viernes, 25 de junio de 2010

Cap VI: No te escapes

Dibujos: Erii*

-Así que tu novia se molestó...
-¡No es mi novia! -respondí, impaciente de sus bromas

Era "El Loco" quien me fastidiaba; que, a propósito, acabo de recordar que nunca mencioné su nombre. "El Loco" se llamaba Julio. Como dije antes, él era (y es) uno de mis mejores amigos. La única razón por la cual soportaba sus bromas e intentos obsesivos de presentarme amigas por montones era porque nos unía un fuerte vínculo de amistad. Creo que de haber sido otro tipo ya le habría dicho: "¡¡¡Déjame hacer mi vida!!!" ¡En fin... ! Julio era el tipo de amigo que le gustaba alegrar la vida de los demás, asi fuese por medio de muchas pero muchas bromas. A propósito, ese día se encontraba haciéndome una de ellas.

-¡Pero si en serio es tu novia! -insistía él, soltando risas
-Carajo
... -le dije- ¡Que no, hombre!
-Bueno... -hizo una pausa- ¡Entonces solamente está loca por ti!
-¡¡¡Menos!!! -le respondí, aburriéndome de sus chistes
-¿Entonces por qué se tuvo que resentir con lo que le dijiste? -me dijo, a la par que asomaba los dientes.
-¡Ay! Porque cualquier chica se molestaría si tomaran a broma "que uno puede estar enamorado de ella", pues... -le dije, aunque no muy convencido de mi respuesta- ¡Qué poco conoces a las mujeres! -atiné a decir luego
-¡Sí claro... ! -dijo Julio, con sarcasmo- ¿Con qué yo conozco poco a las mujeres no? ¡Está bien! Te contaré una vez más sobre aquello que pasó con la chica del colegio de monjas que...

Y ahí empezaba de nuevo "El Loco": le encantaba contar sus historias (reales o fantasiosas, nunca lo supe bien) sobre sus amoríos con varias chicas de diferentes colegios. Sabía que iniciar el tema lograría que deje de molestarme; a pesar de eso, me quedé con algo de dudas en mi cabeza: "¿Le gustaré yo a Delia
?", me preguntaba a mí mismo.

Julio había hecho que confunda todas mis ideas sobre Delia: Yo veía a Delia como la chica tímida que se ofreció a ayudarme en los estudios por el hecho de ser una buena persona; sin embargo, después de haber escuchado a Julio, comencé a pensar que Delia sólo se había ofrecido a ayudarme con el objeto de intentar "algo" conmigo. Esa suposición no significaba que yo me viese como "el más guapo"
de todo el salón y que toda chica moría por mi, sino que Delia, aparentemente una niña dulce e inocente... ¡Tal vez podía enamorarse del primer chico del colegio con quien tuviese más confianza! Y en ese caso, parecía que ese chico era yo. Como dije, nunca la había visto conversar tanto con alguien del salón. Y como dije también, creo que todos se perdieron la oportunidad de conocer a una agradable persona como ella.

En fin, a pesar de que en un primer momento me importase bastante el asunto, me olvidé de éste con el pasar de uno o dos días. Los días en los que compartí tiempo con Delia, aunque sólo hubiesen sido tres, fueron geniales: La conocí mucho más y le quité esa etiqueta de "chica rara" que toda la promoción le había colocado. Sin embargo, pasaron los días y nunca hubo el momento apropiado para saludarla y pedirle disculpas por haberme reido al contarle que me fastidiaban con ella. Comenzaba el recreo y ella ya no se quedaba dibujando en el salón; parecía que iba a la biblioteca. Terminaban las clases y ella ya no estaba; parecía que sonaba el timbre y ella salía del salón "disparada como cohete". Como no encontraba el momento exacto para hablar con Delia, me olvidé del asunto y volvimos a ser los de siempre: dos personas que casi nunca (por no decir nunca) hablan una con la otra. Ahora que estoy lejos de aquellos años pasados, pienso que todo estuvo en mis manos: si de verdad quería pedirle disculpas, debí buscarla un poco más
.

Fue viernes el día que nos entregaron el examen sobre la Revolución Rusa. Yo estaba nervioso pues, dentro de mi, sentía miedo de no haber entendido el tema por mi propia cuenta y haber desperdiciado la oportunidad de que Delia me enseñase mejor. No obstante, la profesora me sonrío mientras dejaba el examen corregido en mi carpeta: había aprobado con diecinueve. Una quietud recorrió todo mi cuerpo y dije para mi: "He vuelto". Sabía que sólo era cuestión de esforzarme, de no sólo ocupar mi tiempo en distracciones... ¡De no olvidarme quién era yo
asi pasara cualquier cosa mala! ... Como una decepción amorosa con una chica llamada Andrea Villavicencio.

