viernes, 27 de noviembre de 2009

Una Pandereta suena(8)


Este post pensaba escribirlo justo unos días antes de la hermosa Navidad, sin embargo, los villancicos que escucho ahora en mi computadora no pueden evitar ser motor de inspiración para escribir en este momento.

Falta poco menos de un mes para que llegue el veinticinco de diciembre, mas todos sabemos que la publicidad consumista nos anuncia la navidad como si estuviera a solo un paso cuando realmente se encuentra a dos meses de distancia. De todas formas, me anima cuando el ambiente se torna navideño asi estemos aún muy lejos de la fecha. Será que este post puede tratarse de un ligero recuerdo acerca de mis navidades vividas... bueno, no de lo que sucedió en cada una de las dieciocho navidades que he visto pasar, sino sobre lo que con más cariño recuerdo de las viejas navidades en casa.

Todos entendemos que los niños se emocionan con la Navidad especialmente por los regalos. Por eso, sin la intención de sonar materialista, recuerdo como veía la Navidad en esos años. Era una cosa loca de despertar en la mañana del veinticuatro y preguntarle a mi mamá: "¿Ya es Navidad?" y ella sin demorar responder: "Sí pero en la noche, no seas curiosa con los regalos". Entonces, bajar las escaleras e ir corriendo a husmear en los obsequios. Examinaba sus formas, suponía qué podían ser... Era esa emoción que siente todo niño cuando ve frente a sus ojos una caja envuelta dentro de la cual podría estar el juguete que más quiso tener en el año. A esa edad, unos cinco o seis años, me enloquecía cuando encontraba en los regalos una Barbie nueva.

No solo era la satisfacción de estar el mismo día de Navidad en casa, ese gusto ya venía desde días atrás, cuando la Tía Griselda armaba el arcaico nacimiento y el viejo árbol de Navidad también. Esa es la parte que recuerdo con más cariño de mis navidades de pequeña, tal vez porque ya no veo ahora un árbol o un nacimiento que adorne la sala en la noche navideña. Claro que no son algo que condicione a celebrar la Navidad, pero no verlos ya me provoca un poquito de nostalgia. Mi tía era la valiente para abrir las cajas donde se guardaban las piezitas del nacimiento que, mayormente, cada fin de año nos sorprendían con una arañita encima y uno que otro bichito. Ella tenía el gusto, junto con la ayudante del hogar, para decorar el nacimiento y las esferas de color en el árbol. Mi mamá también tenía talento para adornar todo en ese tiempo, pero ella estaba un poquito más ocupada en su trabajo durante esas fechas así que era mucho más fácil tener la ayuda de mi tía y la ayudante de la casa.

Regresando al veinticuatro de diciembre, recuerdo especialmente una navidad donde casi caí en la tentación de abrir los regalos en la mañana cuando mi mamá se había ido de compras al mercado. No me acuerdo de la navidad completa, pero sí del momento en que salí disparada como cohete del cuarto de mi hermano (mi mamá le habría encargado que me cuide) para poder curiosear los presentes. Mi hermano se encontraba viendo los Looney Tunes y comiendo su desayuno, cuando se dio cuenta y me dijo algo como: "¡Hey! ¡No seas curiosa!" y yo, enseguida, dejé de intentarlo. No es un episodio completo, pero supongo que el hecho de recordar a mi hermano viendo dibujitos animados y adivirtiéndome que no vea los obsequios es una imagen representativa de cómo empezaban nuestras navidades.

Era costumbre ir todas las noches del veinticuatro a la casa de mis padrinos. Déjabamos en casa sonando el tocadiscos de mi abuelo con los lindos villancicos. Los villancicos... otra cosa que me alegra escuchar, como ahorita en mi PC, porque me hace acordar tanto a esa emoción que sentía de niña en Navidad. Recuerdo los discos del tamaño de azafate que tenía mi abuelo, eran geniales. Retornando a lo de mis padrinos, íbamos a su casa porque ya era una tradición. Mis padrinos tienen una hija de mi edad y con ella siempre intercambiábamos regalos. Esa tradición se fue disipando con el tiempo. Pero sí que es bonito acordarme del trayecto de la casa de mis padrinos hacia la mía, cuando regresábamos con mis papás por ese pasaje viejo... En una de esas, me regalaron mi Chilindrina de trapo, recuerdo... Otro pedazo de noche navideña que viene a mi mente.

