miércoles, 17 de noviembre de 2010
CAP XIX: ¿Debía confiar en ella?
miércoles, 20 de octubre de 2010
CAP XVIII: Nunca tuvo tanta razón como aquella tarde
Una puerta rugió en medio del silencio que llenaba mi hogar. Estaba tan molesto que se me olvidó que 'tirar la puerta muy fuerte' era una de las cosas que mi mamá más odiaba.
-¿Ricardo? -preguntó mi mamá, asomándose por la puerta de la cocina
-Sí, ya llegué -le contesté
-¿Por qué demoraste en llegar?
-¿Ah? -pensé que me reñiría por el portazo- Es que me quedé un rato en el colegio...
-¿Algo malo? -preguntó mi mamá, como siempre preocupada
-No, para nada -me acordé la razón por la que me quedé y me molesté de nuevo-. ¡Me quedé por gusto, en realidad! Nada interesante...
-Bueno... -dijo ella, batiendo en el bowl algo parecido a una gelatina- Siéntate rápido para que almuerces de una vez.
Mientras comía ese delicioso puré de papas que mi mamá sabía cocinar tan bien, mi mente se hacía enredos tras enredos. "Qué Delia tan fastidiosa... No sé por qué hizo que me quede si luego planeaba irse con el 'famoso Martín' y dejarme ahí...", me decía a mi mismo. "Al menos me hubiese invitado a ir con ellos a la feria... Se comportó tan diferente...".
-¡Oye, niño! -exclamó mamá
-¿Ah? -reaccioné- ¿Qué pasó?
-¡Tu comida se enfría! No estás comiendo casi nada...
-¿Qué? -miré al plato y me di cuenta que me estaba demorando demasiado en comer... y todo por pensar en la 'dichosa Delia'.
"Lo único que sé es que ese Martín no me simpatizó para nada... ¿Cómo Delia se va a fijar en un chico que fuma? ¿Cómo se puede fijar una chica como Delia en un chico así?", me preguntaba a mi mismo, en mi mente. Sea como fuese, no me cabía en la cabeza que 'esos' eran los gustos de Delia. Aparte, estaba molesto porque ella prefirió irse con 'el chico del cigarro en boca y las zapatillas gigantes' antes que conmigo.... aunque, bueno, el plan era que ella se fuese con él. En fin, aceptaba que estaba celoso. "¡¡¡ ... Pero estos son celos de amistad y nada más!!!" me repetía a mi mismo.
Más tarde, "El Loco" vino a verme. Necesitábamos una de esas tardes de Supernintendo, más un poco de cerveza... por supuesto, a escondidas de mi madre. "El Loco" traía dos latas para cada uno y ahí quedaba todo. Esas eran nuestras clases de 'pilladas' que hacíamos cuando éramos adolescentes: 'eramos inocentes'.
-¿Traes el armamento? -le pregunté, recibiéndolo en la puerta y refiriéndome a los cassetes de videojuegos y a las latas de cerveza
-Así es... -respondió con mucha frescura "El Loco"
Con las latas bajo su casaca de jean y con la caja de cassettes en los brazos, "El Loco" saludó a mi mamá con una sonrisa inocente.
-Hola, Julio, ¿Cómo vas? -lo saludó mi madre
-Muy bien señora... ¡Preparándonos para una tarde de Supernintendo! -respondió él
-Bueno, sólo porque es viernes... -contestó ella
-Ya, mamá... -agregué, interrumpiendo un poco el espíritu 'aguafiestas' de mi madre. A veces, me tentaba el llamarla de esa forma. Obviamente no lo hice.
Con "El Loco" jugamos más de diez partidas de supernintendo durante toda la tarde. Eso era lo que necesitaba después de aquel día en el colegio: un relajo. Sabía que era un exagerado, sabía que si algo me hacía sentir mal a veces lo extrematizaba, pero en ese momento me importaba poco si estaba excediéndome en mi cólera: me había molestado la actitud de Delia y eso era todo.
"El Loco" bebió un trago de su cerveza y soltó una pregunta terrible:
-¿Te has peleado con tu novia, no?
-¿Qué? -le contesté, tragando saliva.
-¡Te has peleado con Delia! -dijo él, riéndose.
-Ya te dije que no es mi novia -le dije, jugando a la vez-. No me he peleado con ella, además.
-¿Seguro? -preguntó, con su voz maliciosa.
-¿Por qué molestas tanto, eh? ¿A ti te gusta Delia, no? -le dije, molestándolo.
-Ja, ja , ja... Cuidado con tus bromas porque tú mismo te puedes poner celoso...
Escuché la palabra 'celoso' y me puse nervioso.
-¿En serio crees que me gusta o me dices todo esto por el rumor que se creó en el colegio? ¿O sólo lo haces por acabar con mi paciencia? -le dije, haciendo un 'alto' a los videojuegos.
-No te quiero irritar la paciencia... -contestó, mientras él seguía jugando.
-¿Entonces?
-Tampoco hago caso a los rumores de colegio... -agregó
-¿¿¿Entonces???
-Sólo que te conozco -dijo, y dejó a un lado el videojuego-. Yo creo que a ti te gusta Delia porque desde que comenzaste a hablar con ella, no has dejado de hablarle, siempre la buscas, siempre estás preocupándote por ella...
-¡Como amigos! -le dije, poniéndome más nervioso y casi tartamudeando
-¿Ves? ¡Tartamudeas! Ya pues, brother... -qué irónico que usara tal palabra en ese momento- ¡Creo que debes ser más sincero con tu mejor amigo de toda la vida!
-¿De qué hablas? -intenté 'hacerme el loco'.