Todos guardamos nuestros cuadernos y libros tras el sonar del timbre. Era viernes y lo único que pasaba por la cabeza de todos los alumnos (en cualquier grado o colegio que estuviésemos) era: "¡Fin de semana!". Yo traté de guardar mis cosas rápido, pero me demoré; la profesora me pidió quedarme en el salón un momento. Se había dado el trabajo de llamarme para felicitarme por la iniciativa de mejorar mis notas y alentarme a nunca dejar de hacerlo. Después del pequeño consejo, me dirigí hacia mi carpeta y me di con la sorpresa de que sólo habíamos quedado tres personas en el salón... ¡Todos habían salido volando
! Las únicas personas restantes en el salón éramos: Delia, la profesora y yo.

Yo desde un principio estaba apresurado por irme, mas no sé qué me pasó. Mas bien vi a Delia sola después de tiempo, tuve el instinto de guardar mis útiles lentamente en la mochila. Todo esto porque estaba viendo disimuladamente qué era lo que hacía la señorita de los brackets coloridos. Ella también guardaba lentamente sus cosas. ¿Se proponía hacer lo mismo que yo? ¿Qué me estaba proponiendo yo? Exactamente no lo sabía; pero, analizando que me estaba demorando a propósito por el solo hecho de verla ahí, llegué a la conclusión de que mi inconsciente deseaba que yo le hablase. "¿Estás seguro?" me pregunté para mis adentros... "¡Estoy seguro
!", me contesté también. Era el momento preciso para pedirle disculpas y, tal vez, conversar tan amenamente cómo estábamos acostumbrándonos a hacerlo.

Vi que ella sostuvo su bolso rosado, levantó la cabeza y se dio cuenta de que tenía un espía mirándola: ése era yo. Pensé que Delia saldría corriendo o evitaría mi mirada simplemente; pero hizo un poco de ambos: me miró, mostró una posible sonrisa de compromiso y salió por la puerta a paso apresurado. "No te escapes...
", dije para mis adentros. Apresuré el paso también, me despedi de la profesora y salí del salón. Delia iba por el pasillo del colegio con un evidente paso acelerado.

-¡DELIA! -grité

Ella volteó, me miró y se quedó quieta. Entonces, ella no planeaba escaparse. Aceleré el paso de nuevo y le di el alcance. Era el momento de pedir unas disculpas y, de repente, darme cuenta si de verdad yo le gustaba a esta señorita. No planeaba preguntarle nada, obviamente; pero sí pretendía analizar cada uno de sus gestos, reacciones y miradas. Creo que las ideas de Julio habían influido mucho en mi.

miércoles, 23 de junio de 2010

Cap V: Y me reí

Dibujos: Erii*

-Entonces... ¿Entiendes cuáles fueron los antecedentes de la Revolución Rusa? -me preguntaba ella
-No... -le contestaba yo. Estaba distraído.

Era lunes por la tarde y había quedado con Delia en quedarnos a estudiar después de clases. Parecía que me había atrasado en varios temas del curso... pero realmente fue sólo en uno. Ella me explicaba sobre la Revolución Rusa y yo andaba "en otra". El día anterior me había quedado hasta tarde estudiando sobre el tema para no tener dificultad en entender a Delia; el tema era sólo uno pero tenía bastantes datos por recordar. Por esa razón, estaba cansado y apenas tenía ganas de estudiar en aquel momento. Además, con lo que ya había leído no me era difícil comprender todo sobre la Revolución Rusa. En otras palabras, ya había entendido todo lo que trataba de decirme Delia.

-Creo que no estás tomando en serio esto... -me dijo Delia, con un tono de amargura imposible de pasar por alto
-¿Eh? -le pregunté, sobresaltado- ¡No! ¡Para nada!
-Yo creo que sí. Te noto distraído... Parece que no entiendes el tema o simplemente, no quieres entenderlo -me dijo, guardando algunos de sus lapiceros en su cartuchera. Pensé que iba a irse.
-¡No, Delia! -le dije, un poco más sobresaltado- De verdad, discúlpame. Lo que pasa es que estoy un poco cansado pero sí entiendo...
-¿De verdad?
-No -le dije de una vez-. Lo que pasa es que ayer me puse a leer sobre el tema por mi parte y pude comprenderlo fácilmente...
-O sea, ¿Ya no necesitas que te ayude? -me preguntó
-No... O sea... -me trabé con mis propias palabras- ¡No lo sé! Tal vez esto sólo era cuestión de ponerme las pilas y repasar los temas de Historia por mi propia cuenta...
-Te entiendo... -me respondió
-Delia, disculpa... Siento que te hice perder tu tiempo... -le dije, avergonzado
-¡No te preocupes! -sonrió, mostrando sus brackets coloridos- Total: ¡Mientras te enseñaba, yo repasaba de paso!