Cuando volvíamos a casa, mi abuelo ya estaba afuera de su cuarto esperándonos sentadito en la sala. Es muy tierna esa imagen de mi abuelo sentado en el sillón cerca de la ventana, de hecho una forma más de recordar las navidades viejas. Se prendían las lucecitas, los villancicos hacían más bella la noche, mi mamá preparaba el chocolate y mi papá con mi hermano iban a recoger el pavo... ¿Y yo? Por ahí, en el cuarto de mis padres esperando que sean las doce.

¡Llegaban las doce! Teníamos la radio prendida que nos anunciaba cuando eran las doce en punto... Nos abrazábamos unos con otros y salíamos enseguida a ver los fuegos artificiales que derramaban magia en el cielo. "Oye ven para acá", me decía una voz con dulzura... No sé si era mi mamá o mi abuelo, pero me llamaba a hacer lo más importante de la noche navideña, bueno, madrugada navideña: Destapar al Niñito Jesús como simbolo de su nacimiento y darle un beso en la frente como expresión de nuestro amor. Era el grande Niño Jesús de yeso de mi abuela a la que nunca conocí. Pasaba de mano en mano por cada uno, bueno, de repente de mi hermanito no porque él es ateo. Tomábamos el chocolate, comíamos el panetón... Recuerdo que le dábamos su gran plato de pavo y su súper pedazo de panetón al vigilante que cuidaba afuera, hasta ahora sigue esa costumbre. Luego de esto, venía la esperada apertura de regalos y mi sonrisa casi sin dientes después de ver la Barbie nueva que me obsequiaba papá y mamá.

Han ido pasando los años y fuimos cambiando yo y la Navidad. De acuerdo a lo que iba creciendo, maduraba y me daba cuenta que no todo era regalos y, sobretodo, comencé a pensar en todos los niños que estaban afuera en las calles sin conocer que en Navidad se da un regalo o sin haber probado el placer de una cena navideña en familia. Fui creciendo y esa emoción por los regalos no se perdía mientras fuera niña, mas poco a poco aprendía lo que estaba detrás de la Navidad: Compartir con los que más quieres. Tuve la dicha de llevar un obsequio navideño a unos niños abandonados hace dos años junto a un grupo de la parroquia (ya no soy asidua a la Parroquia pero se extraña eso) y ahí, sin darme cuenta, aprendí a vivir un poco más el verdadero sentido de esta fiesta. Este año me toca hacer vivir la Navidad a varios niños enfermos en el hospital gracias al Voluntariado. A esto, si Dios quiere, espero nunca renunciar.

Ya es evidente que no me gustaría volver nunca al materialismo no intencionado que se tiene de niño durante las fiestas, pero si que me encantaría ver el nacimiento, el arbolito, los villancicos y al Niño Jesús a quien besábamos a las doce. Mi post puede parecer una queja a cómo celebramos la Navidad hoy pero puedo asegurar que no es así. La pasamos en familia, compartimos todos y nos divertimos muchísimo. Mas, mi post sí puede significar un pequeño grito que dice: "¡Hey! Echo de menos los villancicos del abuelo, el nacimiento y el Niño Jesús de la abuela, y el arbolito también... ¿Dónde están?". Bueno... ¡Tal vez no el tocadiscos del abuelito! pero sí los villancicos que ahora ya se encuentran en CD. Puede sonar loco, pero de alguna forma muy extraña cuando bésabamos al Niño Jesús y escuchábamos los villancicos, podía sentir que la abuelita estaba con nosotros esa misma noche. Es una idea rara pero pasando la Navidad así, yo sentía que la conocía. Podemos pasarla genial ahora haciendo de la noche algo entretenido, porque tampoco soy muy amiga de los ritos católicos que aburren y no son del todo sinceros; pero se extraña un poquito, por no decir mucho, sentir que celebro el nacimiento de Jesús. Somos tan diversos en casa: mi hermano es ateo, mi abuelo y mi papá católicos que se golpean el pecho y mi mamá y yo creyentes pero no amigas de la Iglesia Católica... Una cosa muy rara pero aún así sabemos celebrar la Navidad compartiendo en familia, lo más importante de la fiesta. A pesar de eso, ojalá se pueda usar de nuevo los animalitos viejos del nacimiento de mi abuela, ver otra vez las guirnaldas que adornaban el árbol y también, regresar a la costumbre de tener a un Niño Jesús de yeso como imagen del real. Seguro ya es un poquito difícil ahora, mas sé que se podrá revivir una navidad parecida algún día. En este instante, solo quiero que sea veinticinco de diciembre sin importar lo mucho que extrañe lo mencionado en este post. Como dice la canción: Noche de Paz... deseo acabar con las malditos exámenes finales y poder compartir la noche navideña en familia, en paz. Así creamos en diferentes cosas cada uno, solamente celebrando la Navidad en familia con amor, el elemento esencial que quíso el Niño Jesús en nuestras vidas. Viviendo el amor es la mejor forma de celebrar la Navidad.

