domingo, 25 de julio de 2010

Mi nostalgia

Cuando me enamoré, no pensé en el desenlace;
con alguien como tú no interesa lo que pase.
De verdad no importaba si de tus besos me enviciaba,
sólo me deje llevar cuando tus labios me tocaban.

Me acostumbré a tus manos sobre mi cuello,
me volví adicta a empalagarme con tus ojos caramelo.
¿Sabes que me encantaba cuando íbamos a caminar?
Era perfecto cuando íbamos a ver el mar.

Nos sentábamos bajo la copa de ese robusto árbol,
tú me abrazabas y yo, sigilosa, me sentaba a tu costado.
Nunca imaginé que terminaría, siempre pensé que duraría;
disfruté cada momento sin pensar que el último sería.

¿Sabes que extraño cuando me venías a buscar?
Yo solía correr y a tu encuentro rápido llegar.
Me hacías feliz, tú me gustabas de verdad;
me ponía tan nerviosa cuando te iba a saludar.

Ahora no es igual, debo recordar el sabor de la soledad;
aunque admito que te pienso en medio de la oscuridad.
No te veo hace años y tu rostro se me ha empezado a olvidar;
por eso guardo tu fotografía, la única que contigo me hace soñar.

sábado, 24 de julio de 2010

Cap XI: "Me defendiste porque yo te gusto"

[Dibujos: Erii*]

-¿Y cómo estás? -le pregunté, sentándome a su lado. El sillón de mi sala, en el cual estábamos ella y yo, estaba tan viejo que los resortes sonaban cuando alguien se apoyaba sobre él.
-Yo estoy bien... -me contestó- ¿Te pasó la fiebre? Tu mamá me dijo que estabas a punto de agriparte.
-Ah sí... -respondí, sin apartar mi vista del empaque azul que Delia había traído-. Creo ya estar bien.
-¡Qué bueno! -sonrió, mostrando sus brackets (esa vez, de color fucsia)- Aquí está la tarea; tienes que hacer el cuestionario para mañana.
-¡Gracias! -le dije, recibiendo el cuestionario. Era del curso de Historia, felizmente.

Ambos éstabamos "apagados" uno con el otro; no conversábamos como nos habíamos acostumbrado a hacerlo. Ella me hablabla de todo lo sucedido en clase; yo estaba con la mirada perdida. No dejaba de observar el regalo que Delia había traído consigo, el cual tenía una forma muy peculiar. Quería alcanzar a leer lo que decía la tarjeta de dedicatoria, pero ya tenía suficiente vergüenza con estar mirando el obsequio durante cada momento.

-Te contaré que hoy Andrea estuvo hablando tan mal de ti... -dijo Delia. Sus palabras me hicieron sentir fastidio; el "tema importante" iba a comenzar.
-¿Ah sí? -le pregunté, como si no hubiera sabido la causa-. ¿Qué decía?
-Estuvo diciendo que ayer la trataste muy mal... -dijo Delia- ¡Incluso se puso a llorar y a quejarse de que tú la habías insultado!
-¿Insultarla? -le pregunté, esta vez un poco molesto- ¡No la insulté! Estuvimos hablando un poco y ella dijo
algo que no me pareció nada correcto.

Al haber dicho eso, supe que había iniciado el tema del que no quería hablar con Delia por nada del mundo. El tema que me hacía sentir esa sensación de vergüenza y las ganas de apartarme de su lado.
"Caray", pensé para mi mismo; ahora debía contarle sobre "ese algo" que me había incomodado. No me sentía seguro de decirle "Sí Delia, insulté a Andrea sólo por el hecho de defenderte"; me sentía avergonzado, con miedo a que ella lo malinterpretara.

-¿Qué cosa dijo? -preguntó Delia, previsiblemente
-Ah... -dije, mirando hacia todo lado de mi sala; quise inventar algo-. ¡No sé!
-¿Qué? ¿La insultaste por gusto?
-¡No! ¡No la insulté! -me molesté- Oye Delia, Andrea estaba hablando muy mal de ti y eso a mi me incomodó porque tú eres mi amiga y no me gusta que hablen mal de mis amigos, porque si alguien lo hace, yo simplemente voy a decirle lo que pienso... -dije, sin parar de hablar y enredándome con la lengüa-. Así que en ningún momento insulté a Andrea, solamente traté de defenderte -hice una pausa-, te defiendo porque eres mi amiga, claro.

Delia se quedó calladita cual niño que le acaban de dar una lección. Estaba avergonzada; lo noté porque sus mejillas se pusieron rojas y ella no lo pudo evitar. Luego, Delia miró al suelo y abrazó el regalo de envoltorio azul que había traído consigo. Yo la conocía lo suficiente como para saber que se había intimidado un poco. ¿Y quién no se habría intimidado si todo lo que le dije fue dicho de paporreta y con intención de "dejar las cosas en claro"? Me había molestado que Andrea mintiera en que "yo la había insultado"; y me molestaba más que Delia le creyera. Era necesario decirle la verdad de por qué le había hablado
así a Andrea; mas, en ese momento, tuve miedo de que Delia se sintiese culpable.

