miércoles, 17 de noviembre de 2010

CAP XIX: ¿Debía confiar en ella?


Recordé cuando conocí a Delia: fue un día cualquiera y se había convertido en un recuerdo borroso. Ella había llegado dos años atrás a nuestro colegio, como alumna nueva. La profesora la presentó como Delia Hidalgo, de catorce años. Su aspecto era el mismo que lucia en ese momento: lentes grandes de marco negro, cabello ensortijado sujeto en una cola y unos brackets coloridos en cada uno de sus dientes. Su llegada al colegio no fue un gran acontecimiento: sólo era una chica nueva y nada más. Sin embargo, debo admitir que otras alumnas nuevas que se incorporaron a nuestro colegio no pasaron tan desapercibidas como sí lo hizo Delia.

Recordé que la primera vez que hablé con Delia por más de cinco minutos fue en un paradero equivocado y todo por culpa de "El Loco": huía de él y de sus amigas que tanto quería presentarme. Recuerdo que cuando la vi ahí, en el paradero, sentí fastidio, pues no sabía de qué hablar con ella. Sin embargo, me había preocupado en vano: ella supo manejar la conversación.

Recordé que luego ella se ofreció para ayudarme en el curso de Historia. Por supuesto también recuerdo que su ayuda no fue muy necesaria, pues el curso de Historia no me parecía tan difícil. Sin embargo, ese fue el día en que nuestra relación de simples conocidos se convirtió en una relación de posibles amigos. Recuerdo que lo primero que me cautivó de ella fue que sea una chica distinta a las demás: siempre la veía dibujando, tranquila... sin preocuparse de cosas sin sentido, como la hacían otras chicas de su edad.

Empezó a gustarme lo que conversabamos ella y yo: hablábamos de nuestros días, de nuestros gustos, de nuestros problemas... de tentas cosas. Poco a poco, nos hicimos más que amigos: mejores amigos. Yo tenía muchas amigas, en aquel entonces, pero nunca había logrado tener una amistad tan buena como la que estaba iniciando con Delia. Todas mis amigas habían sido chicas que me gustaron o sino, chicas de mi colegio o de alguna que otra fiesta. Nunca había tenido una amiga con quien poder hablar de varios temas y, que a la vez, sea un poco diferente al resto. Este lugar comenzó a ocuparse por Delia.

¿Y qué? ¿Después de unas semanas ya me gustaba Delia? ¡No lo concebía! ¿Me gustaba de verdad o sólo me dejaba llevar por las ideas de "El Loco"? Recordé que "El Loco" también me había metido la idea de que yo le gustaba a Delia. Esta idea me trajo varios problemas, pues empecé a sentirme fastidiado en compañía de Delia. Al final, desmentí esa suposición al enterarme que el "chico de los sueños" de Delia era un tal Martín: un chico con estilo rockero de los 80's.

Recuerdo que por pensar que yo le gustaba a Delia, ya no me sentía cómodo estando a su lado. Recuerdo que traté de averiguar por mi cuenta si aquel pensamiento era cierto, el cual no lo fue. Sin embargo, a pesar de desear que Delia no estuviese enamorada de mi, al enterarme que no era yo el "afortunado", la sensación que tuve no fue de alegría: al contrario, sentí desilusión. Entonces, ¿Qué era lo que yo quería realmente? ¿Deseaba o no que Delia estuviese enamorada de mi? Era muy confuso saberlo en ese momento... Todas las ideas las tenía mezcladas. Todo pensamiento estaba revoloteando hasta que llegó esa tarde, en la cual "El Loco" me hizo le pregunta de fuego: "¿Te gusta Delia?" y ahí había quedado todo.

Entonces, ahí me encontraba: sentado en el piso de mi habitación, al costado de "El Loco" y ambos mirando al videojuego del televisor. "El Loco" apartó la vista de la pantalla y dirigó su mirada hacia mi: estaba esperando mi respuesta a su pregunta. Yo veía la pantalla, veía el techo de mi cuarto, veía el suelo... No tenía una respuesta determinada. ¿Qué era lo que yo quería, realmente? tal vez, Delia sí me gustaba; tal vez yo sólo tenía vergüenza de lo que opinara el resto de mis amigos... No sabía, no sabía exactamente qué estaba sintiendo.

