caí en la tentación de abrir los regalos en la mañana cuando mi mamá se había ido de compras al mercado. No me acuerdo de la navidad completa, pero sí del momento en que salí disparada como cohete del cuarto de mi hermano (mi mamá le habría encargado que me cuide) para poder curiosear los presentes. Mi hermano se encontraba viendo los Looney Tunes y comiendo su desayuno, cuando se dio cuenta y me dijo algo como: "¡Hey! ¡No seas curiosa!" y yo, enseguida, dejé de intentarlo. No es un episodio completo, pero supongo que el hecho de recordar a mi hermano viendo dibujitos animados y adivirtiéndome que no vea los obsequios es una imagen representativa de cómo empezaban nuestras navidades.
Era costumbre ir todas las noches del veinticuatro a la casa de mis padrinos. Déjabamos en casa sonando el tocadiscos de mi abuelo con los lindos villancicos. Los villancicos... otra cosa que me alegra escuchar, como ahorita en mi PC, porque me hace acordar tanto a esa emoción que sentía de niña en Navidad. Recuerdo los discos del tamaño de azafate que tenía mi abuelo, eran geniales. Retornando a lo de mis padrinos, íbamos a su casa porque ya era una tradición. Mis padrinos tienen una hija de mi edad y con ella siempre intercambiábamos regalos. Esa tradición se fue disipando con el tiempo. Pero sí que es bonito acordarme del trayecto de la casa de mis padrinos hacia la mía, cuando regresábamos con mis papás por ese pasaje viejo... En una de esas, me regalaron mi Chilindrina de trapo, recuerdo... Otro pedazo de noche navideña que viene a mi mente.
Cuando volvíamos a casa, mi abuelo ya estaba afuera de su cuarto esperándonos sentadito en la sala. Es muy tierna esa imagen de mi abuelo sentado en el sillón cerca de la ventana, de hecho una forma más de recordar las navidades viejas. Se prendían las lucecitas, los villancicos hacían más bella la noche, mi mamá preparaba el chocolate y mi papá con mi hermano iban a recoger el pavo... ¿Y yo? Por ahí, en el cuarto de mis padres esperando que sean las doce.
¡Llegaban las doce! Teníamos la radio prendida que nos anunciaba cuando eran las doce en punto... Nos abrazábamos unos con otros y salíamos enseguida a ver los fuegos artificiales que derramaban magia en el cielo. "Oye ven para acá", me decía una voz con dulzura... No sé si era mi mamá o mi abuelo, pero me llamaba a hacer lo más importante de la noche navideña, bueno, madrugada navideña: Destapar al Niñito Jesús como simbolo de su nacimiento y darle un beso en la frente como expresión de nuestro amor. Era el grande Niño Jesús de yeso de mi abuela a la que nunca conocí. Pasaba de mano en mano por cada uno, bueno, de repente de mi hermanito no porque él es ateo. Tomábamos el chocolate, comíamos el panetón... Recuerdo que le dábamos su gran plato de pavo y su súper pedazo de panetón al vigilante que cuidaba afuera, hasta ahora sigue esa costumbre. Luego de esto, venía la esperada apertura de regalos y mi sonrisa casi sin dientes después de ver la Barbie nueva que me obsequiaba papá y mamá.
Han ido pasando los años y fuimos cambiando yo y la Navidad. De acuerdo a lo que iba creciendo, maduraba y me daba cuenta que no todo era regalos y, sobretodo, comencé a pensar en todos los niños que estaban afuera en las calles sin conocer que en Navidad se da un regalo o sin haber probado el placer de una cena navideña en familia. Fui creciendo y esa emoción por los regalos no se perdía mientras fuera niña, mas poco a poco aprendía lo que estaba detrás de la Navidad: Compartir con los que más quieres. Tuve la dicha de llevar un obsequio navideño a unos niños abandonados hace dos años junto a un grupo de la parroquia (ya no soy asidua a la Parroquia pero se extraña eso) y ahí, sin darme cuenta, aprendí a vivir un poco más el verdadero sentido de esta fiesta. Este año me toca hacer vivir la Navidad a varios niños enfermos en el hospital gracias al Voluntariado. A esto, si Dios quiere, espero nunca renunciar.