-Yo ya sabía eso -dijo Delia, dejando el regalo en mi sofá otra vez-. Andrea le contó a todos que tú me habías defendido.
-¡¿De verdad?! -le pregunté, dando un brinco en mi asiento- ¡¡¡Qué chismosa es esa mujer!!!
-Sí, un poco...
-¿Y por qué me mentiste diciendo que no sabías nada sobre el asunto? -le pregunté, mucho más fastidiado.
-¡Lo siento! Quería saber si era cierto...
-Bueno... -le dije, conteniendo mi cólera; estaba tan molesto de que Andrea lo hubiese contado a todo el salón de clase- ¡Sí era cierto que te defendí! ¿Por qué no podía ser cierto?
-Es que es raro que alguien lo haga... ¡Ya tú sabes mi historia! -me dijo Delia
-Bueno... Te he defendido porque eres mi amiga. -le contesté, enfatizando la palabra "
amiga".
-Pero también Andrea dijo algo más... -agregó Delia
-¡¿Otra cosa más?! -le pregunté, con miedo de escuchar la respuesta.
-Bueno... -se arregló los lentes, los cuales se les estaban cayendo de la cara-. Dijo que
"me defendiste porque yo te gusto y que eres un baboso por fijarte en mi".

Cuando Delia terminó de hablar, sólo una cosa pasó por mi mente: "
Andrea, llegaste al límite". Me encontraba entre una encrucijada: ya le había dicho a Delia que la había defendido porque era mi amiga; pero no me sentía cómodo hablando del tema de "si me gustaba Delia o no". ¿Por qué no me sentía cómodo? Pensaba que tal vez ella estaría esperando un "Sí, tú me gustas", o tal vez porque me acordaba de lo que me decía "El Loco": "Tú le gustas a Delia, hermano; no hay duda". Me sentía en compromiso, con vergüenza, con ganas de salir corriendo de ese lugar. ¿Era tan difícil decirle a Delia que ella no me gustaba? Total... ¡No estaba seguro de lo que ella estuviese pensando en realidad... ! Lo único seguro era que no me entendía a mi mismo; no entendía por qué tanto fastidio con el tema...

jueves, 22 de julio de 2010

Cap X: Una sensación de vergüenza

[Dibujos: Erii*]

Sentía mucho calor en mi cuerpo, mas mis extremidades parecían estar inmóviles. Era miércoles en la mañana y tenía un poco de fiebre. Me había despertado con un fuerte dolor de cabeza y lo único que deseabe era estar en mi cama durante todo el día; felizmente mi madre llegó a verme pronto. En casa sólo vivíamos mi mamá y yo, ya que mi padre se había marchado hace varios años atrás. Si algo me ocurría, mi mamá corría inmediatamente a mi. Yo era el el único engreído de mi madre, tal vez porque no deseabe perderme como lo hizo con mi padre. En fin, tenía fiebre y todo el cuerpo me dolía.

-No vas a ir al colegio así, Ricardo -dijo mamá-. Y tampoco pienso dejarte aquí solo.
-Mamá... -le dije, con reproche- No es necesario que faltes al trabajo, de verdad voy a estar bien...

-No, Ricardo -dijo ella, marcando el número de su trabajo desde el viejo teléfono-. Voy a pedir permiso para quedarme en casa.

-Mamá, creo que exageras -me tapé con las sábanas- Lo único que necesito ahora es limonada caliente y no sé... descansar un poco.

-¿Estás seguro? -me preguntó ella- Porque si falto hoy al trabajo, corro el riesgo de que me reduzcan el sueldo.

-¿Ves? No te preocupes; yo estaré bien -le aseguré


Mi mamá se puso su saco que le llegaba a las rodillas, agarró su cartera y me dio un beso en la frente. Antes de irse, dejó un vaso de limonada en mi mesa; me dijo que descanse y que estaría llamándome durante toda la mañana. Yo me despedí de ella y me tapé con las sábanas.


En medio de la calentura, el dolor de cabeza y la imposibilidad de sentir mi propio cuerpo, me quedé sumido en el sueño. Lo último que hice fue apoyar fuertemente mi cabeza sobre la almohada; luego estaba ahí, en el Centro Comercial. Veía la figura de Andrea Villavicencio a mi costado: no tenía esa mirada de soberbia que pertenecía a la realidad; sus ojos azules miraban de una manera tierna. Ella sostenía mi mano y la acariciaba, me decía cosas lindas. Entonces me di cuenta que estaba soñando con la "Andrea perfecta"; la que de repente, alguna vez creí que era. El sueño transcurría bien, hasta el momento era un sueño ideal. Sin embargo, mágicamente, apareció Delia y su canasta llena de libros. Todo se volvió extraño; me separé de Andrea y me dirigí hacia Delia. ¿Por qué lo hacía? ¡Tenía a la chica perfecta a mi costado! ¿Por qué tenía que irme? Nunca supe qué pasó después porque, unos minutos después, el sonido de un celular interrumpió tal sueño extraño.


-Aló... -dije, con voz de moribundo

-¡Hey, Ricardo! Soy Delia -dijo la otra voz

-¡Hey...! -exclamé con sueño- ¿No has ido al colegio? -apoyé mi cabeza en la amohada, arriesgándome a quedarme dormido y dejar hablando sola a Delia.

-Sí he ido -dijo ella-. La profesora me encargó que te dejara la tarea para mañana; ¿Te encuentras bien?

-No mucho... -le contesté, ya casi quedándome dormido- ... Es que estoy con gripe y de verdad tengo demasiado sueño... ¿Qué hora es? Pensé que aún era de mañana...

-Para nada -me dijo ella-. Son las tres, acabamos de salir del colegio.

-¡Ah! -contesté, cerrando los ojos

-Bueno... ¿Puedo pasar ahora para dejarte la tarea?

-¿Ah? -desperté; me había quedado algo dormido- Eh sí... ¿Pero cómo llegarás? No sabes mi dirección...