Delia era una chica que sabía encontrar lo positivo dentro de todo lo malo o bien, era tan orgullosa que no quería demostrar estar molesta. Indudablemente opté por pensar en lo primero. Delia siguió actuando normal: sonreía y guardaba todas sus cosas en su bolso. Ella empezó a preguntarme sobre qué haría después y cómo era mi manera de estudiar en casa. Era notorio que Delia había perdido su timidez conmigo en las tres veces que nos habíamos quedado a estudiar. Ya no titubeaba, no se sonrojaba mucho y mucho menos trataba de irse rápido. Si pudiese decirlo en otras palabras, parecía que Delia disfrutaba de mi compañía. ¿Y para qué mentir? ¡Yo también disfrutaba de la suya! Ella no era tan rara como decían todos: era una chica inusual. Una chica que le encantaba dibujar cosas coloridas igual que sus brackets, de los cuales nunca tenía verguenza de mostrar cuando sonreía. Era diferente a las demás chicas, eso estaba claro.

Aquellas tres veces que nos quedamos a estudiar en el colegio, Delia y yo habíamos conversado sobre varias cosas: cómo me había empezado a gustar la Historia, cuáles eran sus cursos favoritos, qué era lo que más nos gustaba hacer a cada uno, qué música nos gustaba escuchar más y varias de "esas preguntas" que acostumbran hacer dos personas cuando empatizan bien y quieren conocerse un poco más. Mi plan, cuando acepté la ayuda de Delia en enseñarme Historia, nunca fue ser amigo de ella y sólo pasar el rato: el verdadero plan, en serio, se trató de ponerme al día en el curso. ¡Pero bueno...! Delia me simpatizó y parecía una agradable persona con quien tener amistad. Y, aparentemente, ella pensaba lo mismo de mí.

-¿Y ya estás mejor con ese asunto? -me preguntó
-¿Qué asunto? -le respondí con otra pregunta
-Tú ya sabes... ¡Lo de Andrea!
-¡Ah! -le dije, blanqueando los ojos- No me interesa... Ya te lo comenté, me parece.
-Lo siento... -me dijo, tapándose con su bolso
-¡No! -le dije, apresurado- No me molestas. Sino que el tema de verdad no me importa...
-¡Ah ya!
-Es más... "El Loco" me ha presentado durante estos días a varias de sus amigas y pues... unas que otras son realmente bonitas... -agregué
-¡Oh! -dijo ella, alzando las cejas- ¡Se nota que estás muy concentrado en subir tus notas!
-Ja, ja, ja... -reí lentamente- ¡Para nada! Las amigas del "Loco", como ya te dije, sólo me parecen bonitas. ¡Yo no quiero nada ahora! Él siempre me molesta con todas... -le dije, tratando de no reirme al acordarme de todos los intentos que hacía "El loco" por conseguirme una novia"- ¡Incluso me ha molestado contigo! -dije, riéndome.

Y ahí la malogré.

-Ja, ja, ja -ahora ella reía lentamente

Antes de que yo pudiese "salvar la situación" después de lo que le había dicho, Delia se colgó en el hombro su bolso y se despidió únicamente con ese ademán que hacía cuando apenas nos hablábamos en clase. Era evidente: la había lastimado. Pero, como yo era un chibolo idiota, no me di cuenta hasta que ella se rió de esa forma. Delia estaba ofendida.

Lo peor de todo es que no intenté seguirla. Sólo me limité a ver cómo salía del salón y a responderle el ademán de despedida. Era obvio que yo me había quedado sin nada qué decir. Sin embargo, creo que pude haber hecho algo para evitar que se fuese. En fin... me quedé sentado en mi silla y sólo pensé para mis adentros: "la fregaste otra vez, Ricardo"

sábado, 12 de junio de 2010

Cap IV: ¿Te ayudo?

Dibujos: Erii*

No me preocupé sobre qué le había pasado a Delia el día que le hice esa pregunta "un poco intimidante". Admito que me dio mucha curiosidad el "por qué" bajó del bus sin despedirse y por qué no me la había encontrado los siguientes días, sin embargo no me di el tiempo para buscarla y saber si le había molestado la pregunta. Como dije, lo normal era que no habláramos mucho en clase. Además, durante esos días, estaba más concentrado en otras cosas. Me dedicaba a pasar el tiempo con mis amigos, ir a jugar un partido de fútbol con ellos o, salir a pasear con varias de las amigas del "Loco". La verdad es que estaba descuidando un poco mis notas, mas luego pude recuperar el tiempo perdido.