Ya es evidente que no me gustaría volver nunca al materialismo no intencionado que se tiene de niño durante las fiestas, pero si que me encantaría ver el nacimiento, el arbolito, los villancicos y al Niño Jesús a quien besábamos a las doce. Mi post puede parecer una queja a cómo celebramos la Navidad hoy pero puedo asegurar que no es así. La pasamos en familia, compartimos todos y nos divertimos muchísimo. Mas, mi post sí puede significar un pequeño grito que dice: "¡Hey! Echo de menos los villancicos del abuelo, el nacimiento y el Niño Jesús de la abuela, y el arbolito también... ¿Dónde están?". Bueno... ¡Tal vez no el tocadiscos del abuelito! pero sí los villancicos que ahora ya se encuentran en CD. Puede sonar loco, pero de alguna forma muy extraña cuando bésabamos al Niño Jesús y escuchábamos los villancicos, podía sentir que la abuelita estaba con nosotros esa misma noche. Es una idea rara pero pasando la Navidad así, yo sentía que la conocía. Podemos pasarla genial ahora haciendo de la noche algo entretenido, porque tampoco soy muy amiga de los ritos católicos que aburren y no son del todo sinceros; pero se extraña un poquito, por no decir mucho, sentir que celebro el nacimiento de Jesús. Somos tan diversos en casa: mi hermano es ateo, mi abuelo y mi papá católicos que se golpean el pecho y mi mamá y yo creyentes pero no amigas de la Iglesia Católica... Una cosa muy rara pero aún así sabemos celebrar la Navidad compartiendo en familia, lo más importante de la fiesta. A pesar de eso, ojalá se pueda usar de nuevo los animalitos viejos del nacimiento de mi abuela, ver otra vez las guirnaldas que adornaban el árbol y también, regresar a la costumbre de tener a un Niño Jesús de yeso como imagen del real. Seguro ya es un poquito difícil ahora, mas sé que se podrá revivir una navidad parecida algún día. En este instante, solo quiero que sea veinticinco de diciembre sin importar lo mucho que extrañe lo mencionado en este post. Como dice la canción: Noche de Paz... deseo acabar con las malditos exámenes finales y poder compartir la noche navideña en familia, en paz. Así creamos en diferentes cosas cada uno, solamente celebrando la Navidad en familia con amor, el elemento esencial que quíso el Niño Jesús en nuestras vidas. Viviendo el amor es la mejor forma de celebrar la Navidad.
Coqui! Nueva alegría!
Bueno, solo para los que supieron y leyeron las dos entradas anteriores a "Una idea simbolista", quería darles la buena noticia que la muerte de mi conejito ya es un suceso superado. Me chocó mucho pero después de una semana pude aceptarlo. Me gustaría contar por aquí, aunque varios ya se enteraron, que tengo un nuevo conejito. No pedí uno inmediatamente, por si acaso, mi abuelito me lo compró porque le dio pena verme tan triste. Este se llama Coquito, tuvo una buena diferencia de precio al del anterior conejito y SÍ fue puesto en venta justamente. Está sano y tiene buen crecimiento. Debo decir que en este momento recuerdo el salvajismo que hicieron con mi anterior conejo de venderlo tan pequeño y me pongo algo triste de nuevo... Queda en mi memoria el bonito recuerdo que le dí el mejor cuidado y mi mayor amor; por desgracia, él ya había venido malito a la casa. Pero este post es para alegrar, quería comentar nada más que el conejito es una lindura. Se llama "Coquito" y es un conejo engreído. Le encanta subirse a mis piernas para que lo acaricie y tiene un tremendo apetito. Es algo turbado (puede parecerse a la dueña), me desespera un poco porque hay veces que corre de la nada, pero es chistoso... luego viene hacia mi buscando refugio. Tengo que decir que me siento muy feliz, si no hubiera sido por este conejito me habría sido bastante difícil tener que ver todos los días hacia el costado de mi cama y encontrar vacío el sitio que ocupaba Gummy. Gracias "Coquito" por robarme sonrisas... y gracias al abuelito por darme una nueva felicidad al comprármelo.