-Creo que me gusta -le dije, sin vocalizar bien las palabras.
-¡Por fin lo dices... ! -exclamó "El Loco", tomando un trago de cerveza y sonriendo con seguridad.
-¿Por qué? -estaba corto de palabras
-Yo siempre he pensado que te gusta, ya te lo dije -hizo una pausa para beber el último trago de su lata de cerveza-. Tú tratas a Delia de forma distinta que a las demás chicas -hizo otra pausa-. Con Delia, eres un poco más atento...
-¿No debemos ser así con todas las mujeres? -le pregunté
-Pues claro que sí... -respondió, sin mucha convicción en sus palabras- ¡Pero con Delia tú lo eres mucho más! Si tenían un malentendido, tú la buscabas para resolverlo; si le pasaba algo, tú estabas ahí para saber de qué se trataba... ¡Si alguien la molestaba, tú estabas para defenderla!
-Sólo la he defendido una vez... -dije, acordándome del episodio con Andrea Villavicencio
-Pero esa única vez contó como diez, ¿No crees? -dijo, sonriendo-. Todo el mundo cree que a ti te gusta Delia... ¡Todo el mundo ya lo dio por hecho!
-¿Entonces estás sugiriendo que sólo porque todo el mundo infiere eso a mi me tiene que gustar Delia?
-Tampoco es eso... -dijo "El Loco"
-¿Entonces qué? Primero quisiste que creyera que Delia estaba enamorada de mi... ¿Ahora quieres que yo mismo me convenza de que ella me gusta? -le dije, algo irritado
-¡Pero si tú mismo lo has admitido... !
-No -lo interrumpí-. ¡Sólo estoy haciéndote caso! Sólo estoy diciendo tonterías por tu culpa... ¡Tú eres el que me metes ideas tontas!
-Oye...
-¿Qué cosa? -volví a interrumpirlo
-Me voy -dijo, guardando las latas vacías de cerveza en su mochila-. Necesitas arreglar tus asuntos y aclarar lo que piensas.
-¿Yo? ¡Tú deja de entrometerte! -le dije, más molesto
-¿Seguro?
-¡Seguro! -asentí
-Bien -dijo él, cargando su mochila y acercándose a la puerta de mi cuarto-. Pero luego cuando pidas que tu mejor amigo esté ahí, para aconsejarte, no te preguntes dónde pueda estar...
-Sólo vete...
-Ok -dijo "El Loco", antes de cruzar la puerta de mi cuarto y "hacerse humo".

Estaba más confundido que nunca. ¿Qué hacer en ese momento? Siempre contaba con la presencia de Delia cuando aparecían ese tipo de problemas; sin embargo, en ese momento, Delia se encontraba paseando en una feria al costado de su adorado Martín. Si no estaba Delia, se encontraba "El Loco", quien acababa de salir molesto de mi casa. ¿Ahora quién? ¿Ahora quién?

Sonó la puerta de mi cuarto y lo primero que pensé fue que "El Loco" había regresado a disculparse.

-¿Sí?
-Soy yo -dijo la voz de mi mamá, al otro lado de la puerta.
-Pasa... -contesté

Mi mamá, ya sin el delantal puesto y con su mirada tierna puesta en mi, se me acercó y acarició mi cabello, como solía hacerlo cuando era niño.

-Tienes algo, ¿No? -me preguntó
-No -le mentí, aunque me sintiera mal de hacerlo-. ¿Por qué?
-Sentido de madre... Creo que a mi hijo le pasa algo -dijo, con su voz de tonalidad sabihonda
-¿En serio crees que tengo algo? -le pregunté
-Si no fuese por esa mirada distraída que tienes, tu poco apetito a la hora de almorzar y esa lata de cerveza que veo tirada al lado de tu televisor, pensaría que no tienes nada -se me había olvidado botar todas las latas de cerveza-. Así que... ¿Qué tienes, hijo? -preguntó ella
-Nada, mamá -volví a mentirle-. En serio estoy bien.
-... Si tu amigo no se hubiese ido con una expresión molesta en el rostro, tampoco pensaría que estás mal... -insistió ella.

Aparté la vista del suelo por un momento y giré hacia los ojos de mi madre. Su mirada me expresaba sosiego, tranquilidad, paz... ¿Debía contarle sobre lo sucedido? ¿Debía confiar en ella? Mi madre era una linda persona: dispuesta a ayudarme siempre. Sin embargo, los hombres, a veces, preferimos ser reservados con nuestros asuntos. A pesar de eso, sentí que estaba en una situación donde la única persona que podía ayudarme era mi madre. Ahora, ¿Por dónde comenzar?

miércoles, 20 de octubre de 2010

CAP XVIII: Nunca tuvo tanta razón como aquella tarde

[Dibujos: Erii*]

Una puerta rugió en medio del silencio que llenaba mi hogar. Estaba tan molesto que se me olvidó que 'tirar la puerta muy fuerte' era una de las cosas que mi mamá más odiaba.


-¿Ricardo? -preguntó mi mamá, asomándose por la puerta de la cocina
-Sí, ya llegué -le contesté
-¿Por qué demoraste en llegar?
-¿Ah? -pensé que me reñiría por el portazo- Es que me quedé un rato en el colegio...
-¿Algo malo? -preguntó mi mamá, como siempre preocupada
-No, para nada -me acordé la razón por la que me quedé y me molesté de nuevo-. ¡Me quedé por gusto, en realidad! Nada interesante...
-Bueno... -dijo ella, batiendo en el bowl algo parecido a una gelatina- Siéntate rápido para que almuerces de una vez.

Mientras comía ese delicioso puré de papas que mi mamá sabía cocinar tan bien, mi mente se hacía enredos tras enredos. "Qué Delia tan fastidiosa... No sé por qué hizo que me quede si luego planeaba irse con el 'famoso Martín' y dejarme ahí...", me decía a mi mismo. "Al menos me hubiese invitado a ir con ellos a la feria... Se comportó tan diferente...".

-¡Oye, niño! -exclamó mamá
-¿Ah? -reaccioné- ¿Qué pasó?
-¡Tu comida se enfría! No estás comiendo casi nada...
-¿Qué? -miré al plato y me di cuenta que me estaba demorando demasiado en comer... y todo por pensar en la 'dichosa Delia'.