Aquello que me hizo ver cuánto había bajado mis notas fue la entrega de un examen: un examen de Historia. Yo no necesitaba estudiar para Historia (sin dejar de ser modesto), siempre me gustó ese curso y cada examen me parecía demasiado fácil. Esto tal vez porque mi abuelo siempre me contaba cosas de Historia Universal cuando yo era pequeño. La cuestión es que me dieron el examen con un tremendo "CERO OCHO" en la parte superior derecha de la hoja. La profesora me miró como queriéndome decir: "¡¿Qué te está pasando?!", pero no llegó a decírmelo. Fui a recoger mi examen, me senté en mi carpeta y me negué a creer que había sacado esa nota. Lo peor de todo fue que ya había recibido antes tres exámenes así y no me había puesto a pensar lo mal que estaba yendo en el curso. Lo único que pude hacer en ese momento fue quedarme en mi carpeta y no salir al descanso. Estaba muy molesto. Hasta que, sorpresivamente, se escuchó una voz detrás mío.

-Oye, no estés molesto... Aún puedes mejorar.

Esa voz tímida pero con un acento de optimismo no podía ser otra más que la de Delia. Se había quedado también en el salón; al parecer todos los días acostumbraba a quedarse en el descanso.

-Hey... ¿Qué haces aquí? -le pregunté, mas calmado
-Dibujando... A veces me quedo aquí haciendo eso
-¿No te aburres? -le pregunté, confuso por su respuesta
-No... ¿Cómo voy a aburrirme de eso? Dibujar es lo que más me gusta.

Delia era una chica muy tranquila. Creo que nunca vi a Delia hacer alboroto con un gran grupo de chicas durante el descanso o bien, aprovechar ese tiempo para pintarse las uñas o leer revistas que todas las chicas de la clase leían. Es verdad que muchos la podían llamar "rara", pero yo prefería reemplazar ese adjetivo por especial. Me sorprendía los dibujos que hacía, simplemente eran lindos. Lo que más le gustaba dibujar era animales. Esa vez estaba dibujando un caballo con alas, algo fantasioso.

-¿Sacaste una muy baja nota? -me preguntó ella, mientras cogía un lápiz rosado para colorear las alas de ese "caballo volador" que había dibujado
-Sí pues -le contesté, resignado- Pero ahora sí me voy a poner a estudiar, me he distraído con tonterías
-¿Quieres que te ayude?

Delia hizo esa pregunta dejando atrás su usual timidez; lo dijo con mucha seguridad, mientras coloreaba su dibujo. Se la veía tranquila; de hecho, sin titubear a la hora de ofrecerme su ayuda.

-¡Claro! -le contesté, más animado- ¿Dónde, cuándo y cómo?
-Podemos quedarnos en el colegio después de clases durante algunos días -me dijo, cogiendo su dibujo y guardándolo en su bolso rosado-. Con una semana basta para ponerte al día sobre las clases que no has prestado mucha atención
-¡Está bien! -le contesté, con una sonrisa de oreja a oreja- ¿Empezamos hoy?

Ella se puso de pie, se colgó en el hombro su bolso rosado y me miró, haciendo un ademán de despedirse. Pero antes, respondió:

-Hoy tengo que hacer algunas cosas en casa... ¿Te parece si comenzamos mañana? -me preguntó, algo apresurada por irse
-Bueno, no hay problema... Oye -le dije, interrumpido por la curiosidad- ¿Y a dónde te vas? ¡En unos minutos nada más termina el descanso... !
-¡Ah! -respondió, después de un suspiro- Es que debo irme a casa porque luego tengo una cita en el dentista... ¡Hoy me cambian el color de los brackets!
-¿Ah sí? -le pregunté, con un tono de desánimo en mis palabras- ¡Qué bien... !
-¡Sí! ¡Siempre me los cambian cada dos meses! -dijo ella, más entusiasmada
-Ajá... -atiné a contestar, sin poder mostrar una sonrisa ante eso

Yo no tenía nada contra los brackets. Nadie tenía nada contra los brackets. Yo no tenía nada contra Delia... Y nadie tenía nada contra ella. El único fastidio o incomodidad que causaba a todos cuando ella hablaba de sus brackets era la emoción alborotante que colocaba en sus palabras. No entendíamos cómo le podía gustar tanto el hecho de tener brackets. Está bien, tampoco queríamos que se sintiera en una tortura al tenerlos... ¡Pero nos sentíamos un poco incómodos cuando ella comentaba, cada dos meses, que le cambiarían el color de sus brackets! A veces, preferíamos ver los tradicionales brackets de color acero antes que unos de colores muy pero MUY llamativos. Ella era como una niña: Delia sonreía feliz cada vez que estrenaba nuevo color de brackets. Era como una "niña inocente", todos la veían así.

-Bueno, me voy -dijo, atravesando la puerta del salón-. Cúidate, no olvides que mañana nos quedamos en el colegio... ¡Adiós!
-¡Adiós! -le respondí

Tocó el timbre y todos regresaron al salón después del descanso; pero el primero en entrar al salón fue "El Loco". Éste vio cómo Delia se había despedido de mi y cómo yo me había quedado solo en el salón después que ella se fuese; "El Loco" no demoró en molestarme y preguntarme que hacíamos los dos solos en el salón. Yo no hice caso a sus bromas: él siempre hacía lo mismo.