viernes, 13 de noviembre de 2009
Una idea simbolista
La idea extraña surgió en la clase de teatro. Estábamos estudiando el Simbolismo cuando el profesor nos explicó el concepto de este con un ejemplo: "En ese tiempo buscaban representar algunas cosas, como dice su nombre, simbólicamente... ¿Lo entienden?" y como dice un amigo: "Grillo" (significa que todo quedó en silencio)... el salón se quedó callado. No sé si por timidez o porque no entendían, al menos yo ya estaba empezando a quedarme dormida porque ese tema lo había estudiado muy bien en el colegio. El profesor dijo de nuevo: "Está bien... Tomémoslo así, piensen que un artista va a pintar una escena de ustedes... o ya, algo mejor, imaginen que hará una pintura de ustedes y su enamorado o enamorada... Imagínense tal cosa... ¿Cómo representan esa idea en su cabeza? ¿Cómo creen que sería la pintura de ustedes y su pareja?" Entonces, mi mente comenzó a divagar: "¿Cómo nos veríamos él y yo?" y empecé a imagiar y a imaginar, a crear en mi cabeza una vez más...
lunes, 9 de noviembre de 2009
Te extraño
Aún tengo en mi cabeza la imagen de tu cuerpito pequeñito retorciéndose de dolor en las manos de mi papá. Eras un bebé que fue alejado de su mamá y vendido cruelmente sin importar lo que pasaría con tu vida ni los sentimientos de quien quería ser tu dueña y por supuesto, quien te quería como tu mamá. Tu carita indefensa que vi los últimos días que estuviste conmigo, ayer era diferente... Tu hociquito abierto no lo había visto antes y tampoco cómo te móvías... Fue una escena muy horrible, qué puedo decir ahora... Me haces mucha falta. Creo que soy demasiado sensible, tal vez una llorona estúpida como me llaman algunos... Pero no creo poder arrepentirme de estar llorando esta vez, cuando mi cuarto está en silencio y pienso para mí: "Pensar que me estaba acostumbrando a sacarte en las noches y que duermas en mis manos", entonces, al ver tu casita vacía es que lloro... Y odio todo... Y quisiera tenerte de nuevo conmigo!!! Qué fatal... Sigo pregúntandome POR QUÉ A MI y POR QUÉ A TI... Es increíble cómo te aprendí amar desde que te vi, ahora es totalmente difícil arrancarte de mi... Si no hubieras sido tan tierno, tan adorable, tan pequeño, tan bebé... Te amaré siempre :'( .
domingo, 8 de noviembre de 2009
My little Gummy
-La hija de mi mamá acaba de comprar un conejo. Lo he visto y es hermoso, bastante tranquilo y lo mejor es que está a un precio barato. Lo compraron en... (...)
-¿De verdad? ¿Será posible tener uno? 'Por favor!
Antes estaba con el gusto de tener un gato, pero tanto me desanimaron que me gustó la nueva idea de un conejito.
-Claro, vamos a ver cómo es, pues. Pero tú lo cuidas...
-¡Sí! ¡Yo lo cuido!
-Ahora solo falta convencer a tu papá y decirle si puede ir a comprarlo.
Cuando llegó mi papá a la casa no dudé en pedírselo recibiendo como respuesta seguida: "¿Qué? ¿Otro animal? No, no, no... nada de eso" y yo le repetía: "¡Papá, por favor! ¡Te prometo que yo lo cuido, por favor!". Mi padre parecía mantenerse firme en su decisión, pero después de unos minutos y con cariño en la voz me dijo: "Ya, voy a intentar buscar al hombre que los vende"
Al siguiente día, en plena noche, pasamos dos horas tratando de localizar al señor que los vendía. Parecía que nunca iba a tener al conejito, hasta que la noche después mi papá lo encontró. Mi papá regresó a la casa con un conejito pequeño en las manos, era tan chiquito que cabía en una sola mano. Mi mamá y yo mirábamos de la ventana con una tremenda sonrisa en la cara.
-¡Que se llame "Gomita"! -dije (yo siempre con mis nombres extraños)
-Está bien, "Gomita" -dijo mamá
Leí las indicaciones de su cuidado y me prometí criarlo de manera responsable y con adecuado cariño. Estaba demasiado feliz: era una mascota ideal, era lo más tierno que había podido ver. Lo pusimos en su 'casita momentánea'' y lo tapamos para que pudiese dormir. Era un conejito blanco, con manchas negras y orejitas de ese mismo color.