-Bueno, pensé que podrías dármela -dijo ella, ya casi no escuchaba su voz


Le di la dirección de mi casa y no recuerdo ni cómo nos despedimos. Sólo recuerdo que dejé el celular tirado por algún sitio "x" de mi cama y me quedé, en segundos, dormido de nuevo. Quería completar el sueño, quería saber qué pasaría después. Inconscientemente, sentía que había estado durmiendo sólo por una o dos horas; sin embargo, el tiempo fue mucho más que ese. Me despertó una mano acariciando mi rostro.


-Hijo, creo que ya no tienes fiebre -me decía mamá, que ya había llegado del trabajo.

-¿Qué? -pregunté, sentándome en mi cama- ¿Qué hora es?

-Las cuatro de la tarde... ¡Sí que has descansado bastante! -dijo, llevándose el vaso de limonada y arreglando un poco mi cuarto. Al parecer, me había quedado dormido durante "casi todo el día".


-¡Caray! Sí que he dormido mucho... -me destapé y me levanté de la cama- Ya me siento mejor... ¡Y ni he tomado pastillas!

-Es que eres fuerte -me dijo ella-. ¡Verdad! Hace rato llamó tu amiga Delia.

-¿Qué? -aún me encontraba un poco somnoliento- ¿Delia? -pregunté

-Sí, tu amiga Delia -asintió mamá-. Me dijo que vendría a dejarte la tarea pero le habías dado mal la dirección de la casa... ¡Pobrecita! Parece que se había perdido...


Entonces me acordé de eso; no sé por qué me había olvidado de la llamada que me había hecho Delia... ¡Me había olvidado por completo que iba a ir a mi casa!


-Dios... -le dije, preocupado- ¿Pero le has dado la dirección correcta? ¿Aún va a venir?

-Sí, hijo -dijo mamá- Aunque me dijo que vendría hace media hora...

-Sí, qué raro -me rasqué la cabeza- Oye, mamá, voy a bañarme... ¡De repente viene ahora!

-Sí, anda.


Me metí a la ducha y comencé a bañarme rápido. Al principio estaba aliviado de que Delia vendría a dejarme la tarea. Incluso estaba feliz, pues podría conversar un rato con ella; siempre que hablábamos era divertido. Pero no sé qué pasó que toda esa emoción (si podemos llamarlo "emoción") se desinfló como un globo de gas. Me acordé del sueño y me acordé de lo que había pasado el día anterior. Sentí otra vez esa sensación de vergüenza por haber defendido tanto a Delia de Andrea. Sentí otra vez esa sensación de confusión y ganas de salir corriendo si es que Delia hubiese estado a mi lado. No quería que Delia malinterprete las cosas; no quería que yo mismo malinterpretara las cosas. Me resultaba extraño haberla defendido frente a la chica que tanto me había gustado antes, Andrea. Comencé a bañarme muy pero muy despacio, ya sin ningún apuro.


-Mamá, ¿Puedes recibirle tú los cuadernos a Delia? -le pregunté, desde la ducha
-¿Qué? -gritó ella. No le gustaban ese tipo de cosas- No, hijo. Tú tienes que recibir a tu amiga... ¿Cómo vas a mandarme a mi?

-Pero mamá... Me siento aún algo mal... -le mentí

-No creo... Estás bañándote y ya no tienes fiebre... -dijo ella- ¡Si quieres la hago pasar a la sala pero tú tienes que recibirla y agradecerle el gesto de traerte la tarea!


Me quedé sin responderle nada; me resigné a tener que hablar con Delia aquella tarde. Fui a mi cuarto y me puse un polo viejo (no sé por qué tuve ese instinto de vestirme tan mal, ¿Quería causar una terrible impresión?) me puse las zapatillas más viejas y ni siquiera me peiné. Parecía que ni me hubiese bañado. Cuando estaba guardando mi celular en el bolsillo de mi pantalón (viejo también), escuché un voz distinta a la de mi madre. Era una voz de niña así que pude distinguir que la niña de los brackets de colores acababa de llegar a mi casa. Me asomé por la baranda de la escalera y pude ver a Delia sentada en uno de los muebles de mi sala. Ella no cruzaba las piernas como todas; ella colocaba una pierna detrás de otra, como lo hacían las niñas pequeñas. Decidí bajar de una vez.


-¡Hola Delia! -le dije, asomando una sonrisa amigable

-Hola Ricardo -dijo ella, tranquila como siempre


No sé qué cosa era, pero Delia sostenía un empaque de tamaño mediano entre los brazos. Estaba envuelto con papel azul y tenía una tarjeta encima. ¿Era un regalo por haber estado enfermo? ¿Era un regalo por haberla defendido? ¿Se había enterado ya? Está bien, me encontraba dudoso.

miércoles, 21 de julio de 2010

Truco viejo


Tú tan callado me miras en el reflejo del espejo
dime, ¿Cuándo fue la última vez que me viste así?
Siento que quieres correr, venir y atraparme;
siento tus impulsos flotando en el aire.

Quiero responder a todos tus acertijos,
porque parece que éstos no son los de ayer.
Tus trucos innovados me están atrayendo;
como imanes, junto a ti me estoy viendo.

¿Cuándo hablarás? ¿Cuándo vendrás?
Quiero que esta vez juguemos de verdad.
Te estás acercando, ahora creo que eres real;
pero pasas por mi lado y junto a otra te vas.

Te esperaré, una vez más.