"Lo único que sé es que ese Martín no me simpatizó para nada... ¿Cómo Delia se va a fijar en un chico que fuma? ¿Cómo se puede fijar una chica como Delia en un chico así?", me preguntaba a mi mismo, en mi mente. Sea como fuese, no me cabía en la cabeza que 'esos' eran los gustos de Delia. Aparte, estaba molesto porque ella prefirió irse con 'el chico del cigarro en boca y las zapatillas gigantes' antes que conmigo.... aunque, bueno, el plan era que ella se fuese con él. En fin, aceptaba que estaba celoso. "¡¡¡ ... Pero estos son celos de amistad y nada más!!!" me repetía a mi mismo.

Más tarde, "El Loco" vino a verme. Necesitábamos una de esas tardes de Supernintendo, más un poco de cerveza... por supuesto, a escondidas de mi madre. "El Loco" traía dos latas para cada uno y ahí quedaba todo. Esas eran nuestras clases de 'pilladas' que hacíamos cuando éramos adolescentes: 'eramos inocentes'.

-¿Traes el armamento? -le pregunté, recibiéndolo en la puerta y refiriéndome a los cassetes de videojuegos y a las latas de cerveza
-Así es... -respondió con mucha frescura "El Loco"

Con las latas bajo su casaca de jean y con la caja de cassettes en los brazos, "El Loco" saludó a mi mamá con una sonrisa inocente.

-Hola, Julio, ¿Cómo vas? -lo saludó mi madre
-Muy bien señora... ¡Preparándonos para una tarde de Supernintendo! -respondió él
-Bueno, sólo porque es viernes... -contestó ella
-Ya, mamá... -agregué, interrumpiendo un poco el espíritu 'aguafiestas' de mi madre. A veces, me tentaba el llamarla de esa forma. Obviamente no lo hice.

Con "El Loco" jugamos más de diez partidas de supernintendo durante toda la tarde. Eso era lo que necesitaba después de aquel día en el colegio: un relajo. Sabía que era un exagerado, sabía que si algo me hacía sentir mal a veces lo extrematizaba, pero en ese momento me importaba poco si estaba excediéndome en mi cólera: me había molestado la actitud de Delia y eso era todo.

"El Loco" bebió un trago de su cerveza y soltó una pregunta terrible:

-¿Te has peleado con tu novia, no?
-¿Qué? -le contesté, tragando saliva.
-¡Te has peleado con Delia! -dijo él, riéndose.
-Ya te dije que no es mi novia -le dije, jugando a la vez-. No me he peleado con ella, además.
-¿Seguro? -preguntó, con su voz maliciosa.
-¿Por qué molestas tanto, eh? ¿A ti te gusta Delia, no? -le dije, molestándolo.
-Ja, ja , ja... Cuidado con tus bromas porque tú mismo te puedes poner celoso...

Escuché la palabra 'celoso' y me puse nervioso.

-¿En serio crees que me gusta o me dices todo esto por el rumor que se creó en el colegio? ¿O sólo lo haces por acabar con mi paciencia? -le dije, haciendo un 'alto' a los videojuegos.
-No te quiero irritar la paciencia... -contestó, mientras él seguía jugando.
-¿Entonces?
-Tampoco hago caso a los rumores de colegio... -agregó
-¿¿¿Entonces???
-Sólo que te conozco -dijo, y dejó a un lado el videojuego-. Yo creo que a ti te gusta Delia porque desde que comenzaste a hablar con ella, no has dejado de hablarle, siempre la buscas, siempre estás preocupándote por ella...
-¡Como amigos! -le dije, poniéndome más nervioso y casi tartamudeando
-¿Ves? ¡Tartamudeas! Ya pues, brother... -qué irónico que usara tal palabra en ese momento- ¡Creo que debes ser más sincero con tu mejor amigo de toda la vida!
-¿De qué hablas? -intenté 'hacerme el loco'.
-¿Te gusta Delia o no? Habla nomás... No sé qué tanto escándalo haces -dijo- Si te gusta, pues... ¿Por qué no intentas algo con ella? Total... Es buena gente, al parecer... ¿Qué tiene de malo que te guste? Habla nomás...

Me tragué el último sorbo de cerveza que había en mi lata y miré al muñequito del videojuego, que se había quedado 'en pausa'. Los colores del videojuego eran tan vivídos que me hacían recordar los brackets de mi querida amiga Delia. Al recordar los brackets de Delia, me acordaba de ella y, al recordarla a ella, el patético rockero venía a mi mente también. Tras toda esta fila de recuerdos, comprendí una sola cosa: la dichosa Delia me estaba comenzando a gustar. Y no, no me gustaba la idea de que un 'rockerito' se la lleve como novia. Tal vez "El Loco" nunca tuvo tanta razón como aquella tarde.

domingo, 17 de octubre de 2010

CAP XVII: Hola brother

[Dibujos: Erii*]

-¡VAMOS, VAMOS DE UNA VEZ A SALUDARLO! -exclamó Delia, con su voz cargada de emoción
-Eh... -me acomodé el cuello de mi camisa- ¿No quieres que lo conozca otro día? ¡Mejor los dejo solos hoy...!
-¿Estás loco? -exclamó ella- Ya te dije que quiero que lo conozcas...
-Bueno... -respondí.

¿Cómo creen que me encontraba yo en esos momentos? Sí... ¡Confundido! "El famoso Martín" se trataba de un chico rockero, de un estilo bacán y con un leve aire de ser algo antipático... "Caray... ¿En qué me metí?", me pregunté a mi mismo. Tal vez no lo entiendan (o tal vez sí), pero yo estaba esperando que el chico no fuese la gran cosa.