En la mañana siguiente, me desperté apresuradamente para poder atenderlo. Limpié su casita, fui corriendo al mercado a buscar su comida (ni yo me creía estar haciendo eso porque la verdad soy algo floja) y lo dejé bien cuidadito. Antes de irme a la universidad, lo tomé en mis brazos y lo dejé que salte un poco en el suelo. Era feliz viéndolo saltar en mi cuarto, lo mejor de todo era ver cómo me seguía. Parecía que me miraba como si fuese su mamá. Y lo era. Cuando volví de la universidad, lo primero que hice fue ir a tenerlo en mis manos y a jugar con él de nuevo. Yo avanzaba, él me perseguía. Se metía entre mis piernas, le gustaba lamer mi mano y simplemente, era perfecto. Noté que no podía tomar agua, en realidad no quería tomarla. Así que mojaba con agua mis dedos y él lamía de ellos. De verdad, yo sentía que él era mi bebé.
Todo el día estuve atenta de él: lo contemplaba, lo acariciaba, le dejaba su espacio libre, lo cuidaba tanto... Fue un día que, aparte de sentirme feliz con mi nueva mascota, me hizo sentir con más responsabilidades. En la noche, él se acosto en mi pecho y durmió tranquilo. "Mi pequeña bolita tierna", eso era él. Mas seguía sin tomar agua, eso era lo extraño. Pero yo estaba dándole siempre de mis dedos.
Hoy me desperté y lo miré, mi mamá limpió su casita porque yo me había quedado dormida bastante tiempo (así es normalmente en los domingos). Mi hermano vino al segundo piso y lo conoció. Lo cargó y el conejito, sociable como siempre, saltó por todo lado... Me robaba tantas sonrisas verlo saltar y esconderse en cada rinconcito de mi cuarto y que cuando lo llamaran haciendo un sonido con la boca, viniera hacia las manos de uno. Unos minutos más tarde, me senté un rato en la computadora para entretenerme un poco, me habré quedado media o una hora completa. El conejito salía de su casita cada tres o dos horas. Entonces, me volteé para tenerlo de nuevo conmigo y ponerme a jugar un rato con él. Cuando lo ví, estaba extraño: acurrucado en un rinconcito... Yo sabía que no era normal.
-Mamá algo tiene... ¡¿Qué tiene?! -fui diciendo mientras corría hacia el cuarto de mis papás
Lo eché en la cama de mis padres y el conejito yacía echado sin poder moverse
-¡Mamá qué le pasa! -y se me iban humedeciendo los ojos
Mi papá lo sostuvo y le dio calor, pero el conejito iba perdiendo sus fuerzas. Yo empezaba a llorar, sabía que estaba por pasarle algo. Mi mamá también comenzaba a echar lágrimas. "Gomita" fue debilitándose y siempre va a quedar en mi memoria sus patitas retorciéndose y su carita buscando algo.
-¡Seguro quiere agua! ¿No le han dado agua? -preguntó mi papá
-¡Nunca quiso tomar agua! Siempre le he dado de mis dedos y tomaba lo que quería. Papá, te juro que lo he cuidado demasiado bien. Es decir, sí ha tomado el agua que necesitó. He estado pendiente de ello todos estos días.
Y la verdad es que a ellos le constaba, pero en ese momento nadie buscaba constarse de la responsabilidad de alguno porque los tres nos habíamos propuesto tratarlo con delicadeza. Y así lo hicimos.
