miércoles, 20 de octubre de 2010

CAP XVIII: Nunca tuvo tanta razón como aquella tarde

[Dibujos: Erii*]

Una puerta rugió en medio del silencio que llenaba mi hogar. Estaba tan molesto que se me olvidó que 'tirar la puerta muy fuerte' era una de las cosas que mi mamá más odiaba.


-¿Ricardo? -preguntó mi mamá, asomándose por la puerta de la cocina
-Sí, ya llegué -le contesté
-¿Por qué demoraste en llegar?
-¿Ah? -pensé que me reñiría por el portazo- Es que me quedé un rato en el colegio...
-¿Algo malo? -preguntó mi mamá, como siempre preocupada
-No, para nada -me acordé la razón por la que me quedé y me molesté de nuevo-. ¡Me quedé por gusto, en realidad! Nada interesante...
-Bueno... -dijo ella, batiendo en el bowl algo parecido a una gelatina- Siéntate rápido para que almuerces de una vez.

Mientras comía ese delicioso puré de papas que mi mamá sabía cocinar tan bien, mi mente se hacía enredos tras enredos. "Qué Delia tan fastidiosa... No sé por qué hizo que me quede si luego planeaba irse con el 'famoso Martín' y dejarme ahí...", me decía a mi mismo. "Al menos me hubiese invitado a ir con ellos a la feria... Se comportó tan diferente...".

-¡Oye, niño! -exclamó mamá
-¿Ah? -reaccioné- ¿Qué pasó?
-¡Tu comida se enfría! No estás comiendo casi nada...
-¿Qué? -miré al plato y me di cuenta que me estaba demorando demasiado en comer... y todo por pensar en la 'dichosa Delia'.

"Lo único que sé es que ese Martín no me simpatizó para nada... ¿Cómo Delia se va a fijar en un chico que fuma? ¿Cómo se puede fijar una chica como Delia en un chico así?", me preguntaba a mi mismo, en mi mente. Sea como fuese, no me cabía en la cabeza que 'esos' eran los gustos de Delia. Aparte, estaba molesto porque ella prefirió irse con 'el chico del cigarro en boca y las zapatillas gigantes' antes que conmigo.... aunque, bueno, el plan era que ella se fuese con él. En fin, aceptaba que estaba celoso. "¡¡¡ ... Pero estos son celos de amistad y nada más!!!" me repetía a mi mismo.

Más tarde, "El Loco" vino a verme. Necesitábamos una de esas tardes de Supernintendo, más un poco de cerveza... por supuesto, a escondidas de mi madre. "El Loco" traía dos latas para cada uno y ahí quedaba todo. Esas eran nuestras clases de 'pilladas' que hacíamos cuando éramos adolescentes: 'eramos inocentes'.

-¿Traes el armamento? -le pregunté, recibiéndolo en la puerta y refiriéndome a los cassetes de videojuegos y a las latas de cerveza
-Así es... -respondió con mucha frescura "El Loco"

Con las latas bajo su casaca de jean y con la caja de cassettes en los brazos, "El Loco" saludó a mi mamá con una sonrisa inocente.

-Hola, Julio, ¿Cómo vas? -lo saludó mi madre
-Muy bien señora... ¡Preparándonos para una tarde de Supernintendo! -respondió él
-Bueno, sólo porque es viernes... -contestó ella
-Ya, mamá... -agregué, interrumpiendo un poco el espíritu 'aguafiestas' de mi madre. A veces, me tentaba el llamarla de esa forma. Obviamente no lo hice.

Con "El Loco" jugamos más de diez partidas de supernintendo durante toda la tarde. Eso era lo que necesitaba después de aquel día en el colegio: un relajo. Sabía que era un exagerado, sabía que si algo me hacía sentir mal a veces lo extrematizaba, pero en ese momento me importaba poco si estaba excediéndome en mi cólera: me había molestado la actitud de Delia y eso era todo.

"El Loco" bebió un trago de su cerveza y soltó una pregunta terrible:

-¿Te has peleado con tu novia, no?
-¿Qué? -le contesté, tragando saliva.
-¡Te has peleado con Delia! -dijo él, riéndose.
-Ya te dije que no es mi novia -le dije, jugando a la vez-. No me he peleado con ella, además.
-¿Seguro? -preguntó, con su voz maliciosa.
-¿Por qué molestas tanto, eh? ¿A ti te gusta Delia, no? -le dije, molestándolo.
-Ja, ja , ja... Cuidado con tus bromas porque tú mismo te puedes poner celoso...