Cap IX: La chica más bonita no tendría dulce entre los dientes

[Dibujos: Erii*]

Fui corriendo apresuradísimo con mi mochila colgada en el hombro. Pretendía empujar levemente a Andrea de modo que alguna de sus cosas que llevaba en su bolso se cayera al suelo. Practicamente era un sacrificio pues después de eso igual recibiría los gritos insoportables de ella y las miradas asechantes de su gran grupo de amigas. Esperaba que lo se cayera fuese uno de esos pintalabios, de modo que quisiera ir conmigo hasta el centro comercial para exigirme que le comprara uno nuevo. Obviamente no planeaba comprarle uno, solamente quería preguntarle, aclararle, pedirle que no molestara más a Delia; pero a solas.

-¡¿Oye qué haces?! -gritó Andrea. ¡Listo! ¡Había logrado empujar su bolso! Cayó rodando una latita celeste...

Todas sus amigas voltearon, como un ejército de robots, directo a verme. Andrea se encontraba delante de ellas, colocando sus ojos intensamente azules sobre el individuo que acababa de botar al suelo uno de sus cosméticos. Yo estaba atemorizado, pero esperando que Andrea me reclamara el haber roto una de sus pertenencias y que tenía que comprarle uno nuevo sí o sí.

-¿Qué esperas para recogerlo? -me preguntó, lanzándome una mirada de desdén.
-Disculpa... -le dije fingidamente, entregándole en su mano la latita celeste que se había roto un poco por los costados.

Ella abrió la lata y echó un vistazo a lo que había dentro de ella; yo incliné un poco mi cabeza para poder ver también. Al parecer, ésta lata tenía un polvo de color piel, el cual se había hecho pedacitos.

-¡Genial! -dijo Andrea con sarcasmo- ¡Rompiste mi rubor! -Todas sus amigas profundizaron más su mirada de ira hacia mi.
-Lo siento de verdad... ¡Te puedo comprar uno nuevo si deseas! -mientras decía eso, esperaba que tal rubor costara más barato que un sandwich con pollo de los que vendían en el kyosco del colegio.
-Estás loco -dijo Andrea, meneando el cabello- ¡Tú no podrías comprar un rubor así! ¡No tienes dinero!

Andrea era una pícara; era interesada pero no podía recibir cualquier cosa asi por así. A ella le gustaba las cosas caras, eso yo lo sabía muy bien. Sin embargo, me acordé que a ella le encantaban los algodones de azúcar, los cuales se vendían también en el centro comercial. Ella me pedía varios cuando íbamos a pasear. No sabía cómo ofrecerle uno en frente de sus amigas, tenía que pensar rapido.

-De alguna manera u otra debo disculparme... -dije, mucho más fingido
-No hay forma -dijo ella- ¡Chicas, vámonos!

¡Se estaba yendo! ¡Tenía que hablar con ella! ¡Me estaba humillando una vez más!

-Algodón de azucar me gusta a mi...

¡Estaba tan loco! Empecé a cantar sólo para que se diese cuenta de que pretendía comprarle un bendito algodón de azúcar. A la vez, deseaba que ella no creyese que quería intentar "algo nuevo" con ella.

-Oigan, váyanse nada más -les dijo a sus amigas- Voy a ver que me puede comprar éste... -dijo Andrea, con un susurro que sí pude escuchar

Fuimos caminando directo hacia el centro comercial. Me preguntaba, dentro mío, cómo nos veíamos ella y yo caminando juntos. Como dije al inicio, ella y yo no habíamos tenido una "relación fija", mas sí nos veíamos seguido y tuvimos muchísimos coqueteos. Era seguro que varias personas del colegio nos habían visto andar juntos durante ese tiempo, dentro de las cuales estaba el portero, quien me miró con extrañeza cuando crucé la puerta del colegio junto con Andrea. El portero se las sabía todas.

-¿Y cómo has estado? -le pregunté, con un tono de desánimo en mis palabras. No me interesaba cómo se encontraba, de verdad.
-Bien... -dijo ella- Sí te vi espiándome de nuevo hoy.
-¿Espiándote? -le pregunté, casi sobresaltándome; pero recordé que no debía hacerlo- Solamente estaba con mi amigo viendo cómo jugaban... ¿Eso es espiarte?
-Bueno... ¡Antes me espiabas! -agregó un poco de complicidad a lo último dicho.
-Tú lo has dicho... -le contesté- Antes...
-¡Extraño cuando lo hacías!

Ya empezaba ella a lanzar sus "bombas de engatuzamiento"; sabía cómo hacerlo. Pero no, yo no estaba sintiendo nada. Sólo quería comprarle su algodón de azúcar, decirle lo que tenía planeado e irme rápido de ahí.

-¿Y tú cómo estás? -dijo, tocándome el hombro
-Tranquilo... ¡Estudiando!
-¡Ahhhhh... ! -dijo ella, desinteresadamente- Oye, ¿Quieres ir a una fiesta el sábado?
-¿Fiesta? -le pregunté, frunciendo el ceño- Pero los exámenes bimestrales ya se acercan... ¿No piensas estudiar?
-O sea... -dijo ella, mirando hacia el cielo- Sólo te invitaba... ¡No tienes por qué hacerme sentir como una tonta!
-No, no... No quise eso -le respondí rapidámente, no podia dejar que se vaya molesta-. ¡Oye mira! ¡Ahí está la vendedora de algodones de azúcar!
-¡Ay sí! -dijo ella, con un gritito chillón de felicidad

Llegamos a donde estaba la señora de los algodonez de azúcar; parecía que era la misma que los vendía cuando Andrea y yo estábamos en "intentos de ser enamorados".