-Con que no pasa nada, ¿No? -me fastidiaba "El Loco", codéandome y tratando de hacerme reir
-¡No! Ella sólo me ayudará con Historia y ya... ¡Tarado... ! -le respondí, prestando mucha más atención a la clase.

Ese "Loco"... ¡Siempre tenía alguien con quién molestarme! Mas, cuando me molestaba con Delia, me parecía ridículo y me daba ganas de darle un golpe por pasarse de fastidioso. Delia era una persona agradable. Sí, Delia me caía muy bien... ¡Pero molestarme con ella era ya una exageración! Yo no era un "chico guapo", pero tenía algunos gustos muy "engreidos". Delia no era mi tipo... ¡Y no era porque tuviese brackets! No... No era porque tuviese brackets.

viernes, 11 de junio de 2010

Cap III. Un peculiar encuentro

[Dibujos: Erii*]

Lo que sucedió con Andrea, asi hubiese sido fácil olvidarse de ella, tuvo tediosas consecuencias. Tuve que resignarme a no pelear con los amigos del "nuevo chico de Andrea", que se burlaban de mi al verme pasar. Tuve que aguantar los reproches de mis amigos que, felizmente, cesaron pronto. Y lo peor, tuve que soportar que uno de ellos, "El Loco", me presentara cada instante a varias de sus amigas. "El Loco" era uno de mis mejores patas, pero no coincidíamos en nuestros puntos de vista. Él también creía que debí aprovechar la oportunidad con Andrea, sin embargo respetó lo que decidí. No obstante, "El Loco" me presentaba una que otra amiga sin parar, de modo que pudiese conocer "mi chica perfecta". Nunca faltan esos amigos que te quieren conseguir novia por donde sea.

Uno de esos días, "El Loco" trajo a una de sus amigas a la hora que salíamos de nuestro colegio. La chica era simpática: era pequeña pero muy agraciada. Sin embargo, no me agradó su forma de ser: era evidente que le interesaba tener algo conmigo o con cualquier otro chico. Me dije a mi mismo: "No. Las mandadas no van conmigo". Intenté escapar lo más rápido posible de tal incómodo encuentro con la amiga del Loco, así que decidí ir al paradero más cercano. Dije de pretexto "que tenía que terminar un trabajo muy importante" y me fui, tan pronto como pude. "El Loco" me estuvo reprochando también por aquello durante varios días.

El punto es que, de haber salido tan apurado, me dirigí hacia el paradero equivocado. El ómnibus que me llevaba a casa demoró bastante en pasar y yo, que soy "tan paciente" me aburría y caminaba de un extremo a otro en la vereda. De repente, apareció esa personita tan peculiar de mi clase: Delia. Venía sonriendo, mientras dejaba lucir sus brackets de colores. No sabía si sonreía por el hecho de querer saludarme o simplemente porque era una chica muy feliz. Definitivamente era lo segundo. Delia se paró a mi costado y solo dirigió su mirada a los buses que venían en camino. Ella y yo no hablábamos mucho en clase: apenas habíamos cruzado palabras. Sin embargo, no quise ser poco atento y la saludé.

-¡Hola, Delia!

Ella volteó algo turbada, me miró y respondió el saludo con timidez.

-Hola, Ricardo... ¡No te había visto!
-Lo sé -le dije, acercándome un poco más- ¿Aquí tomas tu bus?
-Claro... ¿Tú también tomas el bus aquí?
-No -miré a otro lado, quizá de vergüenza-. Sólo que me equivoqué de paradero.
-¿Y cómo llegarás a tu casa?
-No sé, veré qué bus puede llevarme a un lugar cerca de ella -le dije, algo incómodo porque la conversación se estaba extendiendo
-¡Oh! -suspiró- Seguro puedes tomar mi bus, creo que llega a todo sitio.
-Bueno -dije, sin estar seguro- preguntaré de todas formas.

Delia tenía razón: el bus que ella tomaba era "casi mágico". Daba un montón de vueltas, pero llegaba a lugares algo céntricos. Cuando el cobrador me dijo la ruta que hacía, subí al mismo bus con Delia. Nos sentamos juntos y guardamos silencio por un momento. Ella miraba a la ventana y yo, por el reflejo, podía ver que estaba algo nerviosa. Ella era un poco vergonzosa con los chicos; tal vez porque no estaba acostumbrada a que éstos le hablaran.

-¿Cómo te va con las notas? -decidí romper el hielo
-Bien. Mis notas siguen igual. -respondió rápidamente
-¡Oh! Tú siempre con tus notas óptimas, Delia. Felicitaciones por eso.

Ella, al escuchar esto, se sonrrojó. Aunque sus lentes tapaban casi toda su cara y sus brackets color amarillo eran lo que más resaltaba en su rostro, sus mejillas enrojecidas la hacían ver extrañamente simpática.

-¿Y tú cómo vas con las notas? -me preguntó
-Más o menos... Mis notas han bajado un poco -le respondí, avergonzado por estar diciéndole esto a una chica muy inteligente y responsable.
-¡Oh! Eso es triste de escuchar... Tú nunca has sido mal alumno, creo.
-No. Mal alumno no he sido... ¡Pero excelente alumno como tú tampoco!

Y ella se volvió a sonrrojar. De repente, yo estaba sonando un poco halagador y no me daba cuenta de ello. O quizás si lo noté. No lo sabía, solo me dejaba llevar por mi instinto. Y el instinto me decía: "Sé amable con ella". Ni yo me entendía del todo.

-Tal vez estás distrayéndote con cosas que no valen la pena... -me dijo, volteando el rostro hacia la ventana
-¿Cómo? -le pregunté, muy confundido
-No estoy muy segura, pero creo que últimamente te he visto distraído en clases...
-¿Distraído? -pensé un poco sobre aquella palabra- ¡Ah! Pues sí, sí he estado un poco distraído e incómodo durante estos días... ¡No sabes qué se siente cuando una chica como Andrea te trata de esa forma!
-Sí, me imagino... ¡Has de estar destrozado! -dijo Delia, sin ocultar cierta pena en su mirada
-Sí -asentí, pero luego pensé mejor en lo que ella había dicho- Espera... ¡¿Tú sabías lo que pasó con Andrea?!
-Bueno, es inevitable escuchar lo que a veces tus amigos conversan en voz alta...
-Ah... Ahora sí... -miré al suelo- ¡Qué vergüenza! De verdad, pensé que esto sólo lo iba a saber mi grupo de amigos. -le dije, realmente humillado
-No te preocupes, Ricardo -dijo con tranquilidad- Yo no soy de burlarme de nadie. Además, cualquiera pudo haberse enterado que tenías algo con solo verte: tu mirada andaba perdida en clases.
-Seguro... -le respondí más desanimado, pero volví a pensar en lo que ella acababa de decir- Espera, ¿¿¿Tú me estuviste viendo todo el tiempo en clase???

Y esa fue la pregunta que malogró tan "ameno" diálogo. Delia se paró de su asiento, indicó al cobrador del bus que se detenga en el paradero siguiente y enseguida, bajó. Yo me quedé con la pregunta en la boca, mirando por la ventana cómo ella se alejaba.

Cap II. Andrea Villavicencio

[Dibujos: Erii*]

Yo me enamoré de Andrea Villavicencio por el hecho de que todos mis amigos también estaban embobados por ella. Todos teníamos, en aquel tiempo, tan solo dieciséis años. Éramos unos adolescentes alocados por una chica de un año mayor que nosotros. Sí, Andrea tenía diecisiete; y debo comentarlo: ella había repetido de año. Eso puede decir mucho de ella, lo sé. Pero en fin, a nosotros nos gustaba. No sabíamos cómo trataba a las chicas que no eran sus amigas, no sabíamos sus ideales en la vida, no sabíamos qué cosa era lo más lindo de su persona... ¡No sabíamos nada! Solo sabíamos que era una rubia bonita y eso nos bastaba para correr tras de ella. Andrea no era el tipo de chica que desdeñaba a los hombres. Es decir, Andrea podía mirar mal a algunas chicas, pero a ningún hombre le hacía eso. Para ella, los hombres feos o lindos, eran la misma cosa: HOMBRES... ¡Débiles ante la carne! Nosotros, los chicos, no eramos unos santos, pero algunos creíamos que Andrea siempre pretendía probar un bocado de cada uno. Ya lo dije, era una perra. Sé que se puede ver cierto rencor en cómo la describo y admito que es verdad: ella me hizo daño.


Yo nunca fui el "mandado del grupo"; siempre me costó un poco expresar lo que sentía hacia una chica. Asi que si Andrea se enteró que yo también estaba "loco por ella" fue por su propia cuenta. Ella era astuta, ya lo dije: se dio cuenta que me gustaba por lo nervioso que me ponía al hablarle, por descubrirme cuando la miraba a escondidas, por bajar la cabeza cuando ella me saludaba, por no esconder estos cachetes míos que se ponen rojos cuando veo a una chica linda, y por muchas razones más. Ella se dio cuenta rápido, así que no perdió tiempo en conquistarme adrede. Lo curioso era por qué no había hecho eso con el resto de los chicos del salón: ¿Acaso yo tenía "algo especial" que ellos no? Comencé a pensar que era por ese atributo extraño de mis ojos (a veces cambian de pardos a verdes), pero esa no fuela razón. Ella me conquistó porque sabía que yo podía darlo todo si me enamoraba. Ya me había visto: yo era todo un detallista.

Andrea y yo nunca tuvimos una relación fija: a lo único que llegamos fue a coqueteos; pero éstos coqueteos fueron muy fuertes. Andrea comenzó a juntarse mucho más conmigo, me pedía que le comprara cosas, me besaba en frente de todos, me pedía que le comprara cosas, me agarraba la mano en frente de todos, me pedía que le comprara cosas y me pedía que le comprara cosas... ¡Todo era "comprarle cosas"! Andrea fue una sucia interesada. Y de eso me di cuenta temprano, felizmente. Justo en el momento preciso: antes de que pase algo muy importante entre ella y yo.


Su casa se quedaba sola casi siempre, así que ella aprovechó una de esas veces para llevarme a "conocer su casa". En su sala, ella me abrazó por el cuello, mirándome fijamente a los ojos. Sus ojos eran increiblemente claros y tenía una mirada fuerte. Sin embargo, al mirarla, no sentí nada. Quise sentir alguna sensación especial al ver sus ojos, pero no pude hacerlo. Entré en razón y me di cuenta de que ella solo me quería para eso. Me di cuenta, rápidamente, que ella solo había estado conmigo para pedirme peluches, corazones de chocolate y otras huevadas; después, ella no me daba ese cariño que tanto quería recibir yo. Estaba a punto de cometer la locura más grande si la hubiese dejado besarme en ese instante: la detuve a tiempo. Ella no podía creer que la estuviese rechazando; en realidad, nadie de mis amigos pudo creer tal cosa cuando se enteraron (tuve que pasar un tormento horrible cuando me abuchearon por perder "tal oportunidad"). Pero, así fue: decidí no seguir con aquella situación. Quité sus brazos de mi cuello, agarré mi mochila y me fui. Sin antes decirle que era una chica totalmente convenida y que nunca debí fijarme en ella. "No te preocupes, querido, felizmente desististe de hacerlo pues eres demasiado niño para mi", dijo ella, cerrándome la puerta de su casa. Nunca había estado tan molesto; mi orgullo nunca se había encontrado en una escala tan baja.


No fue costoso olvidarla después de lo que me hizo y dijo. Mucho más porque ella, al siguiente día, ya estaba coqueteando a otro chico del colegio. Lo difícil de tal hecho fue soportar los reproches de mis amigos: "¿Por qué no aprovechaste, huevón?" "Oe, ¿Eres idiota o qué?" "Oe, ¿Eres marica?" Frases totalmente irritantes. Solo uno supo decir lo que esperaba escuchar: el "Gordo Martín". El gordo me dijo: "Bien, flaco, con una chica así no vale la pena más". Y era cierto, yo podía ser hombre y tener las mismas "metas" que tenían mis patas. Sin embargo, me diferencié por buscar algo más en la chica que me gustara. Y ese "algo más" Andrea no lo tuvo. Al ver sus ojos, nunca lo sentí. Pueden haberme considerado un romántico ridículo o simplemente, un chibolo tonto. A pesar de esto, me mantuve firme en mi decisión: Andrea no había sido la chica correcta para mi.

Cap I. "La Lista Federal"

[Dibujos: Erii*]

Por lo general, en la secundaria, el aspecto físico es algo muy importante para cada adolescente. Es tu etiqueta de presentación al círculo social, es tu pase de entrada a la popularidad (asi estés en un colegio únicamente de hombres o de mujeres). En la secundaria, muchas veces, tú vales por tu físico: si no le pareces atractivo a la mayoría, estás fregado; si tienes algo de suerte, solo sufrirás el desplante de las chicas en las fiestas; s itienes pésima suerte, no solo sufrirás eso sino también las constantes burlas sobre aquello que no te hace atractivo. En este rubro entra tu estatura, tus orejas, tu nariz o tu contextura; por lo general esas son las claves.

Mi colegio era mixto; entre hombres y mujeres, logramos una promoción unida. No habían muchos grupos sociales dispersos, éramos amigos todos. Sin embargo, las bromas eran algo constantes. Se trataban de burlas sobre "lo que no te hacía una mamacita" o "lo que no te hacía un papacito". Por supuesto que no estoy diciendo que mi colegio haya sido un "centro narcicista", pero tal vez primó mucho este asunto del físico por el simple hecho de haber sido adolescentes: Adolescentes preocupados por tener los músculos más grandes que el otro (en caso fuéramos hombres) o por tener la cara más bonita (en caso fuesen mujeres).

Estas reglas del físico perfecto eran mucho más aplicadas en el caso de las chicas. Nosotros, los hombres, también nos preocupábamos; pero había un momento en que el asunto de quién era más fuerte, quién tenía más novias o etc. dejaba de importarnos. En cambio, a las chicas las veíamos siempre preocupadas por si estaban gordas, por si les había salido una imperfección en la cara, si les quedaba bien los lentes, si tenían bien cepillado el cabello, si la vincha recién comprada les caía bien, si sus pestañas estaban lo suficientemente rizadas, y etcétera de cosas. Ellas eran las más interesadas en verse bien: todo para agradarnos a nosotros; bueno, al menos eso pensábamos los muchachos.

Nosotros, en aquellas épocas, acostumbrábamos a reunirnos después de clases en el parque que estaba a la espalda de nuestro colegio. Bajo un gran árbol, contábamos nuestras experiencias mientras comíamos tonterías. Salíamos del colegio a las dos y media de la tarde y nos quedábamos en ese parque hasta las cuatro. Por lo general, éramos un grupo de cinco muchachos los que nos reuníamos ahí. Dije que en mi promoción no fuimos dispersos, pero siempre hay algunos amigos con los que prefieres juntarte más.

Dentro de esas amenas pláticas de la vida, hubo un día en que hicimos "La lista federal". ¿Qué diablos era eso? Una lista en donde colocábamos, en jerarquía, los nombres de las chicas de nuestra promoción; según si eran bonitas o... feas. Puede sonar algo cruel, pero en esa edad era algo inevitable no clasificar a las chicas según su aspecto físico. Éramos adolescentes, éramos un poco pavos. De una forma u otra, la lista nunca llegó a manos de ellas; se la quedó el "Gordo Martín" (uno del grupo), quien supo guardarla bajo siete llaves. No quiero ni pensar qué habría sido de nosotros si alguna de ellas se enteraba: ¡Las chicas son unos demonios cuando se molestan!

Perdería el tiempo mencionando a todas las chicas de mi promoción y sus características físicas respectivas. Así que solo mencionaré a dos: la que ocupaba el primer puesto y la que ocupaba el último. La del primer puesto se llamaba Andrea Villavicencio: una rubia linda. Era buena gente la chica, super divertida y cuando quería, buena amiga. Al menos esto ocurría con su "grupo de amigas". Sin embargo, tenía algo que la hacía odiosa para algunos de la clase: era una perra. Era una chica astuta pues, cuando quería, podía idear cualquier artimaña para conquistar al chico que le gustaba: asi este chico estuviese con alguna chica. Esta travesura la hizo con el enamorado de Lupita Ferradas (otra chica de mi promoción): ésta jamás perdonó a Andrea. En fin, Andrea (perra o no) era la chica más bonita de toda la clase. A pesar de eso, lo perra la hacía "fea" para algunos. Aunque esos "algunos" éramos pocos. Debo admitir que me costó tiempo en que ella me dejara de gustar. Pues sí, yo también estaba embobado por ella.

En el otro extremo de la lista, en el último puesto, se hallaba la chica más inocente y dulce (aunque esto me hubiese demorado en descubrir) de todas: Delia. Ella tenía lentes (no de esos con "poto de botella", pero sí unos lentes de gran marco negro), llevaba el cabello amarrado en una cola (aunque su cabello era bonito y nunca lo dejó relucir) y sobretodo: tenía brackets. Evidentemente, Delia no cumplía los requisitos de "la chica más bonita" para los chicos de la clase; y no solo los hombres pensábamos eso, las mismas chicas también lo hacían. Era notable cuando la misma Andrea Villavicencio miraba a Delia con desdén; y todo esto porque Delia era peculiar: sus lentes la hacían ver intelectual, pero éstos no eran del todo agradables; su cabello tenía lindos rizos, pero siempre estaba atado; y sus brackets no le quedaban "tan mal", pero eran de colores. Sí, cambiaba el color de sus brackets durante cada tiempo.

Los chicos de mi promoción no eran el tipo de muchachos burlones que podían llamar a Delia como "Betty la Fea"; pero, de todas formas, existieron los chismes. Y entre estos se escuchaban: "¿Por qué esa chica se pone lentes así?" "¿Por qué tiene que cambiar el color de sus brackets cada rato?" "¿Por qué se peina tan mal?". Sin embargo, nadie hacía estas preguntas frente a Delia. Aunque Delia no necesitaba escucharlas; ella sabía que no encajaba en el estereotipo de "Chica bonita". Sí, ella lo sabía.

"Mi novia tiene Brackets"



¡Hola, bloggers! Mi blog, por lo usual, está lleno de poesías pequeñitas, cuentos, posibles crónicas y otros escritos que pueden salir en el momento. Ahora, me concentro en tratar de escribir una historia un poco más larguita. Aunque, no dejaré de escribir otras cosas en medio de ésta. Como dice la etiqueta de esta entrada, el nombre de la historia es "Mi novia tiene brackets". Ahí empieza.

ROSS