Escuché la palabra 'celoso' y me puse nervioso.

-¿En serio crees que me gusta o me dices todo esto por el rumor que se creó en el colegio? ¿O sólo lo haces por acabar con mi paciencia? -le dije, haciendo un 'alto' a los videojuegos.
-No te quiero irritar la paciencia... -contestó, mientras él seguía jugando.
-¿Entonces?
-Tampoco hago caso a los rumores de colegio... -agregó
-¿¿¿Entonces???
-Sólo que te conozco -dijo, y dejó a un lado el videojuego-. Yo creo que a ti te gusta Delia porque desde que comenzaste a hablar con ella, no has dejado de hablarle, siempre la buscas, siempre estás preocupándote por ella...
-¡Como amigos! -le dije, poniéndome más nervioso y casi tartamudeando
-¿Ves? ¡Tartamudeas! Ya pues, brother... -qué irónico que usara tal palabra en ese momento- ¡Creo que debes ser más sincero con tu mejor amigo de toda la vida!
-¿De qué hablas? -intenté 'hacerme el loco'.
-¿Te gusta Delia o no? Habla nomás... No sé qué tanto escándalo haces -dijo- Si te gusta, pues... ¿Por qué no intentas algo con ella? Total... Es buena gente, al parecer... ¿Qué tiene de malo que te guste? Habla nomás...

Me tragué el último sorbo de cerveza que había en mi lata y miré al muñequito del videojuego, que se había quedado 'en pausa'. Los colores del videojuego eran tan vivídos que me hacían recordar los brackets de mi querida amiga Delia. Al recordar los brackets de Delia, me acordaba de ella y, al recordarla a ella, el patético rockero venía a mi mente también. Tras toda esta fila de recuerdos, comprendí una sola cosa: la dichosa Delia me estaba comenzando a gustar. Y no, no me gustaba la idea de que un 'rockerito' se la lleve como novia. Tal vez "El Loco" nunca tuvo tanta razón como aquella tarde.

domingo, 17 de octubre de 2010

CAP XVII: Hola brother

[Dibujos: Erii*]

-¡VAMOS, VAMOS DE UNA VEZ A SALUDARLO! -exclamó Delia, con su voz cargada de emoción
-Eh... -me acomodé el cuello de mi camisa- ¿No quieres que lo conozca otro día? ¡Mejor los dejo solos hoy...!
-¿Estás loco? -exclamó ella- Ya te dije que quiero que lo conozcas...
-Bueno... -respondí.

¿Cómo creen que me encontraba yo en esos momentos? Sí... ¡Confundido! "El famoso Martín" se trataba de un chico rockero, de un estilo bacán y con un leve aire de ser algo antipático... "Caray... ¿En qué me metí?", me pregunté a mi mismo. Tal vez no lo entiendan (o tal vez sí), pero yo estaba esperando que el chico no fuese la gran cosa.

Delia me había, si podemos decirlo en una jerga coloquial, me había choteado. Es decir, yo no esperaba gustarle, como ya lo mencioné; sin embargo, el enterarme que yo no era de su agrado fue una estaca para mi orgullo: ¿Acaso yo no era atractivo para las chicas?. En ese momento, lo único que esperaba es que el chico que le gustase a Delia no fuese la gran cosa; en otras palabras, esperaba que los gustos de Delia no fueran tan buenos. O, de repente, esperaba que quien se fijase en Delia no fuese 'la gran cosa'. Sé que suena cruel decirlo ahora, pero debo admitir que esos eran mis pensamientos. Bueno, al final, me di con tremenda sorpresa.

Ambos cruzamos la pista y ahí nos encontramos: al frente del rockero con zapatillas gigantes.

-¡Hola, Delia! -dijo el individuo, acercándose para darle un beso en la mejilla. La voz del tipo era gruesa; esto le daba un aspecto más varonil al susodicho.
-Hola, Martín... -respondió Delia, sin darse cuenta que su voz derrochaba evidente enamoramiento-. Te presento a mi amigo Ricardo... Ricardo, él es Martín, mi amigo de la parroquia.
-Hola, brother -me estrechó la mano derecha y sonrió
-Hola, qué tal... -le contesté

¡¿BROTHER?! ¡¿Yo era "SU BROTHER?! ¿Desde cuándo las personas que recién se conocían ya se llamaban 'BROTHERS'? Está bien, lo admito: yo también solía usar ese término al saludar a otros. Pero no sé por qué no toleraba que este individuo de zapatillas de payaso me llamase así. Su aspecto escuálido (bueno, no tan 'escuálido'), su cabello desordenado y su 'pinta de rockero' me molestó desde el primer momento en que lo vi. Y ni qué decir de su cigarro: todo el humo llegaba a mi cara.