-¿Cuál quieres? ¿Algodón rosado o algodón celeste? -le pregunté a Andrea, antes de pedirle a la señora aquel dulce empalagoso.
-Algodón celestee... -dijo ella
-Un...
-Algodón celeste como el color de mis ojos... -me interrumpió
-... Un algodón celeste, por favor -continué diciéndole a la vendedora, sin responder al reciente comentario de Andrea.
-¿No te vas a comprar uno tú? -me preguntó Andrea
-No, gracias -le contesté-. No soy fanático de esas cosas tan dulces...
-Pero eras fanático de mi... -dijo ella
-Eh... sí -le respondí, medio intimidado por sus comentarios. Andrea era tan extraña... Sabía cambiar tan bien su papel de "niña mala" a "niña buena" si es que había algo de su conveniencia en medio del camino.

Fuimos paseando por algunas de las tiendas del centro comercial y ella iba contando sobre todos los planes que tenía durante el mes, su problema que tenía para pintarse las uñas de varios diseños, su problema en no saber qué ropa ponerle a su perro beagle y varias cosas más que trataba de no escuchar porque todo se hacía un bolondrón de ideas dentro de mi cabeza.

-¿Te acuerdas cuando nos sentábamos todos los días juntos en clase? -comenzó de nuevo con sus preguntas
-Sí... -respondí
-¡Era tan tierno...! Tú me pasabas todos los apuntes siempre... ¡Qué lindo eras! -dijo, suspirando y comiendo de a pocos su algodón de azúcar
-Sí pues... ¡Cosas de antes! -le contesté, llamándome para mis adentros "Qué tonto eras, Ricardo"
-Oye, Ricki -ese era el sobrenombre que a ella le gustaba usar conmigo- ¿Ésa no es tu amiga la de los brackets?

Mi mente, que se hallaba fabricando cómo le iba a decir sus verdades a Andrea, construyó la imagen de Delia inmediatamente. Giré mi rostro hacia donde señalaba Andrea y pude distinguir a mi estimada amiga Delia con una canasta de compras. A lo lejos, pude ver que tenía libros dentro de ella.

-Aj... -exclamó Andrea- Está comprando libros... ¡Qué aburrida es tu amiga!

Iba a decirle algo a Andrea, pero me controlé. Esperé a que dijera algo más y así podría decirle de una vez lo que pensaba.

-¿Has visto sus brackets? Siempre de colores tan escandalósos cada nuevo fin de mes... -decía Andrea, devorando a gran paso su algodón de azúcar- No sé cómo te juntas con ella, Ricky... ¡Creo que desde que terminamos empeoraste tus gustos! ¡Es tan fea!
-Para empezar no me gusta... -dije, vocalizando bien cada palabra dicha- segundo, ella puede comprar lo que quiera... ¡Le gustan los libros porque es una chica inteligente! .respiré- Y tercero, sus brackets, asi sean de colores fuertes, no la hacen ver fea como dices.

Está bien, creo que me había desmedido en decir aquello último; pero en fin, deseaba defender a mi amiga. Ya no interesaba si parecía que ella me gustase por haber dicho que no era fea.

-¿Insinúas que es linda? -preguntó Andrea, haciendo un gesto de asco
-Tampoco lo dije -le respondí- Pero creo que no eres nadie para decir quién es y quién no es bonita...
-Soy la más bonita... -respondio ella, astutamente
-¿Así? ¡Qué raro!
-¿¿¿Por qué??? -preguntó
-Porque creo que ya bajaste un puesto... La chica más bonita no tendría los dedos tan asquerosamente sucios de algodón de azúcar y... claro, tampoco tendría algo de dulce en medio de los dientes... -le dije, sin denotar cólera- Límpiate pues, Andrea.

Entonces, me levanté del asiento y me fui. No quise voltear para ver cómo se había quedado ella. Me importaba un pepino si se había sentido mal o se quedaba odiándome por el resto de la vida. Ella me engañó diciendo que le gustaba, ella me quiso volver a engañar de nuevo, ella coqueteó con más de dos chicos sin que pasara una semana de haber terminado "los coqueteos entre ambos", ella molestaba a una de mis más estimadas amigas. Tampoco deseaba ir a ver en qué parte del Centro Comercial estaba Delia. Ya no quería nada. Tenía una mezcla de vergüenza y otras sensaciones. Parecía que la hubiese defendido como ni novia... Y eso, sin saber la causa, me hacía sentir fastidiado. Me fui rápido a casa.

sábado, 17 de julio de 2010

Cap VIII: Frente a frente

[Dibujos - Erii*]

-¡Ricardo, pásamela! ¡¡¡Pásamela ya!!! -gritaba Julio, "El loco"

Yo, terco como siempre, elegí llevar la pelota a la canasta por mi propia cuenta. Era lunes y nos tocaba práctica de básquet durante la tarde: éstos eran mis días favoritos. Fui a paso acelerado hacia la canasta, mientras hacía rebotar a la grande pelota anaranjada contra el suelo; sin embargo, no logré meterla a la canasta. Enseguida, vino un chico del otro equipo y me quitó la pelota; para mi mala suerte, él si metió un punto a su favor. Habíamos perdido.


-Te dije que me la pases... -me dijo "El Loco", sacándose el chaleco de juego

-Lo siento... ¡Sabes cómo soy! -le respondí, agarrando mi botella de agua.

-OK -respondió "El Loco", definitivamente cortante


"El Loco" se tomaba demasiado en serio las prácticas de básquet... ¡Imagínense cómo era en los partidos! Realmente se volvía un loco si su equipo perdía. A mi me gustaba bastante el básquet, pero no solía amargarme si algo salía mal en las prácticas. De todas formas, sabía comprender al Loco: éste aprendió a jugar básquet con su padre, cuando era niño. Su padre había fallecido unos dos años atrás y por tanto, este deporte le gustaba jugarlo con bastante perfección. "El Loco" decía que su padre siempre lo miraba del cielo y estaba orgulloso de cómo jugaba. Y sí pues, "El Loco" jugaba muy bien.


Ambos estábamos sucios, cansados y algo desanimados por el partido perdido; claro que "El Loco" lo estaba mucho más. Agarramos nuestras mochilas y nos fuimos directo a las duchas. Después de un baño rápido, nos dirigimos a nuestas casas; sin embargo, nos detuvimos en el camino pues vimos que las chicas estaban en práctica de voley. Empezamos a caminar lento.


-¿Has visto las piernas de esa chica? ¡Parecen patas de gallina! ¡Jajajaja! -río fuertemente "El Loco"; éste era un tremendo burlón. Bueno, los hombres podemos ser muy burlones... ¡Sólo algunas veces!

-Es demasiado flaca... ¡Parece que se va a quebrar! ¡Jajaja" -reí también... ¡¿Qué?! ¿No podía reírme un poco?

-Oye, oye... -dijo "El Loco", señalando con un dedo- ¡Ahí está tu ex!

-¿Qué? -volteé a ver rápidamente, mientras tanta risa mía desaparecía- ¡Ah, Andrea! -respondí desinteresadamente- ¿Y?

-¡Y nada! -contestó él- Sólo te aviso para que no te quedes mirándola como pavo... ¡Tienes que tener dignidad!

-¡Ya! -contesté molesto- Ya te dije que eso ya pasó...

-Bueno... -dijo "El Loco", sin parecer muy convencido.


Andrea se quedaba en práctica de voley y danza; sabía bien eso porque, cuando estaba embobado por ella, me quedaba después de clases a espiarla... ¡De verdad estaba embobado! Ese día ella se veía muy guapa (para variar), a pesar de que su cara tuviera algunas manchas de suciedad y su cabello estuviese atado en un moño. Andrea, la codiciada Andrea, sabía verse bien en todos los estilos: incluso cuando era una jugadora de voley con manchas de sudor en la ropa y motas negras de suciedad en el rostro. En fin, sólo la aprecié los primeros segundos y después volteé la cara hacia otro lado. Andrea sólo era para deleitar la mirada el primer momento, luego de eso no había nada más interesante en ella. Ya la he descrito muy bien.


-¿Ya no hablas con ella, no? -preguntó "El Loco"

-No. -respondí rápido- ¿Para qué lo haría? Sabes lo perra que es... ¡Terminamos y al siguiente día ya estaba coquetéandole a otro tipo!

-Bueno... -contestó "El Loco", no muy convencido nuevamente

-¿Sabías que era una jodida con el resto de chicas? Cuando estábamos juntos, molestaba a unas cuantas de tercer año y aparte, humilló a Martha... ¿Ubicas a Martha, no? -le dije, como diciendo algo recientemente aprendido de memoria

-Eh... -se puso a pensar "El Loco"- ¿La gordita del salón? ¿La que no habla mucho?

-Sí, esa -le contesté- Le preguntó "cuándo haría dieta" y creo que la hizo llorar...

-¡Wow! Era más antipática de lo pensado, entonces... -dijo "El Loco"

-Sí

-No me lo habías comentado... -hizo una pausa- ¿Y a tu amiga Delia no la ha molestado también?

-¡Milagro no la llamas "mi novia"! -le dije- Bueno... ¡Sí la molesta! Nunca me había dado cuenta, alucina...

-Esas mujeres... ¡Nunca las podemos conocer a ciencia cierta! -dijo "El Loco".


La entrenadora de voley acababa de tocar su silbato rojo para señalar que la práctica había terminado.Las chicas caminaron lentamente a recoger sus cosas y luego, obviamente, se dirigirían al baño.


-¿Y qué le decía a Delia? -me preguntó "El Loco".

-Uhm... La molesta sobre los lentes tan grandes que usa, sobre cómo lleva amarrado el cabello y...

-¿Sobre sus brackets... ? -completó la idea "El Loco"

-¡Sí pues! Dice que le pregunta cada momento el "por qué se emociona tanto por cambiar de color a sus brackets"... -le respondí

-Bueno... A decir verdad, hermano... ¡No creo que Andrea sea la única persona que se pregunta eso!

-¡¿Tú también?! -le pregunté

-¡Tú también te lo preguntas, hermano! -me dijo, soltando una pequeña risa

-Bueno, sí -respondí, mirando al suelo-. ¿Pero qué? ¡Le gustará cambiar el color de sus brackets y nada más , pues!

-¡Sí lo sabemos! -dijo "El Loco"- Pero tanta emoción desespera... ¿No crees?

-No sé, así será ella... -le dije- Delia es una chica muy inocente, sabe ver lo positivo dentro de lo negativo.

-Creo que ahora la conoces mejor... -dijo "El Loco", no con tan buenas intenciones en sus palabras

-OK, no empieces... -fue lo único que respondí.


