domingo, 8 de noviembre de 2009

My little Gummy


Hace varios días mi mamá vino con una noticia bonita a la casa:

-La hija de mi mamá acaba de comprar un conejo. Lo he visto y es hermoso, bastante tranquilo y lo mejor es que está a un precio barato. Lo compraron en... (...)
-¿De verdad? ¿Será posible tener uno? 'Por favor!

Antes estaba con el gusto de tener un gato, pero tanto me desanimaron que me gustó la nueva idea de un conejito.

-Claro, vamos a ver cómo es, pues. Pero tú lo cuidas...
-¡Sí! ¡Yo lo cuido!
-Ahora solo falta convencer a tu papá y decirle si puede ir a comprarlo.

Cuando llegó mi papá a la casa no dudé en pedírselo recibiendo como respuesta seguida: "¿Qué? ¿Otro animal? No, no, no... nada de eso" y yo le repetía: "¡Papá, por favor! ¡Te prometo que yo lo cuido, por favor!". Mi padre parecía mantenerse firme en su decisión, pero después de unos minutos y con cariño en la voz me dijo: "Ya, voy a intentar buscar al hombre que los vende"
Al siguiente día, en plena noche, pasamos dos horas tratando de localizar al señor que los vendía. Parecía que nunca iba a tener al conejito, hasta que la noche después mi papá lo encontró. Mi papá regresó a la casa con un conejito pequeño en las manos, era tan chiquito que cabía en una sola mano. Mi mamá y yo mirábamos de la ventana con una tremenda sonrisa en la cara.

-¡Que se llame "Gomita"! -dije (yo siempre con mis nombres extraños)
-Está bien, "Gomita" -dijo mamá

Leí las indicaciones de su cuidado y me prometí criarlo de manera responsable y con adecuado cariño. Estaba demasiado feliz: era una mascota ideal, era lo más tierno que había podido ver. Lo pusimos en su 'casita momentánea'' y lo tapamos para que pudiese dormir. Era un conejito blanco, con manchas negras y orejitas de ese mismo color.

En la mañana siguiente, me desperté apresuradamente para poder atenderlo. Limpié su casita, fui corriendo al mercado a buscar su comida (ni yo me creía estar haciendo eso porque la verdad soy algo floja) y lo dejé bien cuidadito. Antes de irme a la universidad, lo tomé en mis brazos y lo dejé que salte un poco en el suelo. Era feliz viéndolo saltar en mi cuarto, lo mejor de todo era ver cómo me seguía. Parecía que me miraba como si fuese su mamá. Y lo era. Cuando volví de la universidad, lo primero que hice fue ir a tenerlo en mis manos y a jugar con él de nuevo. Yo avanzaba, él me perseguía. Se metía entre mis piernas, le gustaba lamer mi mano y simplemente, era perfecto. Noté que no podía tomar agua, en realidad no quería tomarla. Así que mojaba con agua mis dedos y él lamía de ellos. De verdad, yo sentía que él era mi bebé.

Todo el día estuve atenta de él: lo contemplaba, lo acariciaba, le dejaba su espacio libre, lo cuidaba tanto... Fue un día que, aparte de sentirme feliz con mi nueva mascota, me hizo sentir con más responsabilidades. En la noche, él se acosto en mi pecho y durmió tranquilo. "Mi pequeña bolita tierna", eso era él. Mas seguía sin tomar agua, eso era lo extraño. Pero yo estaba dándole siempre de mis dedos.

Hoy me desperté y lo miré, mi mamá limpió su casita porque yo me había quedado dormida bastante tiempo (así es normalmente en los domingos). Mi hermano vino al segundo piso y lo conoció. Lo cargó y el conejito, sociable como siempre, saltó por todo lado... Me robaba tantas sonrisas verlo saltar y esconderse en cada rinconcito de mi cuarto y que cuando lo llamaran haciendo un sonido con la boca, viniera hacia las manos de uno. Unos minutos más tarde, me senté un rato en la computadora para entretenerme un poco, me habré quedado media o una hora completa. El conejito salía de su casita cada tres o dos horas. Entonces, me volteé para tenerlo de nuevo conmigo y ponerme a jugar un rato con él. Cuando lo ví, estaba extraño: acurrucado en un rinconcito... Yo sabía que no era normal.