Coqui! Nueva alegría!



No es de agradarme mucho el escribir sobre mis experiencias personales. Por lo general, cuando posteo algo que tiene que ver conmigo, puede estar en la entrada que menos esperas... Es decir, no me gusta señalar si cada post se refiere a algo que me pasó, etc... 'algo solapado'. Si en algún momento lo hago es porque veo necesario expresar lo que siento... tal vez una emoción fuerte, una alegría incontrolabe, o una pena grande como la muerte de mi conejito Gummy. Por eso, de repente, ahora se me haga más fácil aplicar la etiqueta "Sobre mí" en algunas entradas, pero espero que sean en pocas... no me gustaría ver mi blog convertido en un diario personal, jo. Mas me alegra tener este espacio, asi el blog no sea un sitio web famoso, para explayar lo que siento realmente.

Bueno, solo para los que supieron y leyeron las dos entradas anteriores a "Una idea simbolista", quería darles la buena noticia que la muerte de mi conejito ya es un suceso superado. Me chocó mucho pero después de una semana pude aceptarlo. Me gustaría contar por aquí, aunque varios ya se enteraron, que tengo un nuevo conejito. No pedí uno inmediatamente, por si acaso, mi abuelito me lo compró porque le dio pena verme tan triste. Este se llama Coquito, tuvo una buena diferencia de precio al del anterior conejito y SÍ fue puesto en venta justamente. Está sano y tiene buen crecimiento. Debo decir que en este momento recuerdo el salvajismo que hicieron con mi anterior conejo de venderlo tan pequeño y me pongo algo triste de nuevo... Queda en mi memoria el bonito recuerdo que le dí el mejor cuidado y mi mayor amor; por desgracia, él ya había venido malito a la casa. Pero este post es para alegrar, quería comentar nada más que el conejito es una lindura. Se llama "Coquito" y es un conejo engreído. Le encanta subirse a mis piernas para que lo acaricie y tiene un tremendo apetito. Es algo turbado (puede parecerse a la dueña), me desespera un poco porque hay veces que corre de la nada, pero es chistoso... luego viene hacia mi buscando refugio. Tengo que decir que me siento muy feliz, si no hubiera sido por este conejito me habría sido bastante difícil tener que ver todos los días hacia el costado de mi cama y encontrar vacío el sitio que ocupaba Gummy. Gracias "Coquito" por robarme sonrisas... y gracias al abuelito por darme una nueva felicidad al comprármelo.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Una idea simbolista

La idea extraña surgió en la clase de teatro. Estábamos estudiando el Simbolismo cuando el profesor nos explicó el concepto de este con un ejemplo: "En ese tiempo buscaban representar algunas cosas, como dice su nombre, simbólicamente... ¿Lo entienden?" y como dice un amigo: "Grillo" (significa que todo quedó en silencio)... el salón se quedó callado. No sé si por timidez o porque no entendían, al menos yo ya estaba empezando a quedarme dormida porque ese tema lo había estudiado muy bien en el colegio. El profesor dijo de nuevo: "Está bien... Tomémoslo así, piensen que un artista va a pintar una escena de ustedes... o ya, algo mejor, imaginen que hará una pintura de ustedes y su enamorado o enamorada... Imagínense tal cosa... ¿Cómo representan esa idea en su cabeza? ¿Cómo creen que sería la pintura de ustedes y su pareja?" Entonces, mi mente comenzó a divagar: "¿Cómo nos veríamos él y yo?" y empecé a imagiar y a imaginar, a crear en mi cabeza una vez más...

Si tú y yo fuéramos retratados en una pintura, seríamos la escena perfecta. Estuviéramos paseando, tomados de la mano, por un campo inacabable y de verdor brillante. Las flores nos rodearían y regalarían su adictivo aroma. El sol resplandecería sin dejar que sus rayos quemen nuestra piel. Y los colores... Los colores de finos matices inventados por un pincel.

Nos vi corriendo y cayendo en la parte más linda del campo, quedando echados y mirándonos como cuando nos enamoramos. No era un cuento de hadas, no era la pintura más rosa... era una obra sencilla de la más artística persona. Y nos decíamos cosas, frases con palabras cortas pero de largo sentido. Y me llamaste "hermosa", porque tu sabías lo que deseaban mis oídos.