Me acordaba del rostro de Delia al contarme sobre cuánto la molestaba Andrea y sentía cólera dentro mío. Me ponía a pensar en cómo "El Loco" tampoco comprendía a Delia y sentía la misma o parecida magnitud de cólera. Delia era tan buena persona, tan dulce, tan inocente... ¡Sentía que empezaba a verla como una hermana menor! y me ponía colérico que alguien la molestase tanto... Incluso me amargaba pensar que YO pude haberlo hecho con tan solo mirar de una forma extraña sus brackets de colores brillosos. Quería hacer algo, intentaba hacer algo. Quería encarar a alguien, quería interrogar a alguien. Quería encarar frente a frente a Andrea y decirle sus verdades: "¿Qué te crees para fastidiar a mi amiga?" "¿Qué te crees para enamorar a los chicos y usarlos para tus caprichos?" Tenía tantas ganas de encararla de una vez.


-¡Oe ya vamos! -me dijo "El Loco". Ya había avanzado unos diez pasos más que yo, seguro creía que lo había estado siguiendo.

-¡Oye tengo que entregar unos papeles a Tesorería, me había olvidado! -le dije

-Te espero pues

-No, Loco. ¡Me voy a demorar!

-Ja, ja -río con complicidad- Ya, picarón... ¡Te veo mañana!


"El Loco" siempre pensando mal, para variar. Me quedé, entonces, sentado en una de las gradas de donde se podían ver los partidos. No se asomaba ninguna chica de las que habían estado jugando voley; hasta que por fin pude ver un gran grupo de cinco chicas conversando con un timbre altísimo de voz. Nunca iban solas, siempre tenían que estar acompañadas. ¿Cómo haría para detener a Andrea? No le podía decir que tenía que hablar con ella porque todas sus amigas se iban a voltear a verme para rerise del desplante que ésta me haría. Tenía que idear un plan... Iba a ser difícil.

domingo, 4 de julio de 2010

Cap VII: Siempre me molestan

[Dibujos: Erii*]

Delia y yo habíamos estado caminando en silencio por todo el pasillo, hasta llegar a la puerta del colegio. En realidad, no todo era silencio: Nos preguntamos cómo estábamos, cómo nos había ido en el examen que nos entregaron y cualquier otra cosa que no fuese nada relacionado con la última vez que nos vimos. Yo era algo cobarde para empezar los temas (debo admitirlo), mucho más si se trataba de pedir disculpas a alguien; sin embargo, hablé de una vez.

-¿Delia por qué te has desaparecido durante estos días? -le pregunté
-¿Qué? ¡Todos los días he ido al colegio! -me respondió
-Pero ya no me saludabas... -le dije, avergonzándome un poco-. O sea... ¡No hemos hablado desde la última vez que nos vimos! Cuando me enseñaste Historia...

No sé si fue mi idea, pero noté que Delia dibujó una sonrisa sarcástica en su rostro. Estaba ansioso por saber cuál era su respuesta: ¿En serio se había molestado por el hecho de que me riera cuando me molestaban con ella?

-¿Soy la única que debe saludar? -me preguntó, dejando un poco en evidencia su orgullo
-No... No me refiero a eso -le dije-. No te he saludado porque simplemente no te he visto por ningún lado... -agregué- Además, ese último día que nos vimos, te levantaste de tu asiento y te fuiste sin despedirte.
-Te hice "adiós" con la mano -me dijo
-Sí -asentí, aburrido de que ella prolongara el tema- Pero después de eso, "despareciste" y ya no te he vuelto a ver... ¡Ni siquiera en los recreos! Pensé que te quedabas en el salón...
-No tengo por qué quedarme en el salón siempre -dijo, frunciendo el ceño- ¡He estado en la bliblioteca, nada más!

Yo me quedé callado; era imposible hablar con ella. Yo quería saber si ella había estado molesta conmigo durante el tiempo que no nos hablamos aunque sin hacer "mucho alboroto" sobre el tema; sin embargo, ella alargaba el tema y no hacía nada más que evitar mi pregunta. Estábamos en el paradero donde nos habíamos encontrado alguna vez, aparentemente esperando el mismo carro para ir a nuestras casas.

-¿Tú crees que me molesté por tu comentario tan horrible, verdad? -me dijo Delia, por fin rompiendo el silencio, aunque sin mirar directamente a mi cara.
-¿"Comentario tan horrible"? ¡Entonces sí te molestaste! -le dije
-¡No! -me dijo, volteando a verme- No me molesto por tonterías, la verdad...
-¿De verdad? -le pregunté
-De verdad -se notaba seriedad en sus palabras; empecé a creerle-. ¿Cómo te explico que ya estoy acostumbrada a esas cosas?
-No entiendo... -le dije, confundido
-Siempre me molestan -volvió a quitarme la mirada- ¡Siempre lo hacen!
-¿Quién? ¿Quiénes? -pregunté, más confundido
-¡Los de la clase! -dijo-. Siempre se preguntan qué chica es la más bonita y yo estoy en el último lugar; siempre critican estos lentes grandes que llevo en la cara; siempre se preguntan por qué me gusta llevar el cabello amarrado; siempre me preguntan "por qué tanta afición con el color de mis brackets"

"Caray", dije para mis adentros; había "tocado fondo" con el tema de conversación. Delia no mostraba ninguna lágrima en sus ojos y mucho menos algo de cólera en sus palabras: todo lo decía en un estado normal. Sin embargo, se apresuraba al hablar y daba la impresión de que quería acabar pronto con el tema.