-Mamá algo tiene... ¡¿Qué tiene?! -fui diciendo mientras corría hacia el cuarto de mis papás

Lo eché en la cama de mis padres y el conejito yacía echado sin poder moverse

-¡Mamá qué le pasa! -y se me iban humedeciendo los ojos

Mi papá lo sostuvo y le dio calor, pero el conejito iba perdiendo sus fuerzas. Yo empezaba a llorar, sabía que estaba por pasarle algo. Mi mamá también comenzaba a echar lágrimas. "Gomita" fue debilitándose y siempre va a quedar en mi memoria sus patitas retorciéndose y su carita buscando algo.

-¡Seguro quiere agua! ¿No le han dado agua? -preguntó mi papá
-¡Nunca quiso tomar agua! Siempre le he dado de mis dedos y tomaba lo que quería. Papá, te juro que lo he cuidado demasiado bien. Es decir, sí ha tomado el agua que necesitó. He estado pendiente de ello todos estos días.

Y la verdad es que a ellos le constaba, pero en ese momento nadie buscaba constarse de la responsabilidad de alguno porque los tres nos habíamos propuesto tratarlo con delicadeza. Y así lo hicimos.

"Gomita" parecía que iba a recuperarse, pero de a momentos se debilitaba más. "Gomita, no me dejes...", le lloraba. Se me hacía imposible creer cómo íba a morir la criaturita que amé desde el primero momento que la vi, no quería que llegara el momento funesto en que se fuera de mi

-Ya murió -exclamó papá

Yo no le hice caso a nada. Me olvidé de mis dieciocho años encima y me fui corriendo a mi cuarto, sola, a llorar como la niña que podía tener dentro y muchas veces salía. "Puta madre, ¡¿Por qué a mi?! ¡¿Por qué si lo cuidé tanto?! ¡¿Por qué?!" ... Su pérdida hizo que este día tenga la peor mañana de mi vida. Recién ayer había subido sus fotos al facebook, ni siquiera había subido los videos suyos, ni siquiera le había contado sobre él a mi mejor amigo... y yo ya me había acostumbrado a la suavidad de su pelaje rosando mi cara, el tenerlo en mis manos y que duerma en mi pecho... No hay dudas que desde que se fue, hace unas horas, dejó un vacío enorme en mi. Me ha costado tener que dejar de llorar ysentarme aquí a escribir esto. "Mejor escribo sobre lo que ha pasado en unos días, o tal vez mucho después", pensé, pero me sentí con la fuerza indicada porque ya lo asumí y estoy más tranquila. Era muy pequeño, era muy bebé para ser vendido... Al parecer, el conejo de la amiga de mi mamá fue un poco más grande o tal vez, más fuerte. Ya no deseo seguir atormentándome con la idea de que fue muy bebé para estar separado de su madre, ojalá lo hubiéramos sabido antes de comprarlo. Ya para qué seguir atormentándome con la maldita causa. Me queda aceptar que te fuiste, después de unas horas con grandes lagrimones y sin dudar que vuelvan de nuevo ahorita o más tarde, me queda tener que ser fuerte cuando veo tu casita vacía. Pensar que has sido una mascotita... ni hablar de si hubieras sido una persona... Pero no tiene caso comparar ahora, para mi has sido lo más tierno que he tenido... Fuiste mi pequeño bebé y te amo asi ya no estés conmigo, gracias por darme la oportunidad de tener algo tan lindo bajo mi cuidado. Es el mejor recuerdo, debo decir.

No hay comentarios: