miércoles, 14 de octubre de 2009

Luyanosveremos

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Se supone que debería estar estudiando en este momento para el examen de matemática del sábado, pero he elegido quedarme un rato en la sala de cómputo de mi universidad porque recién acabo de salir de un examen y mi cabeza explota de agotamiento. Vale un merecido descanso de media hora antes de seguir con el extenuante estudio.
Hace muchos días que no entro al blog y la necesidad se siente asi no tenga tiempo de escribir algo, por eso tengo ganas de escribir sobre lo que sea ahora... no sabía exactamente pero ahora ya tengo una idea sobre qué puede ser. Pensé que sería mejor iniciar mirando unas fotos para inspirarme y poder escribir algo nuevo, entonces fue que se me ocurrió tipear en el buscador la palabra Luya. ¿Y qué diablos es Luya?, te preguntarás... bueno, es la provincia de Amazonas (departamento del Perú) donde nació mi papá. Es un lugar al cual tengo mucho cariño porque ahí se encuentra una buena parte de mi familia y también, amigos muy queridos. Es así como opté por escribir sobre este sitio tan bonito que me trae recuerdos únicos y de solo pensar en él tengo unas incontrolables ganas de viajar ya mismo.
La primera vez que fui fue cuando tenía diez años, la idea de estar todo un día entero dentro de un ómnibus para llegar a Amazonas era emocionante. Aunque, como de pequeña siempre he sido miedosa, recuerdo que tenía la sensación de claustrofobia de vez en cuando, aparte del temor por los precipicios. Mi primer viaje sin duda fue algo inolvidable, el motivo por el que fuimos era para celebrar el bautizo de mi primo (en ese tiempo con 4 años), si no hubiera sido por eso tal vez me habría demorado bastante en conocer el lugar donde nació mi querido papá. En ese primer viaje conocí a varias personas, como el popular Don Pancho y su esposa Doña Maggie (amigos de la familia), mi no conocido tío hasta ese entonces: Cesar, mis tres primas hijas del primo de mi padre (un primo muy estimado por la familia) y muchas mas 'tías' (en serio conocí a muchas tías mías) entre las cuales destacan una Tía Lola con su generosidad de siempre y su voz que no deja de escucharse a dos cuadras de la casa y una Tía Yubitzah (a ella ya la conocía de antes, pero en este viaje pude conocerla mejor). Recuerdo que en este viaje fue la primera vez que probé los juanes, deliciosos y sin comparación. Probé por primera vez la auténtica sopa de gallina, el original arroz con pato y, por qué no decirlo, un sabroso cuy. De hecho que también me deleité con el queso luyano, las dulces galletas luyanas y sobretodo: el suave y riquísimo pan. Todo era nuevo para mí, exactamente todo. Conocí nuevos lugares como la Fortaleza de Kuélap, unos cuantos ríos, la misma capital (Chachapoyas) y también pude disfrutar de la tranquilidad de la vida en provincia, porque en Lima yo no podía salir sola tan pequeña. Si no son los inescrupulosos choferes que manejan con feroz velocidad los que acechan contra tu vida, son los inescrupolosos individuos que quieren robarte o, simplemente, molestarte. En Luya era diferente: yo podía caminar por las calles muy tranquila, sin miedo de que me molesten... toda la gente se conocía porque Luya era pequeña... Era algo realmente increíble: la gente dejaba su cosecha en la puerta de su casa, sin miedo de que alguien le robe. Eso era vida.
Después de este viaje vinieron unos tres más: regresé de once años, luego de trece y, por último, de dieciséis. He ido conociendo Luya a través de los años y de hecho que ha ido cambiando. Va teniendo más cosas como: karaokes, más cabinas de internet, arreglos en la pista (asfaltadas) y algunos otros implementos que hace que se modernice. He ido viendo cómo la gente, a pesar de que el tiempo vuele y los haya conocido hace seis años, sigue siendo la misma y te demuestra su cariño de igual forma. Te reciben con amor y te hacen saber que en ellos también tienes una familia.
Mi último viaje fue el año pasado. Como ya tenía diecieséis años, podía pasear con mucha más libertad de la que tenía a los diez. Iba un rato a sentarme y mirar el río, a echarme en la pampa a mirar un rato el cielo, a visitar a mis primas cuando quería... Ser libre, en otras palabras. Fue un viaje divertido, aunque en los últimos días sentía algo de nostalgia. Siempre es así. Lo diferente es que cuando era niña, los últimos días se caracterizaban porque extrañaba a mis muñecas de plástico y, ahora, los últimos días se caracterizaron por extrañar las salidas con mis amigas, al enamorado, mi propio cuarto, etc.
Este año mi papá viaj{o hace practicamente un mes. Cuando lo vi alejándose, sentí demasiada pena porque no iba a verlo en dos semanas... Pero a la vez, me alegré mucho porque sabía que él gozaría de la felicdad de estar de nuevo en su tierra natal. Sabía que disfrutaría de encontrarse de nuevo con sus hermanas, visitar a los amigos, deleitarse con el sabor indescriptible de la comida y, después de un extenuante año de trabajo, relajarse un poco en un ambiente tranquilo... lleno de paz.
Falta un año más para que viaje de nuevo. Tal vez ahora las comodidades ya no son iguales que antes, pero estamos seguros que en el 2011 está en nuestros planes viajar otra vez. Falta mucho, lo veo muy lejano... pero sé que pronto estaré de nuevo con la otra parte de mi familia que se encuentra allá, que podré sentirme libre de la vida atolondrada de la capital. No saben cuánto espero que ya pasen los dos años para regresar, una vez más, a ese divino lugar: Luya.

1 comentario:

ISABEL E. dijo...

Tú lo has dicho: "divino lugar". Me llamó la atención encontraras imágenes de Luya...de seguro algún visitante que quedó tan encantado como nosotras con el lugar y con su gente. Volveremos, una y otra vez y siempre regresaremos para añorar a nuestra bella Luya.