Delia me había, si podemos decirlo en una jerga coloquial, me había choteado. Es decir, yo no esperaba gustarle, como ya lo mencioné; sin embargo, el enterarme que yo no era de su agrado fue una estaca para mi orgullo: ¿Acaso yo no era atractivo para las chicas?. En ese momento, lo único que esperaba es que el chico que le gustase a Delia no fuese la gran cosa; en otras palabras, esperaba que los gustos de Delia no fueran tan buenos. O, de repente, esperaba que quien se fijase en Delia no fuese 'la gran cosa'. Sé que suena cruel decirlo ahora, pero debo admitir que esos eran mis pensamientos. Bueno, al final, me di con tremenda sorpresa.

Ambos cruzamos la pista y ahí nos encontramos: al frente del rockero con zapatillas gigantes.

-¡Hola, Delia! -dijo el individuo, acercándose para darle un beso en la mejilla. La voz del tipo era gruesa; esto le daba un aspecto más varonil al susodicho.
-Hola, Martín... -respondió Delia, sin darse cuenta que su voz derrochaba evidente enamoramiento-. Te presento a mi amigo Ricardo... Ricardo, él es Martín, mi amigo de la parroquia.
-Hola, brother -me estrechó la mano derecha y sonrió
-Hola, qué tal... -le contesté

¡¿BROTHER?! ¡¿Yo era "SU BROTHER?! ¿Desde cuándo las personas que recién se conocían ya se llamaban 'BROTHERS'? Está bien, lo admito: yo también solía usar ese término al saludar a otros. Pero no sé por qué no toleraba que este individuo de zapatillas de payaso me llamase así. Su aspecto escuálido (bueno, no tan 'escuálido'), su cabello desordenado y su 'pinta de rockero' me molestó desde el primer momento en que lo vi. Y ni qué decir de su cigarro: todo el humo llegaba a mi cara.

-¿Y qué tal tus clases? -le preguntó el individuo a Delia, rascándole la cabeza como un 'gesto de cariño'. "¿Por qué nunca había hecho eso yo?", me pregunté.
-Estuvo tranquilo... No muchas tareas, felizmente -respondió ella, sin dejar de sonreir
-¿Eso quiere decir que podemos ir a pasear? -le preguntó

Sí, yo estaba entre los dos escuchando cómo se hacían preguntas el uno al otro. Fue uno de los momentos más INCÓMODOS de mi vida.

-¿Pasear? ¿A dónde? -preguntó una 'Delia entusiasmada'.
-No sé -dijo él, mientras aplastaba su cigarro con el pie derecho-. ¿No quieres ir a la feria?
-¿La feria? -preguntó otra vez una 'Delia entusiasmada'
-¿¿¿La feria??? -preguntó un 'Ricardo entrometido'

¿Cómo la iba a llevar a la feria? ¿Qué clase de proposición tan barata y evidente era esa? ¡Era obvio que lo que quería el "brother" era comprarle un peluchito y robarle un beso en la rueda de la fortuna o en uno de esos juegos mecánicos que te elevan por el aire y te dejan mareado por más de diez minutos. Yo, en particular, odiaba esos parques o ferias.

-¡¡¡Sí quiero ir!!! -respondió Delia
-¿Quieres ir? -preguntó él
-¿QUIERES IR? -pregunté yo
-Eh... ¿Sí? ¿Qué tiene de raro? -preguntó Delia, pero dirigiéndose a mi.
-Eh... No tiene nada de raro -le dije- Sólo que...
-¿Sólo que qué? -preguntó ella, lanzándome una mirada nerviosa
-Sólo que... -no sabía qué decir, iba a inventar otra vez- ¿No tenemos mucha tarea para mañana?
-¿Cuál? -preguntó Delia, con su particular tono desafiante cuando algo no le agradaba.
-Eh... ¡Del libro de Historia! -le respondí. Esta era una tarea que nos habían dejado hace tiempo y la entrega era al siguiente día.
-Ay, Ricardo... -dijo ella, sonrojándose y mirándolo a él y a mi- Esa tarea ya la hice hace tiempo... No tengo nada que hacer mañana...

Entonces entendí la fuerza de sus últimas palabras: yo estaba arruinándole el momento. Ella quería ir a la feria con él y yo, sin saber tampoco el porqué, lo único que hacía era estropearles el plan.

-De repente tu amigo también quiere ir -dijo el individuo, o mejor dicho, "el famoso Martín".
-¿Yo? ¿A la feria? -pregunté, señalándome a mi mismo.
-¡Claro! ¡Vamos, Ricardo! ¡Anímate! -dijo Delia, agarrándome de un brazo.
-Eh... -me quedé pensándolo.
-Sólo hay una cosa -dijo Martín, con un gesto de vergüenza e incomodidad- Si te animas, tendrías que ir aparte, pues yo traje una bicicleta y ahí sólo cabemos Delia y yo...
-¡Ah... ! -respondí

¡Qué desgraciado! Me hace la invitación de acompañarlos a la feria y luego me dice "Pero tendrías que ir aparte". Seré algo prejuicioso, pero estaba seguro de que eso lo hizo para molestarme. Ya sólo quería irme de ahí. Pero me quedaba una duda: ¿Cómo iba a actuar Delia?