"Gomita" parecía que iba a recuperarse, pero de a momentos se debilitaba más. "Gomita, no me dejes...", le lloraba. Se me hacía imposible creer cómo íba a morir la criaturita que amé desde el primero momento que la vi, no quería que llegara el momento funesto en que se fuera de mi
-Ya murió -exclamó papá
Yo no le hice caso a nada. Me olvidé de mis dieciocho años encima y me fui corriendo a mi cuarto, sola, a llorar como la niña que podía tener dentro y muchas veces salía. "Puta madre, ¡¿Por qué a mi?! ¡¿Por qué si lo cuidé tanto?! ¡¿Por qué?!" ... Su pérdida hizo que este día tenga la peor mañana de mi vida. Recién ayer había subido sus fotos al facebook, ni siquiera había subido los videos suyos, ni siquiera le había contado sobre él a mi mejor amigo... y yo ya me había acostumbrado a la suavidad de su pelaje rosando mi cara, el tenerlo en mis manos y que duerma en mi pecho... No hay dudas que desde que se fue, hace unas horas, dejó un vacío enorme en mi. Me ha costado tener que dejar de llorar ysentarme aquí a escribir esto. "Mejor escribo sobre lo que ha pasado en unos días, o tal vez mucho después", pensé, pero me sentí con la fuerza indicada porque ya lo asumí y estoy más tranquila. Era muy pequeño, era muy bebé para ser vendido... Al parecer, el conejo de la amiga de mi mamá fue un poco más grande o tal vez, más fuerte. Ya no deseo seguir atormentándome con la idea de que fue muy bebé para estar separado de su madre, ojalá lo hubiéramos sabido antes de comprarlo. Ya para qué seguir atormentándome con la maldita causa. Me queda aceptar que te fuiste, después de unas horas con grandes lagrimones y sin dudar que vuelvan de nuevo ahorita o más tarde, me queda tener que ser fuerte cuando veo tu casita vacía. Pensar que has sido una mascotita... ni hablar de si hubieras sido una persona... Pero no tiene caso comparar ahora, para mi has sido lo más tierno que he tenido... Fuiste mi pequeño bebé y te amo asi ya no estés conmigo, gracias por darme la oportunidad de tener algo tan lindo bajo mi cuidado. Es el mejor recuerdo, debo decir.
jueves, 5 de noviembre de 2009
Good Bye
Dile que me he ido muy lejos, porque ahora un 'lejos' es mejor.
Dile que tomé prestado su abrigo, porque mi corazón sufre de frío.
Dile que le dejé una taza de café para la larga espera de mi regreso imaginario,
y dile también que me llevé todo el alimento, porque ahora yo me lo merezco.
Dile, por favor, que no intente buscarme en la estación del tren,
porque si lo veo aparecer, mi escape no resultará como debe de ser.
Dile que sí, que sí estoy escapando. Que ahora huyo de sus manos,
que corro y me libero de este amor inanimado y las sonrisas de plástico.
Dile, por último, que yo sé cuánto me quiso y que lo quise yo también,
pero los años nos han convertido en extraños y eso no debió de suceder.
Dile finalmente que en mi brazo aún están su nombre y cariño tatuados,
porque al primer amor nunca se olvida, mucho menos después de tres bellos años.
El silencio de su llanto
Photo by
E.kay
Si no hubieras dejado esta hermosa rosa,
todo sería tan fácil... más facil que ahora.
Si no hubieras dejado tu perfume impregnado,
mis sentidos te habrían olvidado... en el pasado arrojado.
Pero no solo has dejado dolorosos detalles,
dejaste conmigo un corazón, tu viejo corazón.
Está en mi cofre de estampas primaverales,
donde guardo los recuerdos regalados con amor.
¿Qué hago si no estás? ¿Qué hago con tu vetusto corazón?
¿Qué hago con el pasado en mis manos? ¿Qué hace el pasado preguntando?
Antes de irte, debiste dejar el manual doblado en dos
para saber qué hacer cuando dejaras al corazón, mi corazón, partido en dos.
miércoles, 4 de noviembre de 2009
Don't wanna grow up
Bekinaz
Me pregunto cómo sería no conocer la palabra crecer...
Cuando somos niños, jugamos a ser la mamá o el famoso doctor,
nuestro mundo está lleno de imaginación y color.
¿Recuerdas cómo se sentía tener cuatro años?
Solo esperabas terminar la comida para seguir con la diversión:
las muñecas de plástico o las figuras de acción.
Las mañanas estaban cargadas de energía,
no importaba lo que saliera a diario en las noticias,
éramos niños y vivíamos en nuestro mundo de fantasía.
No existía el doble sentido y tampoco la ironía,
lo que existía era inocencia y tal vez, una sana picardía.