Yo sabía que las chicas eran unas pesadas muchas veces. Sabía que les gustaba estar pendientes de cuánto "rollos" les habían crecido en el cuerpo, cuán bien les quedaba el peinado y cuán alto les quedaba la falda del uniforme; pero no sabía que les gustaba molestarse unas con otras. A decir verdad, a veces podían ser muy crueles. Mientras escuchaba hablar a Delia, también rogaba que nunca se hubiese enterado de la famosa "Lista Federal" que habíamos hecho los hombres. Si alguna vez se enteraba, habría perdido definitivamente su amistad.

-... Entonces, si tanto me molestan sobre mi aparencia, ¿Tú crees que con un comentario como el tuyo me voy a sentir mal? -continuó diciéndome- Ya estoy acostumbrada... ¡Yo soy la fea de la promoción!
-¡Pero yo no dije en ningún momento que fueses fea! -le dije, con miedo a que de la nada se pusiese a llorar- Sino por el hecho de que mis amigos me molestan con todas las chicas... O sea, ¡Me reí por lo rídiculos que se veían molestándome todo el tiempo!

Acepto que mentí un poco con lo que dije, pero era necesario decirlo de tal forma. Yo en realidad me reí porque, como dije, Delia no era el "tipo de chica" que me gustaba; pero tampoco la consideraba fea. Y bueno, eso fue lo que le dije.

-Di lo que quieras -me dijo-. Yo igual sé que soy "la fea de la promo"... ¡Y no lo estoy diciendo para que me consueles! -dijo, sobresaltada- Solamente te confieso la verdad de las cosas.
-Delia, yo no sé qué decirte -le dije- Yo solamente quería disculparme en el caso de que mi comentario te hubiese fastidiado... ¡Discúlpame, de todas maneras!
-Ya te dije que no me molesté -me dijo, y después miró su reloj- Oye... ¿A qué hora tomaremos el carro?
-No sé... -le dije- ¡Han pasado como cuatro y no hemos subido a ninguno!
-Bueno, ahí viene uno -dijo, alzando la mano para señalar que subiríamos al bus- Entonces... ¿Más tranquilo? -me preguntó
-Bueno... -dije, en voz baja-. Debo admitir que me preocupó que pudieses estar molesta conmigo... ¡Ahora estoy tranquilo!

Ambos subimos al bus y nos sentamos, abatidos por haber estado parados un buen rato; sin embargo, agradecí a ese "buen rato" pues así pudimos conversar bastante. Delia se comportó sincera conmigo y después de todo, pude saber algo más sobre ella. Ambos, en el bus, nos pusimos a conversar sobre otras cosas; pero llegamos al "mismo tema" nuevamente.

-Oye... -le dije- Y si no estabas molesta... ¿Por qué te fuiste sin decirme nada más y los siguientes días dejaste de hablarme?
-La verdad es que preferí irme rápido porque, aunque no me molestara contigo, tu comentario me hizo recordar cuánto me fastidian en clase y sólo tuve ganas de irme -me dijo, mirando al suelo- Discúlpame, tal vez no era la manera de proceder...
-No te preocupes.

Nació una pausa en medio de la conversación; nos habíamos acostumbrado a hablar con "silencios de intermedio". Ella sacó un chocolate Sublime, abrió la envoltura y comenzó a comerlo. Me invitó un pedazo y siguió comiendo.

-¿Sabes quién es la que me molesta más? -me preguntó
-¿Quién? -le pregunté también, curioso por saber. Los hombres, admito, podemos ser un poco más chismosos que las mujeres
-Tu ex enamorada -me dijo, mirando únicamente al chocolate que iba devorando de a pocos-. La otra vez me preguntó sobre cuándo dejaría suelto mi cabello... Me dijo "¡Qué cuánto desearía tener un cabello como el suyo!"
-Espera... -le dije- ¿Andrea? ¿Andrea Villavicencio?
-La misma -me respondió- ¿Has tenido más enamoradas dentro de la promoción?
-Bueno...
-No... Mejor no me cuentes -me detuvo- El tema es pequeño: Andrea es la persona que más me fastidia, aunque haya dejado de hacerlo en estos últimos días.

Andrea Villavicencio, la chica del cabello rubio y sedoso. Esa mujer no sólo era insoportable con los hombres, a quienes asediaba cada momento, sino también con las chicas que no eran sus amigas. Durante el tiempo que fuimos enamorados, nunca pude escuchar exactamente qué les decía a las chicas de un año menor que nosotros; pero una vez sí pude ver cómo le habló a la chica más gordita de nuestro salón: "Y... ¿Cuándo piensas hacer una dieta?", le dijo, sin preocuparse en cómo reaccionaría la receptora del mensaje. La chica, la gordita, sólo fue indiferente con ella; sin embargo, escuché que se había ido a llorar al baño de las chicas. En fin, felizmente esa chica aún sigue siendo gordita y es feliz de ser cómo es. No somos tan buenos amigos pero me alegra verla segura de sí misma.

-No le hagas caso, Delia -le dije, firme y seguro- Andrea apenas tiene cerebro... ¿Por qué hacerle caso a una "chica sin cerebro"?
-Yo ya sé eso -me dijo- Nunca he tomado tan a pecho todo lo que me ha dicho... Pero igual incomoda un poco.
-Sí, seguro -le dije, pero no del todo "seguro", pues no era mujer para entenderlo- No le hagas caso -agregué.
-Gracias -dijo, y se metió el último pedazo de chocolate a la boca.

Delia le señaló al conductor que bajaría en el próximo paradero; pero despidiéndose de mi un poco antes. Agarró su particular bolso rosado y bajó del bus, despacio. Yo le hice "adiós" por la ventana; ella me respondió con una sonrisa. Y ahí iba Delia: mi amiga de los brackets coloridos.