-¿Y si vamos en un carro juntos? -preguntó ella
-¿Y dónde dejo mi bicicleta? Si me la roban, mis padres me aniquilan... -dijo el "rockero"
-Bueno, bueno -interrumpí-. No tienen por qué hacerse problemas, chicos... ¡Yo ya voy otro día!
-¿En serio no te molestas? -preguntó Delia
-¿Molestarme? ¡Ja, ja, ja! -le respondí, disimulando todo mi fastidio- ¡Por nada del mundo! Me voy a mi casa, tengo que terminar mi tarea.
-¡Está bien! -exclamó ella
-¿Está bien? -le pregunté
-¡Sí! !Haz tu tarea y nos vemos mañana! -dijo, me sonrió y me abrazó como signo de despedida.
-Chau, brother -dijo Martín, me extendió la mano y se fue junto con Delia.

Martín subió a su bicicleta y luego ayudó a que Delia subiese a esta. Ambos se fueron y Delia me hizo 'adiós' con la mano. ¿Y yo? Yo me quedé parado como imbécil mirando cómo se iban. Estaba furioso: O era porque Delia me había hecho bajar de clases rápido sólo para verla irse con "su Martín" o era porque... ¡Sí pues! ¡Estaba celoso!

CAP XVI: Mismo rockero de la década de los 80

[Dibujos: Erii*]

Hicimos una tremenda artimaña para entrar al salón: esperamos que terminara la clase del profesor renegón, nos percatamos que nadie del salón estuviese mirando hacia la puerta (todos se encontraban tirándose papeles o fuera de su sitio), vigilamos que nadie nos viese entrar juntos (especialmente 'El Loco', que siempre nos molestaba) y entramos rápidamente al aula. Delia fue corriendo a su pupitre, que estaba en la esquina del salón, y yo, a mi pupitre de siempre: el de la segunda fila. Al menos las clases que siguieron después no fueron tan aburridas: Historia (mi curso favorito) y dos horas de Arte.

Cuando sonó la campana que anunciaba la hora de salida, sólo hubo una cosa que vino volando como avioncito de papel hacia mi mente: conocer al famoso amorío de mi amiga Delia. En un momento, sentí algo de flojera al pensar que tenía que bajar, saludar, conversar un rato y agradarle a un chico que ni siquiera tenía idea de quién era. Tuve ganas de decirle a Delia "¿Te parece si conozco otro día a tu amigo?" pero consideré muy desconsiderada de mi parte esa pregunta, así que opté por bajar con ella e ir al encuentro del bendito, digo, del famoso Martín.

-Estoy emocionada, estoy emocionada, estoy emocionada... -repetía como grabadora Delia, mientras bajábamos por las escaleras
-Dios... -suspiré- ¿Por qué serán tan escandalosas las mujeres? ¡Es sólo un chico... !
-¡Pero ese chico me gusta mucho! -dijo Delia, con empalagante felicidad en su voz
-Sí, pero... ¡Sólo está viniendo a verte y ya! -le dije, sin intención de matar su ilusión
-¡Pero yo estoy emocionada! -ella se sonrojó- ¿Me esperas? Quiero ir un rato al baño...
-¿Al baño? ¿Para qué? ¡Te ha de estar esperando afuera! -le dije, sin entender una vez más a las mujeres.
-Es que quiero verme un momento en el espejo... ¿Qué tal si me veo un poco mal?
-Te ves bien Delia -le dije, tratando de que se apresure.
-No sé... -dijo ella- ¡Espérame un momentito, ya vuelvo!

Delia entró corriendo al baño de mujeres y no hubo nada que la pudiese detener. ¿Qué me quedaba? Sólo esperarla en la puerta y desear que "su Martín" no se harte y se fuese. Los hombres somos impacientes: algo que odiamos es esperar. No entendemos por qué las chicas se demoran tanto al salir de sus casas, no entendemos por qué gastan tanto tiempo en arreglarse para hacernos esperar más de quince minutos en un sofá o en una puerta... ¡Son tan difíciles... !

-¡Ya! -dijo Delia, saliendo rápido del baño
-¿Qué te hiciste? -le pregunté, pues no notaba ningún cambio
-Sólo me peiné unos cuantos rizos que siempre salen alborotados de mi cabello y, pues, me fijé si mis brackets no están un poco despampanantes... -dijo ella
-Esta vez no tienen un color tan llamativo...
-¡Sí pues! Son color palo rosa esta vez... -sonrió
-Bueno -miré hacia otro lado-. Oye, debemos apurarnos porque sino "tu Martín" se irá y nunca lo habrás visto...
-Sí, tienes razón, ¡Vamos rápido! ¡Me muero de emoción! -dijo Delia, juntando sus manitos y haciendo un gesto tierno.

Ambos caminamos tan veloz como pudimos. En un momento, pensé y me pregunté a mi mismo: "Espera, ¿Qué haces corriendo como un loco para ver a un hombre en la puerta del colegio?", me sentí algo tonto al intentar responderme, pero en fin... ¡Todo fuese por mi amiga Delia! Tenía que conocer al chico que tanto le gustaba. Bueno, tampoco puedo negar que también sentía curiosidad por saber cómo era. Aunque ya me imaginaba su apariencia: un chico de parroquia... ¿Cómo podía ser? seguro de tamaño bajito, con lentes redondos (sin intenciones de aludir a Delia), y tal vez un poco nerd.... O bueno, tal vez estaba siendo demasiado prejuicioso.