No necesitábamos de un cigarro para buscar la inspiración,
la creatividad era espontánea y sin preocupación.
No necesitábamos para ahogar las penas una copa con alcohol,
en esos tiempos nos bastaba una caricia y una dulce canción.
No conocíamos las heridas causadas por decepción de amor,
nosotros conocíamos las heridas después de un tropezón.
Tropezones de tanto correr... correr tras de nuestros sueños,
sin que importe lo lejanos que fueran estos.
Y si caía una lágrima, no era obra de la angustia ni el estrés,
era del cuco imaginario que nos asustaba al no querer comer.
Y si había una sonrisa, no era por el éxito de tu primera cita,
era obra de la abuela cuando traía una golosina.
Dichosos los que tenemos en el fondo nuestro corazón de niño, sea cual sea haya sido la infancia, dichosos los que guardamos un poco del corazón que teníamos en esta etapa.
Me pregunto cómo sería no conocer la palabra crecer...
viernes, 30 de octubre de 2009
Plática de dos amigos
Cordellia
-¿Y tú qué le has visto que andas tan enamorado, ah?
-Algo especial, único e insuperable
-No tiene buen cuerpo... Es decir, tiene lo suyo... ¡Pero hay mejores!
-No, imbécil... Su cuerpo no.
-¿Entonces?
-No podría explicártelo. Cuando vi sus ojos por primera vez, sentí que algo recorría todo mi ser. Me sentí, de alguna forma, completo... ¡Sin conocerla del todo!
-Pero sus ojos no son la gran cosa... ¡Esos ojos los encuentras en todo lugar!
-¡No me refiero a eso! Quiero decir que sus ojos me transmitían algo hermoso. Tuvieras que haberlo sentido para entenderlo.
-Bueno, cuando yo veo sus ojos, solo encuentro... ¡Ojos!
-Mejor.
-Oye, pero... ¿Qué tanto te has podido enamorar para resistir tres años con la misma flaca?... Qué aburido, man. Extraño esos tiempos cuando eramos más chibolos y salíamos con cada petiza por un vacilón corto nada más... Pucha, era genial. Aunque, claro... luego de eso nos perseguían con sus llamaditas... ¡Pero era chévere! Ja, ja, ja... ellas también eran unas vaciloneras.
-Ja, ja, ja... Pobres... No sabíamos nada
-¿De qué?
-De que había algo mucho más importante detrás de cada mujer. Nos íbamos de una en una sin ni siquiera darnos el tiempo de conocerlas. Tal vez ninguna nos convenía y por eso no notamos nada especial... Felizmente, conocí a la chica con quien ahora estoy tres años juntos
-Cursi
-Un poco. Pero no me aburro.
-Eso es lo que me pregunto siempre... ¡¿Por qué no te aburres?! Tres años, loco... ¡Tres años!
-Y estoy preparado para más. No me aburro porque para mi ella no es un vacilón. Desde que vi en sus ojos eso que me hacía falta... eso que estaba buscando, supe que ella era para mi y así fue. Encuentro en ella lo que en otra persona no voy a hallar. No es cuestión de palabras dichas de la boca para afuera, es algo que realmente siento y me convence. Algo que inició desde que la conocí y está ahí, en mi corazón, manteniendo viva la relación.
-Puta, loco... Bueno... Será pues. Yo estoy con la misma flaca desde hace tres meses y ya me estoy cansando, la firme.
-No es para tí, entonces. Si te la crees, vas a encontrar a esa persona algún día
-Oe, loco... O sea, ¿Eso quiere decir que tú te vas a casar con ella o qué? ja, ja...
-No sé, el destino es tan inmenso... Por ahora, estoy feliz. Y espero que siga siendo asi por siempre... Yo daré todo de mi, veremos cómo transcurre todo de acuerdo a eso
-Ja,ja... O.k.
-¿Vamos por unas chelas?
-¡¿Chelas?! ¿Ahora? ¡Pero si recién acabas de salir de tu momento cursi! Seguro tienes que ira verla
-No. Estoy enamorado, hombre... ¡Pero no consume mi tiempo completo tampoco! ¡Mi tiempo para los amigos sigue intacto! Así que vamos a tomarnos unas chelas, como los viejos tiempos... ¡Apura!
-Ja, ja... O.k. loco... Si tú pagas: ¡Chévere!
-'Tss... Yaa, weon'... ja,ja... Vamos.
jueves, 29 de octubre de 2009
Lo que queda de la vida
El olvido
miércoles, 28 de octubre de 2009
Fruto de vida
Tu piel era suavísima como mismo algodón pima
y esto lo sentía cuando besaba tus mejillas.
Te veías pequeño.
Podías caber en una sola de mis manos y cuando
estabas en mis brazos sobraba aún espacio.
Te veías dulce.
Tus ojos cerrados eran expresión de ternura
y tu boca tan fina derramaba dulzura.
Te sostuve y te miré,
no había ser más lindo al que en mi vida contemplé.
Podía afirmar que eras de lo visto lo más bello,
asi fueras traído recién de los cielos.
Porque tú eras un ángel, viniste del cielo
y llegaste a la vida para ser mi pequeño.
Y te abracé. Te miré y pensé de inmediato...
que no había nadie a quien yo amara tanto.
Sentía amor. Un amor no antes conocido,
un amor que no poseía un fin ni condiciones,
un amor que no buscaba justificaciones.
Un amor que no puedo sentir ahora,
un amor que solo ha quedado en mi memoria.
Porque fuiste un sueño. Eso has sido: un sueño.
Desperté y no te encontré, eras parte de mi sueño.
Algún día nos conoceremos... algún día muy lejano
te cargaré, abrazaré y sin pensarlo dos veces yo diré "Te amo."
miércoles, 14 de octubre de 2009
Luyanosveremos
martes, 29 de septiembre de 2009
El regreso de Panbear
lunes, 28 de septiembre de 2009
En busca de la felicidad
Una vez dije que si miraba al sol y lo encontraba diferente sería porque, aquel día,
se convertiría en ocasión para ser mucho más feliz de lo normal. ¿Mucho más feliz? Sí, mucho más alegre.
Si alcanzara atar una soga de mi ventana tan alta hasta el suelo de mi casa, podría escaparme y salir
sola un momento y simplemente... ser feliz. No puedo estar más feliz cuando la bulla no me aqueja,
cuando la violencia no se muestra, cuando tanta falta de valores no se hace presente... Todo esto no sucede aquí. Aquí las muertes son cuestión de cosa diaria, los robos e injusticia es pan de cada día. Así es aquí... y aquí ya es difícil ser feliz. Solo sería bonito llevarme conmigo a mucha gente que se siente igual, hacer un viaje a un sitio desconocido y... respirar, mirar el sol... tratar de ser feliz.
Hoy el sol luce igual, no hay nada extraño en él. Quizá solo nos queda intentar ser felices, viviendo entre cada inhumano que solo gusta de hacer maldad, tempestad de pobreza y hambre de valores... Tal vez la vida solo se trate de eso, de subsistir y pelear por ser feliz. Con lo que te haya tocado vivir: Ser feliz.
domingo, 27 de septiembre de 2009
Aquel señor del parque
Estabamos caminando por distintos sitios, cuando fue que vi llegar a ese ser extraño al parque. Se trataba de un señor que venía con bultos en las manos y, tras extender una pequeña manta en el pasto, se sentó encima de ella. Desde lejos, porque se ubicó en un lugar muy arinconado, tenía la pinta de ser algún loquito o simplemente algún borrachito, ya que vestía los harapos más sucios y descuidados que podía tener alguien en ese parque. Además, tenía una barba que lo hacía ver un poco más desaseado. La curiosidad me invadió y procuraba llevar a mi perro un poco más cerca de donde estaba el hombre. Pude observar cómo sacaba de su mochila (si es que era mochila) un montón de alimentos... Lo único que recuerdo perfectamente de ellos eran las tres o cuatro botellas de yogurt que yacían a su lado, pero estaba convencida que todo aquello que estaba sobre la manta no era nada más que comida. Mas bien puso toda la comida afuera, agarró rapidísimo una botella de yogurt y se lo tomó en un dos por tres. Acto seguido, hizo lo mismo con las galletas o lo que fuera de comer que había traído consigo.