-¿Te gusta Delia o no? Habla nomás... No sé qué tanto escándalo haces -dijo- Si te gusta, pues... ¿Por qué no intentas algo con ella? Total... Es buena gente, al parecer... ¿Qué tiene de malo que te guste? Habla nomás...
Me tragué el último sorbo de cerveza que había en mi lata y miré al muñequito del videojuego, que se había quedado 'en pausa'. Los colores del videojuego eran tan vivídos que me hacían recordar los brackets de mi querida amiga Delia. Al recordar los brackets de Delia, me acordaba de ella y, al recordarla a ella, el patético rockero venía a mi mente también. Tras toda esta fila de recuerdos, comprendí una sola cosa: la dichosa Delia me estaba comenzando a gustar. Y no, no me gustaba la idea de que un 'rockerito' se la lleve como novia. Tal vez "El Loco" nunca tuvo tanta razón como aquella tarde.
domingo, 17 de octubre de 2010
CAP XVII: Hola brother
CAP XVI: Mismo rockero de la década de los 80
domingo, 26 de septiembre de 2010
CAP XV: Te simpatizará, lo sé.
sábado, 25 de septiembre de 2010
CAP XIV: No hay ninguna como tú
Lo admito: yo no tenía ni la más mínima idea de quién era "Lucía". Sólo sabía que Lucía se volvería mi gran mentira a partir de ese momento; mi gran personaje inventado para no quedar mal ante mi amiga Delia. ¿Cómo pude pensar que yo le gustaba Delia? ¿Acaso yo era un chico muy guapo para gustarle? ¿Por qué tenía que ser necesariamente yo? Después de escuchar la historia del famoso ‘Martín’, quedé convencido: yo había estado actuando como un estúpido. ¡Todo ese tiempo había creído que Delia moría por mi! Sí que había sido tonto…
-Yo creo que es diferente –le respondí-. A Lucía recién acabo de conocerla; en cambio tú ya conocías al tal Martín desde hace tiempo…
-Sí pero recién empieza a gustarme de verdad –se defendió Delia.
-Bueno… ¡No tiene importancia! –le dije, intentando mutilar el tema de una vez por todas.
-Ricardo… -dijo Delia, con un timbre de voz bajo
-¿Sí?
-¿Sabes? Prometo tener más confianza en ti –dijo ella, mostrando sus brackets de colores con una gran sonrisa- No te comenté nada de Martín porque, como ya te dije, tenía mucho miedo de que no me creyeras…
-No tienes por qué contarme todas tus cosas –le dije, a secas.
-No es que sea mi deber, pero… -hizo una pausa- Te considero mi único mejor amigo, así que lo único que tengo es necesidad de contarte algunas cosas mías.
Delia dijo eso y yo no sabía hacia qué lugar de mi sala mirar. Delia dijo eso y sentí una mínima cantidad de agua en mis ojos. Agua salada. ¡¿Por qué tenía ganas de llorar?! Me sentía tan ridiculizado, tan humillado… Todo el tiempo había creído que yo era por quien Delia moría y todo ese tiempo había estado equivocado. Es cierto que yo no quería que ella estuviese enamorada de mi, pero admitiré que me desilusioné mucho al saber la verdad. Delia no me gustaba… ¡Delia no me gustaba! No sabía por qué me sentía así… Me sentía como un trapo viejo… Ella y yo sólo éramos mejores amigos… ¡¿Por qué tenía que apenarme eso?! ¡Siempre había sido así! Me sentía un loco…
-Oye, ¿Estás bien? –preguntó ella
-¿Ah? –había despertado de mi ensueño- Sí estoy bien ¿Por qué?
-Te quedaste ido… -dijo Delia
-No –le contesté- Estoy bien.
-Bueno, debo irme –dijo Delia, sonriendo de nuevo-. Tengo que estudiar para mañana y me he quedado un gran rato aquí en tu casa.
Delia se levantó del sofá, agarró el regalo envuelto en un paquete azul y se dirigió a la puerta de mi casa para salir.
-¡Delia! –exclamé, como si hubiese estado muy lejos de donde estaba yo.
-¿Sí? ¿Qué pasó? –preguntó ella.
Avancé los tres pasos que nos distanciaban, me esforcé en dibujar una sonrisa en mi rostro y, por último, la miré fijamente a esos dos lentes de gran marco negro que protegían sus ojos.
-Estoy feliz de que seas mi mejor amiga –le dije- Yo tengo varias amigas… ¡Pero no hay ninguna como tú!
Delia hizo la sonrisa más grande de todas, me miró con alegría y me abrazó tan fuerte como lo había hecho un momento antes.
-Gracias por tu amistad, Ricardo –dijo, y me dio un beso en el cachete- Debo irme… Cuídate, ¡Nos vemos mañana!
-¡Nos vemos mañana! –me despedí.
Ese tarde, muy larga a decir verdad, supe tres cosas: En primer lugar, yo era un paranoico. ¿Sólo porque ella y yo fuésemos buenos amigos significaría que ella estaba enamorada de mi? Incluso mis malos pensamientos hicieron que casi no desee hablar con ella. Debía curar eso. En segundo lugar, Delia era una de las personas más geniales que había conocido. ¿Por qué me había dejado llevar siempre por la ‘etiqueta’ que todos le habían puesto? ¿Actuamos como carneros cuando somos jóvenes? También debía curar eso. En tercer lugar, Delia me apreciaba y no importaba si yo no le gustaba: yo tampoco estaba buscando eso. Ella me quería; ella y yo éramos mejores amigos y eso era lo importante. ¡Ah! Y ese regalo de envoltorio azul no fue para mi, sólo por si se acuerdan de él.