-¡AHÍ ESTÁ! -exclamó Delia, cuando ya nos encontrábamos en el portón del colegio y la multitud de estudiantes salía con sus mochilas. La salida era un caos.
-¡¿Dónde está?! -le pregunté yo, incómodo por no poder verlo a causa de la multitud.
-¡AHÍ! ¡ESTÁ EN LA VEREDA DE AL FRENTE!

'La vereda de al frente' era una simple vereda frente a nuestro colegio donde los muchachos de otros colegios venían a visitar a las chicas del nuestro: los populares afanadores. Esos chicos insoportables que nos arrancaban a las chicas más lindas de nuestro colegio... Esos chicos que venían de colegios más caros y se paraban como aves rapaces al frente de nuestro colegio. En tiempos anteriores, muchos rondaban por ahí... Pero en ese tiempo las cosas habían cambiado un poco gracias a Virgilio: el nuevo vigilante del colegio. Éste tenía a toda la zona controlada.

-Oye, no lo veo... -le dije a Delia
-¡AHÍ ESTÁ! QUÉ VERGÜENZA... QUÉ VERGÜENZA... -y tras decir eso, Delia se ocultó tras de mi.
-Oye, oye, oye... -le dije- Espera... ¡Tienes que ir a saludarlo! No puedes acobardarte ahora... ¡Ya te conoce!
-Sí, pero me da un poco de vergüenza que me vea así... -dijo ella
-¿Cómo así?
-Con uniforme, con este cabello amarrado en una cola horrible, con mis tremendos lentes...
-¿No estás siempre así? -le pregunté, extrañado.
-Sí... -miró hacia el suelo- Pero cuando voy a la parroquia, me arreglo un poquito más...
-Bueno... -seguía sin entenderla- ¡No puedes hacer nada! Algo que odiamos los hombres es que nos hagan esperar, así que te conviene ir rápido a saludarlo.
-¡Pero tienes que venir conmigo!
-¿No prefieres ir sola? -le pregunté, con intenciones de animarla y con intenciones de irme pronto... Ya estaba sintiendo un poco de vergüenza también.
-También quiero que lo conozcas... -sonrió Delia
-Caray... ¡Ya bueno...! -asentí- ¿Pero dónde está? ¡No lo veo!
-Mira al frente, está en la tienda de al frente...

Yo me empiné, a pesar de que fuese un poco alto, y a la única persona que vi en la tienda fue a un hombre gordito. Éste comía unas papitas fritas y miraba hacia donde nos encontrábamos nosotros. Tenía el cabello lustroso (como acomodado con gel) y una ropa no muy agradable de ver: un polo desteñido y jean con huecos. "Wow", pensé, "Qué gustos los de Delia... "

-¿Un poquito parecido a Don Barriga del Chavo del Ocho, no crees? ¡Ja, ja, ja! -me reí, aunque luego me arrepentí inmediatamente.
-¿PERDÓN? -preguntó ella
-No, no... ¡No te ofendas! Sólo bromeaba... -le dije, arrepintiéndome más del chiste que había hecho.
-¡¿Pero a quién estás mirando tú?!
-¿Qué? ¡Al chico que está en la tienda!

Delia se acomodó los lentes y se empinó para ver a quién me refería. Ella se arregló el cabello, me tomó del brazo y me llevó hacia ella.

-¡Ese gordito no es Martín! -dijo Delia, entre risa y molestia.
-¿Ah no? -quería reirme- ¡¿Entonces quién es?!
-El de polo negro...

Un chico de polo negro, jeans gastados y un cigarro en la boca salía de la tienda. Usaba zapatillas enormes. Tenía el cabello castaño oscuro y ensortijado: mismo rockero de la década de los 80. Sus cejas pobladas, la tez blanca y la contextura delgada le daban la apariencia de ser un chico cool. ¡¿De qué se trataba esto?! ¡¿No era un chico parroquiano del que estábamos hablando?! ¡¿Este era un chico parroquiano?!

-Delia, ¿Me estás hablando del chico con pinta de rockero y un cigarrillo en la boca? -le pregunté.
-El mismo... -respondió ella, con voz enamorada.

Tuve ganas de vomitar.

domingo, 26 de septiembre de 2010

CAP XV: Te simpatizará, lo sé.

[Dibujos: Erii*]

Estábamos en clase de Matemáticas: uno de los cursos más aburridos para todos. Yo, en mi carpeta, me distraía escribiendo estrofas de canciones que venían a mi mente. En ese momento recordaba la canción "Angel" de Aerosmith, uno de mis grupos favoritos.

Mientras escribía en mi cuadernillo, también recordaba el día anterior: Delia y yo conversando en mi casa. Aún me costaba entender un poco cuán equivocado estaba al pensar que ella estaba enamorada de mi; sin embargo, el hecho ya no me causaba fastidio, sino gracia. Por una parte, mi orgullo había quedado un poco herido; pero por otra parte, estaba tranquilo. Yo no quería que Delia me quisiera como 'más que a un amigo': el simple hecho de no ser correspondida le hubiese dolido mucho. Porque sí pues, yo no sentía nada por Delia.

La campana que indicaba el comienzo del recreo sonó. Todos salieron del salón como animalitos encerrados en un corral por más de cien días. Parecía que la clase de Matemáticas hacía la mañana mucho más eterna.