Era indescriptible cómo devoraba todo con tanta rapidez. Se le veía tan hambriento y, a la vez, tan solo. En ese momento fue inevitable no sentir melancolía y las ganas de hacer algo por él. Yo sé que soy una persona sensible, pero en ese instante me sentí más sensible de lo normal. Creí haber escuchado en mi interior a mi conciencia decir: "Cómprale algo de comer, ¿Qué esperas?" y también decir: "Da un poco de temor... Mejor no hagas nada, tal vez sea peligroso". Agarré la correa de Cooper (mi perro) y seguí paseando un poco más cerca de aquel personaje; era imposible no sentir curiosidad de saber si era realmente una persona paupérrima, algún loquito sin hogar, o simplemente un borrachín que había sido expulsado de su casa por una esposa molesta. Varias alternativas corrían por mi cabeza y sabía que ninguna la resolvería hasta preguntarle qué hacía tan solo y si podía comprarle algo. ¿Preguntarle? ¿Hablarle? Sin duda era demasiada curiosidad, pero sabía que detrás de todo lo que me impulsaba a hacerlo estaban unas ganas locas de ayudar. Era extraño lo que yo sentía cuando miraba al individuo comer como si no lo hubiera hecho en años: era una sensación de preocupación, intriga y cariño hacia el... sí, cariño... como si él fuera un conocido, como si se tratase de mi abuelo o algún viejo amigo.
Me puse a pasear con Cooper un poco más cerca del sujeto, eso sería lo más cerca que estaría de él. Ya había dejado de comer y lo que hizo, a continuación, fue utilizar un encendedor. Ahí me asusté un poco. Lo apagaba, encendía... Lo apagaba, lo encendía... Lo apagaba, lo encendía... Hizo tal acción, sin exagerar, incontables veces. Ahora era mucho más difícil poder acercarme, me invadió un poco más el temor. El viento empezaba a correr y era señal de que Cooper y yo teníamos que regresar. "Tengo que hacer algo por él, no me puedo ir así... Pero... ¿Si me roba? ¿Si tiene otras intenciones?" me preguntaba en mi cabeza por última vez. Así, decidí ir hacia el vigilante del parque y preguntarle por tal personaje; sin embargo, no llegué a hacerlo, no quería que por mi culpa puedan botar al señor del parque. Entonces, casi yéndome, vi que llegaba una pareja de similar condición al parque y el vigilante les hizo una pregunta, la cual contestaron al instante. Segundos después, noté que mi querido personaje había comenzado a fumar. Fue entonces que se dio mi pensamiento final: "Creo que es mejor dejarlo así". Agarré la correa de Cooper una vez más y me alejé de la escena. Me fui alejando sin dejar de mirar atrás unas cuantas veces, como diciendo para mis adentros: "Lo siento, algo me impidió hacer alguna cosa por ti".
Sé que lo que no me permitió acercarme al sujeto fue el miedo y la inseguridad de no saber qué cosa podía suceder luego. El parque estaba casi solo y oscuro pero también sabía que estas circunstancias no fueron la razón del miedo. El miedo era que aquella persona, pobre e indefensa para mi, pudiese convertirse de la nada en un lobo y pudiera desarmar todas mis expectativas y ganas de ayudar. Ese miedo surge cuando, por lo general, tal cosa suele ocurrir siempre y entonces, todos nos volvemos desconfiados. Es lo mismo que ocurre cuando estamos en un micro y sube alguien a vender caramelos: algunas veces no le compramos nada porque pensamos que ese dinero lo usará para otra cosa o simplemente, nos engaña. Es lo mismo que pasa cuando uno está caminando por la calle y puede ver andar a su costado a un niño de apariencia pobre y rostro dulce y sentir ternura hacia él, pero que en cuestión de segundos te quita lo que tienes y se convierte en lo que llamamos un "pirañita". Me parece increíble cómo ahora ya es difícil confiar hasta en la persona de imagen más inocente en la calle... hasta el punto que nuestras ganas por ayudar se vean disminuidas, hasta el punto que personas que merecen ser ayudadas no puedan serlo por la culpa de otros que disimulan hacerlo y solamente, nos engañan. La verdad es que espero encontrar al personaje de nuevo. ¡Tal vez el miedo desaparezca y aquello realmente valga la pena!