-¿Y qué tal tus clases? -le preguntó el individuo a Delia, rascándole la cabeza como un 'gesto de cariño'. "¿Por qué nunca había hecho eso yo?", me pregunté.
-Estuvo tranquilo... No muchas tareas, felizmente -respondió ella, sin dejar de sonreir
-¿Eso quiere decir que podemos ir a pasear? -le preguntó

Sí, yo estaba entre los dos escuchando cómo se hacían preguntas el uno al otro. Fue uno de los momentos más INCÓMODOS de mi vida.

-¿Pasear? ¿A dónde? -preguntó una 'Delia entusiasmada'.
-No sé -dijo él, mientras aplastaba su cigarro con el pie derecho-. ¿No quieres ir a la feria?
-¿La feria? -preguntó otra vez una 'Delia entusiasmada'
-¿¿¿La feria??? -preguntó un 'Ricardo entrometido'

¿Cómo la iba a llevar a la feria? ¿Qué clase de proposición tan barata y evidente era esa? ¡Era obvio que lo que quería el "brother" era comprarle un peluchito y robarle un beso en la rueda de la fortuna o en uno de esos juegos mecánicos que te elevan por el aire y te dejan mareado por más de diez minutos. Yo, en particular, odiaba esos parques o ferias.

-¡¡¡Sí quiero ir!!! -respondió Delia
-¿Quieres ir? -preguntó él
-¿QUIERES IR? -pregunté yo
-Eh... ¿Sí? ¿Qué tiene de raro? -preguntó Delia, pero dirigiéndose a mi.
-Eh... No tiene nada de raro -le dije- Sólo que...
-¿Sólo que qué? -preguntó ella, lanzándome una mirada nerviosa
-Sólo que... -no sabía qué decir, iba a inventar otra vez- ¿No tenemos mucha tarea para mañana?
-¿Cuál? -preguntó Delia, con su particular tono desafiante cuando algo no le agradaba.
-Eh... ¡Del libro de Historia! -le respondí. Esta era una tarea que nos habían dejado hace tiempo y la entrega era al siguiente día.
-Ay, Ricardo... -dijo ella, sonrojándose y mirándolo a él y a mi- Esa tarea ya la hice hace tiempo... No tengo nada que hacer mañana...

Entonces entendí la fuerza de sus últimas palabras: yo estaba arruinándole el momento. Ella quería ir a la feria con él y yo, sin saber tampoco el porqué, lo único que hacía era estropearles el plan.

-De repente tu amigo también quiere ir -dijo el individuo, o mejor dicho, "el famoso Martín".
-¿Yo? ¿A la feria? -pregunté, señalándome a mi mismo.
-¡Claro! ¡Vamos, Ricardo! ¡Anímate! -dijo Delia, agarrándome de un brazo.
-Eh... -me quedé pensándolo.
-Sólo hay una cosa -dijo Martín, con un gesto de vergüenza e incomodidad- Si te animas, tendrías que ir aparte, pues yo traje una bicicleta y ahí sólo cabemos Delia y yo...
-¡Ah... ! -respondí

¡Qué desgraciado! Me hace la invitación de acompañarlos a la feria y luego me dice "Pero tendrías que ir aparte". Seré algo prejuicioso, pero estaba seguro de que eso lo hizo para molestarme. Ya sólo quería irme de ahí. Pero me quedaba una duda: ¿Cómo iba a actuar Delia?

-¿Y si vamos en un carro juntos? -preguntó ella
-¿Y dónde dejo mi bicicleta? Si me la roban, mis padres me aniquilan... -dijo el "rockero"
-Bueno, bueno -interrumpí-. No tienen por qué hacerse problemas, chicos... ¡Yo ya voy otro día!
-¿En serio no te molestas? -preguntó Delia
-¿Molestarme? ¡Ja, ja, ja! -le respondí, disimulando todo mi fastidio- ¡Por nada del mundo! Me voy a mi casa, tengo que terminar mi tarea.
-¡Está bien! -exclamó ella
-¿Está bien? -le pregunté
-¡Sí! !Haz tu tarea y nos vemos mañana! -dijo, me sonrió y me abrazó como signo de despedida.
-Chau, brother -dijo Martín, me extendió la mano y se fue junto con Delia.

Martín subió a su bicicleta y luego ayudó a que Delia subiese a esta. Ambos se fueron y Delia me hizo 'adiós' con la mano. ¿Y yo? Yo me quedé parado como imbécil mirando cómo se iban. Estaba furioso: O era porque Delia me había hecho bajar de clases rápido sólo para verla irse con "su Martín" o era porque... ¡Sí pues! ¡Estaba celoso!

CAP XVI: Mismo rockero de la década de los 80

[Dibujos: Erii*]

Hicimos una tremenda artimaña para entrar al salón: esperamos que terminara la clase del profesor renegón, nos percatamos que nadie del salón estuviese mirando hacia la puerta (todos se encontraban tirándose papeles o fuera de su sitio), vigilamos que nadie nos viese entrar juntos (especialmente 'El Loco', que siempre nos molestaba) y entramos rápidamente al aula. Delia fue corriendo a su pupitre, que estaba en la esquina del salón, y yo, a mi pupitre de siempre: el de la segunda fila. Al menos las clases que siguieron después no fueron tan aburridas: Historia (mi curso favorito) y dos horas de Arte.

Cuando sonó la campana que anunciaba la hora de salida, sólo hubo una cosa que vino volando como avioncito de papel hacia mi mente: conocer al famoso amorío de mi amiga Delia. En un momento, sentí algo de flojera al pensar que tenía que bajar, saludar, conversar un rato y agradarle a un chico que ni siquiera tenía idea de quién era. Tuve ganas de decirle a Delia "¿Te parece si conozco otro día a tu amigo?" pero consideré muy desconsiderada de mi parte esa pregunta, así que opté por bajar con ella e ir al encuentro del bendito, digo, del famoso Martín.

-Estoy emocionada, estoy emocionada, estoy emocionada... -repetía como grabadora Delia, mientras bajábamos por las escaleras
-Dios... -suspiré- ¿Por qué serán tan escandalosas las mujeres? ¡Es sólo un chico... !
-¡Pero ese chico me gusta mucho! -dijo Delia, con empalagante felicidad en su voz
-Sí, pero... ¡Sólo está viniendo a verte y ya! -le dije, sin intención de matar su ilusión
-¡Pero yo estoy emocionada! -ella se sonrojó- ¿Me esperas? Quiero ir un rato al baño...
-¿Al baño? ¿Para qué? ¡Te ha de estar esperando afuera! -le dije, sin entender una vez más a las mujeres.
-Es que quiero verme un momento en el espejo... ¿Qué tal si me veo un poco mal?
-Te ves bien Delia -le dije, tratando de que se apresure.
-No sé... -dijo ella- ¡Espérame un momentito, ya vuelvo!

Delia entró corriendo al baño de mujeres y no hubo nada que la pudiese detener. ¿Qué me quedaba? Sólo esperarla en la puerta y desear que "su Martín" no se harte y se fuese. Los hombres somos impacientes: algo que odiamos es esperar. No entendemos por qué las chicas se demoran tanto al salir de sus casas, no entendemos por qué gastan tanto tiempo en arreglarse para hacernos esperar más de quince minutos en un sofá o en una puerta... ¡Son tan difíciles... !

-¡Ya! -dijo Delia, saliendo rápido del baño
-¿Qué te hiciste? -le pregunté, pues no notaba ningún cambio
-Sólo me peiné unos cuantos rizos que siempre salen alborotados de mi cabello y, pues, me fijé si mis brackets no están un poco despampanantes... -dijo ella
-Esta vez no tienen un color tan llamativo...
-¡Sí pues! Son color palo rosa esta vez... -sonrió
-Bueno -miré hacia otro lado-. Oye, debemos apurarnos porque sino "tu Martín" se irá y nunca lo habrás visto...
-Sí, tienes razón, ¡Vamos rápido! ¡Me muero de emoción! -dijo Delia, juntando sus manitos y haciendo un gesto tierno.

Ambos caminamos tan veloz como pudimos. En un momento, pensé y me pregunté a mi mismo: "Espera, ¿Qué haces corriendo como un loco para ver a un hombre en la puerta del colegio?", me sentí algo tonto al intentar responderme, pero en fin... ¡Todo fuese por mi amiga Delia! Tenía que conocer al chico que tanto le gustaba. Bueno, tampoco puedo negar que también sentía curiosidad por saber cómo era. Aunque ya me imaginaba su apariencia: un chico de parroquia... ¿Cómo podía ser? seguro de tamaño bajito, con lentes redondos (sin intenciones de aludir a Delia), y tal vez un poco nerd.... O bueno, tal vez estaba siendo demasiado prejuicioso.

-¡AHÍ ESTÁ! -exclamó Delia, cuando ya nos encontrábamos en el portón del colegio y la multitud de estudiantes salía con sus mochilas. La salida era un caos.
-¡¿Dónde está?! -le pregunté yo, incómodo por no poder verlo a causa de la multitud.
-¡AHÍ! ¡ESTÁ EN LA VEREDA DE AL FRENTE!

'La vereda de al frente' era una simple vereda frente a nuestro colegio donde los muchachos de otros colegios venían a visitar a las chicas del nuestro: los populares afanadores. Esos chicos insoportables que nos arrancaban a las chicas más lindas de nuestro colegio... Esos chicos que venían de colegios más caros y se paraban como aves rapaces al frente de nuestro colegio. En tiempos anteriores, muchos rondaban por ahí... Pero en ese tiempo las cosas habían cambiado un poco gracias a Virgilio: el nuevo vigilante del colegio. Éste tenía a toda la zona controlada.

-Oye, no lo veo... -le dije a Delia
-¡AHÍ ESTÁ! QUÉ VERGÜENZA... QUÉ VERGÜENZA... -y tras decir eso, Delia se ocultó tras de mi.
-Oye, oye, oye... -le dije- Espera... ¡Tienes que ir a saludarlo! No puedes acobardarte ahora... ¡Ya te conoce!
-Sí, pero me da un poco de vergüenza que me vea así... -dijo ella
-¿Cómo así?
-Con uniforme, con este cabello amarrado en una cola horrible, con mis tremendos lentes...
-¿No estás siempre así? -le pregunté, extrañado.
-Sí... -miró hacia el suelo- Pero cuando voy a la parroquia, me arreglo un poquito más...
-Bueno... -seguía sin entenderla- ¡No puedes hacer nada! Algo que odiamos los hombres es que nos hagan esperar, así que te conviene ir rápido a saludarlo.
-¡Pero tienes que venir conmigo!
-¿No prefieres ir sola? -le pregunté, con intenciones de animarla y con intenciones de irme pronto... Ya estaba sintiendo un poco de vergüenza también.
-También quiero que lo conozcas... -sonrió Delia
-Caray... ¡Ya bueno...! -asentí- ¿Pero dónde está? ¡No lo veo!
-Mira al frente, está en la tienda de al frente...

Yo me empiné, a pesar de que fuese un poco alto, y a la única persona que vi en la tienda fue a un hombre gordito. Éste comía unas papitas fritas y miraba hacia donde nos encontrábamos nosotros. Tenía el cabello lustroso (como acomodado con gel) y una ropa no muy agradable de ver: un polo desteñido y jean con huecos. "Wow", pensé, "Qué gustos los de Delia... "

-¿Un poquito parecido a Don Barriga del Chavo del Ocho, no crees? ¡Ja, ja, ja! -me reí, aunque luego me arrepentí inmediatamente.
-¿PERDÓN? -preguntó ella
-No, no... ¡No te ofendas! Sólo bromeaba... -le dije, arrepintiéndome más del chiste que había hecho.
-¡¿Pero a quién estás mirando tú?!
-¿Qué? ¡Al chico que está en la tienda!

Delia se acomodó los lentes y se empinó para ver a quién me refería. Ella se arregló el cabello, me tomó del brazo y me llevó hacia ella.

-¡Ese gordito no es Martín! -dijo Delia, entre risa y molestia.
-¿Ah no? -quería reirme- ¡¿Entonces quién es?!
-El de polo negro...

Un chico de polo negro, jeans gastados y un cigarro en la boca salía de la tienda. Usaba zapatillas enormes. Tenía el cabello castaño oscuro y ensortijado: mismo rockero de la década de los 80. Sus cejas pobladas, la tez blanca y la contextura delgada le daban la apariencia de ser un chico cool. ¡¿De qué se trataba esto?! ¡¿No era un chico parroquiano del que estábamos hablando?! ¡¿Este era un chico parroquiano?!

-Delia, ¿Me estás hablando del chico con pinta de rockero y un cigarrillo en la boca? -le pregunté.
-El mismo... -respondió ella, con voz enamorada.

Tuve ganas de vomitar.