-Oye traje mi pelota, ¿Vamos a jugar con la gente? -me dijo "El Loco", mientras hacía rebotar su pelota de básket en el suelo.
-Bajo en un rato -le contesté-. Tengo que hacer unas cosas antes.
-Seguro conversar con tu novia Delia... ja,ja,ja -río "El Loco"
-¡Para nada! -le dije, haciendo un chasquido con la boca- Después te cuento algo sobre eso, si quieres.
-Ja, ja -rió "El Loco", sujetando su pelota de básket- ¡Está bien! Te esperamos abajo.

Yo sabía que a "El Loco" le gustaba el chisme, así que eso fue lo más indicado decirle. Antes de ir al patio a jugar básket, quería 'fastidiar' un rato a Delia. Con 'fastidiar' me refiero a esa forma tan jocosa con la que los hombres solemos tratar a nuestras amigas de mayor confianza. Los codeos, las bromas, los chistes: esa era nuestra forma de fastidiar. De repente, me levanté de mi carpeta para buscarla donde siempre se sentaba (en la esquina del salón, al costado de la ventana), mas no se encontraba ahí. "¿Delia?" pregunté en el salón, suponiendo que se hallaba escondida detrás de algún pupitre. Fue algo extraño; ella siempre se quedaba durante el recreo a hacer dibujos en su cuadernillo. No verla en el salón me pareció inusual. En fin, decidí salir a jugar.

El juego de básket en el recreo fue un tanto aburrido: una que otra canasta para mi equipo y más de tres canastas para el equipo adversario. "El Loco", para variar, se hallaba furioso pues no había metido ninguna canasta. La campana que anunciaba el fin del recreo sonó y miles de caras disgustadas llenaban todo el patio del colegio: todos a estudiar de nuevo.

-¿Por qué no bajaste más rápido? ¡Hubiéramos ganado! -me dijo "El Loco"
-¿Qué? ¡Pero si tú juegas mejor que yo! -le contesté
-¡Igual, causa! Hubiéramos hecho más canastas si hubieses bajado rápido -dijo "El Loco"
-Ya -le dije, suspirando del cansancio- Es sólo un 'juego de recreo', Julio... Tranquilízate.

Pero esas palabras eran insuficientes para "El Loco": éste se tomaba todos los juegos de básket en serio. "El Loco" se dirigió al salón y, cuando yo estaba por ir también, me di cuenta que mis manos se hallaban terriblemente sucias. Fui corriendo al baño pues el profesor que tocaba enseñarnos era un viejito impaciente, de esos que te cierran la puerta si llegas cinco minutos tarde. Así que di una lavada rápida a mis manos y fui corriendo al salón. En el camino, escuché una vocecilla muy particular. "¿Pero a qué hora vienes realmente?", dijo la supuesta voz; "¿A las tres? Bueno, no me demoraré en salir", dijo la voz de nuevo. Me acerqué al teléfono público de nuestro colegio, de donde provenía la voz, y la vi ahí, casi escondida.

-¿Delia? -dije, sonriendo- ¿Qué haces aquí? ¡Ja, ja, ja!
-¡Ricardo! -exclamó ella, asustada- "Oye, debo colgar, nos vemos a las tres" -le dijo al teléfono y colgó.
-¿Qué pasó? ¿Por qué no estás en clase? -le pregunté, frunciendo el ceño.
-¡No te imaginas quién viene hoy día al colegio! -dijo ella, mostrando sus enormes brackets en una enorme sonrisa e ignorando mi pregunta.
-¡Ni idea... ! -le contesté- ¿Quién? ¿Mickey Mouse? -le dije, queriendo hacerla reír.
-¡No, payaso! -dijo ella, ignorando mi chiste también- ¡¡¡Viene Martín!!!
-¿Qué?
-¡Viene Martín al colegio! -repitió ella, mucho más feliz
-¿Por qué? -le pregunté
-¡Viene a verme! ¡Viene a recogerme en la salida! ¡Estoy tan feliz! -me abrazó.
-¿Pero por qué? -le pregunté, sin entender aún- Es decir... ¿Ya son novios o qué?
-No, para nada -contestó ella-. Sólo que quiere venir a recogerme, nada más...
-¡Ah... ! -respondí- ¡Qué bueno por ti!
-¡¡¡Te lo voy a presentar!!!
-¡¿Qué?! -pregunté en un grito, desconcertado.

¿Por qué tenía que presentármelo? ¡Qué extraña e incómoda situación iba a ser! No me imaginaba a Delia trayendo consigo a un chico parroquiano, de lentes y con pinta de santo y yo estrechándole la mano para ser amigos los tres. No, no, no... La situación era extraña de por sí. Yo era amigo de Delia; no de su 'futuro enamorado parroquiano'. Pues sí, sí pretendía rechazar la oferta de que me lo presente.

-¿Qué pasa? -preguntó Delia- ¿No quieres que te lo presente? -su rostro mostró una evidente tristeza.
-¿Qué? -le dije, tratando de inventar una respuesta posible- No, no es eso...
-¿Entonces?
-Es que... -no sabía que decirle- Bueno... -no tenía una respuesta posible- ¡Ya, ya, ya! Está bien, preséntalo... -no pude decirle que no.
-¡Yee! -Delia me abrazó de nuevo.
-Pero no te aseguro que me simpatice del todo, ¿Está bien? -le dije, mostrándole una sonrisa.
-Ja, ja, ja... ¿Por qué no? -me preguntó
-No sé... ¡Puedo estar celoso de que se 'roben' a mi mejor amiga! -le bromeé, aunque sin saber 'cuánto de broma' tenía esa respuesta.
-No te preocupes -respondió ella- Te simpatizará, lo sé.