La pintura simbolista representaría amor y amistad, porque unimos aquellos dos para hacer esto realidad. Con algo de agua y mucho color, quedaban partes de acuarela y se veían mejor. El pincel era normal, las cerdas incluso abiertas... pero con una mano artística cualquier pintura es bella.

Así era nuestro cuadro, con materiales primarios y por manos de experto... Un ambiente creativo y personajes muy ciertos. La pintura no se vendió, tampoco se prestó y menos regaló... Quedó escondida en un en una guarida, hasta que nacieran las personas que al cuadro dieran vida. Y aquí estamos nosotros, dando vida a tal obra, donde en mi mente es el boceto y los colores nuestra historia.

Entonces, terminó la hora de clase... Y la gente entendió el simbolismo, a su manera.


lunes, 9 de noviembre de 2009

Te extraño



11:47 pm. del siguiente día al que te fuiste:

Aún tengo en mi cabeza la imagen de tu cuerpito pequeñito retorciéndose de dolor en las manos de mi papá. Eras un bebé que fue alejado de su mamá y vendido cruelmente sin importar lo que pasaría con tu vida ni los sentimientos de quien quería ser tu dueña y por supuesto, quien te quería como tu mamá. Tu carita indefensa que vi los últimos días que estuviste conmigo, ayer era diferente... Tu hociquito abierto no lo había visto antes y tampoco cómo te móvías... Fue una escena muy horrible, qué puedo decir ahora... Me haces mucha falta. Creo que soy demasiado sensible, tal vez una llorona estúpida como me llaman algunos... Pero no creo poder arrepentirme de estar llorando esta vez, cuando mi cuarto está en silencio y pienso para mí: "Pensar que me estaba acostumbrando a sacarte en las noches y que duermas en mis manos", entonces, al ver tu casita vacía es que lloro... Y odio todo... Y quisiera tenerte de nuevo conmigo!!! Qué fatal... Sigo pregúntandome POR QUÉ A MI y POR QUÉ A TI... Es increíble cómo te aprendí amar desde que te vi, ahora es totalmente difícil arrancarte de mi... Si no hubieras sido tan tierno, tan adorable, tan pequeño, tan bebé... Te amaré siempre :'( .

domingo, 8 de noviembre de 2009

My little Gummy


Hace varios días mi mamá vino con una noticia bonita a la casa:

-La hija de mi mamá acaba de comprar un conejo. Lo he visto y es hermoso, bastante tranquilo y lo mejor es que está a un precio barato. Lo compraron en... (...)
-¿De verdad? ¿Será posible tener uno? 'Por favor!

Antes estaba con el gusto de tener un gato, pero tanto me desanimaron que me gustó la nueva idea de un conejito.

-Claro, vamos a ver cómo es, pues. Pero tú lo cuidas...
-¡Sí! ¡Yo lo cuido!
-Ahora solo falta convencer a tu papá y decirle si puede ir a comprarlo.

Cuando llegó mi papá a la casa no dudé en pedírselo recibiendo como respuesta seguida: "¿Qué? ¿Otro animal? No, no, no... nada de eso" y yo le repetía: "¡Papá, por favor! ¡Te prometo que yo lo cuido, por favor!". Mi padre parecía mantenerse firme en su decisión, pero después de unos minutos y con cariño en la voz me dijo: "Ya, voy a intentar buscar al hombre que los vende"
Al siguiente día, en plena noche, pasamos dos horas tratando de localizar al señor que los vendía. Parecía que nunca iba a tener al conejito, hasta que la noche después mi papá lo encontró. Mi papá regresó a la casa con un conejito pequeño en las manos, era tan chiquito que cabía en una sola mano. Mi mamá y yo mirábamos de la ventana con una tremenda sonrisa en la cara.

-¡Que se llame "Gomita"! -dije (yo siempre con mis nombres extraños)
-Está bien, "Gomita" -dijo mamá

Leí las indicaciones de su cuidado y me prometí criarlo de manera responsable y con adecuado cariño. Estaba demasiado feliz: era una mascota ideal, era lo más tierno que había podido ver. Lo pusimos en su 'casita momentánea'' y lo tapamos para que pudiese dormir. Era un conejito blanco, con manchas negras y orejitas de ese mismo color.