Ambos subimos por las escaleras y nos fuimos al salón de clases, lo cual fue en vano porque el profesor ya había cerrado la puerta. "¿Qué hacemos?" nos preguntamos uno al otro; "No sé", respondimos también cada uno. Percatándonos de que la directora no estuviese cerca, nos sentamos en una de las escaleras a conversar sobre la vida, como siempre lo hacíamos. Los temas de conversación nunca se acaban entre ella y yo.

sábado, 25 de septiembre de 2010

CAP XIV: No hay ninguna como tú

[Dibujos: Erii]

Lo admito: yo no tenía ni la más mínima idea de quién era "Lucía". Sólo sabía que Lucía se volvería mi gran mentira a partir de ese momento; mi gran personaje inventado para no quedar mal ante mi amiga Delia. ¿Cómo pude pensar que yo le gustaba Delia? ¿Acaso yo era un chico muy guapo para gustarle? ¿Por qué tenía que ser necesariamente yo? Después de escuchar la historia del famoso ‘Martín’, quedé convencido: yo había estado actuando como un estúpido. ¡Todo ese tiempo había creído que Delia moría por mi! Sí que había sido tonto…

-¿Y quién es Lucía? –preguntó Delia- ¿Ves que tú tampoco me cuentas todas tus cosas?

-Yo creo que es diferente –le respondí-. A Lucía recién acabo de conocerla; en cambio tú ya conocías al tal Martín desde hace tiempo…

-Sí pero recién empieza a gustarme de verdad –se defendió Delia.

-Bueno… ¡No tiene importancia! –le dije, intentando mutilar el tema de una vez por todas.

-Ricardo… -dijo Delia, con un timbre de voz bajo

-¿Sí?

-¿Sabes? Prometo tener más confianza en ti –dijo ella, mostrando sus brackets de colores con una gran sonrisa- No te comenté nada de Martín porque, como ya te dije, tenía mucho miedo de que no me creyeras…

-No tienes por qué contarme todas tus cosas –le dije, a secas.

-No es que sea mi deber, pero… -hizo una pausa- Te considero mi único mejor amigo, así que lo único que tengo es necesidad de contarte algunas cosas mías.

Delia dijo eso y yo no sabía hacia qué lugar de mi sala mirar. Delia dijo eso y sentí una mínima cantidad de agua en mis ojos. Agua salada. ¡¿Por qué tenía ganas de llorar?! Me sentía tan ridiculizado, tan humillado… Todo el tiempo había creído que yo era por quien Delia moría y todo ese tiempo había estado equivocado. Es cierto que yo no quería que ella estuviese enamorada de mi, pero admitiré que me desilusioné mucho al saber la verdad. Delia no me gustaba… ¡Delia no me gustaba! No sabía por qué me sentía así… Me sentía como un trapo viejo… Ella y yo sólo éramos mejores amigos… ¡¿Por qué tenía que apenarme eso?! ¡Siempre había sido así! Me sentía un loco…

-Oye, ¿Estás bien? –preguntó ella

-¿Ah? –había despertado de mi ensueño- Sí estoy bien ¿Por qué?

-Te quedaste ido… -dijo Delia

-No –le contesté- Estoy bien.

-Bueno, debo irme –dijo Delia, sonriendo de nuevo-. Tengo que estudiar para mañana y me he quedado un gran rato aquí en tu casa.

Delia se levantó del sofá, agarró el regalo envuelto en un paquete azul y se dirigió a la puerta de mi casa para salir.

-¡Delia! –exclamé, como si hubiese estado muy lejos de donde estaba yo.

-¿Sí? ¿Qué pasó? –preguntó ella.

Avancé los tres pasos que nos distanciaban, me esforcé en dibujar una sonrisa en mi rostro y, por último, la miré fijamente a esos dos lentes de gran marco negro que protegían sus ojos.

-Estoy feliz de que seas mi mejor amiga –le dije- Yo tengo varias amigas… ¡Pero no hay ninguna como tú!

Delia hizo la sonrisa más grande de todas, me miró con alegría y me abrazó tan fuerte como lo había hecho un momento antes.

-Gracias por tu amistad, Ricardo –dijo, y me dio un beso en el cachete- Debo irme… Cuídate, ¡Nos vemos mañana!

-¡Nos vemos mañana! –me despedí.

Ese tarde, muy larga a decir verdad, supe tres cosas: En primer lugar, yo era un paranoico. ¿Sólo porque ella y yo fuésemos buenos amigos significaría que ella estaba enamorada de mi? Incluso mis malos pensamientos hicieron que casi no desee hablar con ella. Debía curar eso. En segundo lugar, Delia era una de las personas más geniales que había conocido. ¿Por qué me había dejado llevar siempre por la ‘etiqueta’ que todos le habían puesto? ¿Actuamos como carneros cuando somos jóvenes? También debía curar eso. En tercer lugar, Delia me apreciaba y no importaba si yo no le gustaba: yo tampoco estaba buscando eso. Ella me quería; ella y yo éramos mejores amigos y eso era lo importante. ¡Ah! Y ese regalo de envoltorio azul no fue para mi, sólo por si se acuerdan de él.