En la mañana siguiente, me desperté apresuradamente para poder atenderlo. Limpié su casita, fui corriendo al mercado a buscar su comida (ni yo me creía estar haciendo eso porque la verdad soy algo floja) y lo dejé bien cuidadito. Antes de irme a la universidad, lo tomé en mis brazos y lo dejé que salte un poco en el suelo. Era feliz viéndolo saltar en mi cuarto, lo mejor de todo era ver cómo me seguía. Parecía que me miraba como si fuese su mamá. Y lo era. Cuando volví de la universidad, lo primero que hice fue ir a tenerlo en mis manos y a jugar con él de nuevo. Yo avanzaba, él me perseguía. Se metía entre mis piernas, le gustaba lamer mi mano y simplemente, era perfecto. Noté que no podía tomar agua, en realidad no quería tomarla. Así que mojaba con agua mis dedos y él lamía de ellos. De verdad, yo sentía que él era mi bebé.

Todo el día estuve atenta de él: lo contemplaba, lo acariciaba, le dejaba su espacio libre, lo cuidaba tanto... Fue un día que, aparte de sentirme feliz con mi nueva mascota, me hizo sentir con más responsabilidades. En la noche, él se acosto en mi pecho y durmió tranquilo. "Mi pequeña bolita tierna", eso era él. Mas seguía sin tomar agua, eso era lo extraño. Pero yo estaba dándole siempre de mis dedos.

Hoy me desperté y lo miré, mi mamá limpió su casita porque yo me había quedado dormida bastante tiempo (así es normalmente en los domingos). Mi hermano vino al segundo piso y lo conoció. Lo cargó y el conejito, sociable como siempre, saltó por todo lado... Me robaba tantas sonrisas verlo saltar y esconderse en cada rinconcito de mi cuarto y que cuando lo llamaran haciendo un sonido con la boca, viniera hacia las manos de uno. Unos minutos más tarde, me senté un rato en la computadora para entretenerme un poco, me habré quedado media o una hora completa. El conejito salía de su casita cada tres o dos horas. Entonces, me volteé para tenerlo de nuevo conmigo y ponerme a jugar un rato con él. Cuando lo ví, estaba extraño: acurrucado en un rinconcito... Yo sabía que no era normal.

-Mamá algo tiene... ¡¿Qué tiene?! -fui diciendo mientras corría hacia el cuarto de mis papás

Lo eché en la cama de mis padres y el conejito yacía echado sin poder moverse

-¡Mamá qué le pasa! -y se me iban humedeciendo los ojos

Mi papá lo sostuvo y le dio calor, pero el conejito iba perdiendo sus fuerzas. Yo empezaba a llorar, sabía que estaba por pasarle algo. Mi mamá también comenzaba a echar lágrimas. "Gomita" fue debilitándose y siempre va a quedar en mi memoria sus patitas retorciéndose y su carita buscando algo.

-¡Seguro quiere agua! ¿No le han dado agua? -preguntó mi papá
-¡Nunca quiso tomar agua! Siempre le he dado de mis dedos y tomaba lo que quería. Papá, te juro que lo he cuidado demasiado bien. Es decir, sí ha tomado el agua que necesitó. He estado pendiente de ello todos estos días.

Y la verdad es que a ellos le constaba, pero en ese momento nadie buscaba constarse de la responsabilidad de alguno porque los tres nos habíamos propuesto tratarlo con delicadeza. Y así lo hicimos.

"Gomita" parecía que iba a recuperarse, pero de a momentos se debilitaba más. "Gomita, no me dejes...", le lloraba. Se me hacía imposible creer cómo íba a morir la criaturita que amé desde el primero momento que la vi, no quería que llegara el momento funesto en que se fuera de mi

-Ya murió -exclamó papá

Yo no le hice caso a nada. Me olvidé de mis dieciocho años encima y me fui corriendo a mi cuarto, sola, a llorar como la niña que podía tener dentro y muchas veces salía. "Puta madre, ¡¿Por qué a mi?! ¡¿Por qué si lo cuidé tanto?! ¡¿Por qué?!" ... Su pérdida hizo que este día tenga la peor mañana de mi vida. Recién ayer había subido sus fotos al facebook, ni siquiera había subido los videos suyos, ni siquiera le había contado sobre él a mi mejor amigo... y yo ya me había acostumbrado a la suavidad de su pelaje rosando mi cara, el tenerlo en mis manos y que duerma en mi pecho... No hay dudas que desde que se fue, hace unas horas, dejó un vacío enorme en mi. Me ha costado tener que dejar de llorar ysentarme aquí a escribir esto. "Mejor escribo sobre lo que ha pasado en unos días, o tal vez mucho después", pensé, pero me sentí con la fuerza indicada porque ya lo asumí y estoy más tranquila. Era muy pequeño, era muy bebé para ser vendido... Al parecer, el conejo de la amiga de mi mamá fue un poco más grande o tal vez, más fuerte. Ya no deseo seguir atormentándome con la idea de que fue muy bebé para estar separado de su madre, ojalá lo hubiéramos sabido antes de comprarlo. Ya para qué seguir atormentándome con la maldita causa. Me queda aceptar que te fuiste, después de unas horas con grandes lagrimones y sin dudar que vuelvan de nuevo ahorita o más tarde, me queda tener que ser fuerte cuando veo tu casita vacía. Pensar que has sido una mascotita... ni hablar de si hubieras sido una persona... Pero no tiene caso comparar ahora, para mi has sido lo más tierno que he tenido... Fuiste mi pequeño bebé y te amo asi ya no estés conmigo, gracias por darme la oportunidad de tener algo tan lindo bajo mi cuidado. Es el mejor recuerdo, debo decir.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Good Bye




Si pregunta por mi, solo dile lo siguiente:

Dile que me he ido muy lejos, porque ahora un 'lejos' es mejor.
Dile que tomé prestado su abrigo, porque mi corazón sufre de frío.
Dile que le dejé una taza de café para la larga espera de mi regreso imaginario,
y dile también que me llevé todo el alimento, porque ahora yo me lo merezco.

Dile, por favor, que no intente buscarme en la estación del tren,
porque si lo veo aparecer, mi escape no resultará como debe de ser.
Dile que sí, que sí estoy escapando. Que ahora huyo de sus manos,
que corro y me libero de este amor inanimado y las sonrisas de plástico.

Dile, por último, que yo sé cuánto me quiso y que lo quise yo también,
pero los años nos han convertido en extraños y eso no debió de suceder.
Dile finalmente que en mi brazo aún están su nombre y cariño tatuados,
porque al primer amor nunca se olvida, mucho menos después de tres bellos años.

El silencio de su llanto


Photo by
E.kay


Si no hubieras dejado esta hermosa rosa,

todo sería tan fácil... más facil que ahora.
Si no hubieras dejado tu perfume impregnado,
mis sentidos te habrían olvidado... en el pasado arrojado.

Pero no solo has dejado dolorosos detalles,
dejaste conmigo un corazón, tu viejo corazón.
Está en mi cofre de estampas primaverales,
donde guardo los recuerdos regalados con amor.

¿Qué hago si no estás? ¿Qué hago con tu vetusto corazón?
¿Qué hago con el pasado en mis manos? ¿Qué hace el pasado preguntando?
Antes de irte, debiste dejar el manual doblado en dos
para saber qué hacer cuando dejaras al corazón, mi corazón, partido en dos.


miércoles, 4 de noviembre de 2009

Don't wanna grow up

Photo by
Bekinaz


Me pregunto cómo sería no conocer la palabra
crecer...

Cuando somos niños, jugamos a ser la mamá o el famoso doctor,
nuestro mundo está lleno de imaginación y color.
¿Recuerdas cómo se sentía tener cuatro años?
Solo esperabas terminar la comida para seguir con la diversión:
las muñecas de plástico o las figuras de acción.

Las mañanas estaban cargadas de energía,
no importaba lo que saliera a diario en las noticias,
éramos niños y vivíamos en nuestro mundo de fantasía.
No existía el doble sentido y tampoco la ironía,
lo que existía era inocencia y tal vez, una sana picardía.

No necesitábamos de un cigarro para buscar la inspiración,
la creatividad era espontánea y sin preocupación.
No necesitábamos para ahogar las penas una copa con alcohol,
en esos tiempos nos bastaba una caricia y una dulce canción.

No conocíamos las heridas causadas por decepción de amor,
nosotros conocíamos las heridas después de un tropezón.
Tropezones de tanto correr... correr tras de nuestros sueños,
sin que importe lo lejanos que fueran estos.

Y si caía una lágrima, no era obra de la angustia ni el estrés,
era del cuco imaginario que nos asustaba al no querer comer.
Y si había una sonrisa, no era por el éxito de tu primera cita,
era obra de la abuela cuando traía una golosina.

Dichosos los que tenemos en el fondo nuestro corazón de niño, sea cual sea haya sido la infancia, dichosos los que guardamos un poco del corazón que teníamos en esta etapa.

Me pregunto cómo sería no conocer la palabra crecer...