lunes, 31 de mayo de 2010

¿Cómo?


Cómo voy a decir que no te quiero, si eres tú en lo que más yo pienso.
Cómo voy a decir que no te pienso, si todo lo que veo de ti me trae un recuerdo.
Cómo voy a decir que no te recuerdo, si tú mejoraste mi vida y eso lo agradezco.
Cómo voy a decir que no te agradezco si me gusta cómo eres y por eso yo te amo.
Cómo voy a decir que no te amo, si todo esto que escribo es para ti.

sábado, 29 de mayo de 2010

Y me llamaban "PEQUEÑA". Perdón: me LLAMAN "Pequeña"

Estaba durmiendo muy tranquila hace unos minutos, cuando me desperté un poquito antes de lo planeado. Había pensado en levantarme alrededor de las nueve, pues quería aprovechar algo en la lectura (pero no lo estoy haciendo, estoy "bloggeando"). La cosa es que le dije a mi madre que me despierte a la hora fijada, pues yo con los despertadores no tengo una buena amistad. Sin embargo, mi mamá tuvo que madrugar y le dejó encargada la "labor" a la chica que nos ayuda en el trabajo de casa. Esta chica se llama Celmira, creo importante decir su nombre pues pueda mencionarla en las siguientes entradas. Yo, como dije, ya estaba despierta antes de la hora fijada. Solo me encontraba echada en mi cama, pues tengo como manía, después de despertar, quedarme tumbada en mi cama mirando al techo y filosofando cosas. Lo sé: estoy ralladita.

Bueno, lo importante aquí empezó cuando escuché a la hermana de Celmira, que se había quedó a dormir en mi casa por esta noche, que estaba apurada pues tenía que irse. Entonces, escuché que le preguntó a Cemira: "¿Ya se despertó?" y Celmira no le escuchó, así que la hermana tuvo que repetir la pregunta: "¿La chiquita ya se despertó?" y Celmira le dijo que sí, pues ya había escuchado el televisor prendido de mi cuarto. Yo estaba filosofando muy feliz hasta que escuché la peculiar palabrita "chiquita". "¿Oe, qué?" es la pregunta "achorada" que al instante vino a mi cabeza. Ok, una vez más me han llamado algo parecido a "niñita" gracias a mi particular tamaño. ¿Qué hice? Sonreí. Y me levanté, claro.

Siempre fui "chiquita". Cuando estaba en inicial, yo era una de las niñas más pequeñitas. Las amigas de mi mamá me querían "comer" pues me veían toda menudita y chiquitita, así me describe mi mamá al hablarme de cuando yo era niña. En el colegio, la historia siguió siendo así. Claro que no sé por qué razón empecé a engordar alrededor de sexto grado de primaria, así que podía estar volviendome un "poronguito". Sin embargo, mi autoestima siempre estuvo bien. Al menos hasta el momento en que aún no aparecían las chinchosas de la secundaria, buscando hacerte sentir mal por las puras. Ahora, no sé cuánto estaré pesando realmente (mi balanza está medio malograda y ya no confío en ella) pero prefiero no saberlo. Bueno, el tema aquí no es "mi peso". El tema es "mi tamañito".

Todos me decían (hasta ahora) que no tomaba la sopa y no comía bien y por eso me quedé así. ¡Mentira! Yo tenía "buen filo", pero no sé qué pasó conmigo. ¡Mentira! Sí sé que pasó conmigo: Yo fui una reverenda floja para el deporte, o bien me tomé muy a pecho que era una inútil para los deportes y ya no los practiqué. Aparte, también me quedé "chata" porque mi mamá es solo un poquito más grande que yo. La cuestión es que la razón más importante de que yo sea similar a un "puntito" es no haber hecho deporte. Estoy segura que esa fue la causa, pues en primaria hacía gimnasia y voley. Y recuerdo que durante esos años (tercer y cuarto grado) mi papá me andaba midiendo constantemente y decía: "¡Has crecido!". Y entonces, dejé de escuchar esa frase por bastante tiempo. Exactamente dejé de hacer deporte cuando entré a secundaria (felizmente recuerdo todo perfectamente), pues empezaron a aparecer las chibolas fastidiosas que se fijaban en lo mal que jugabas, te fregaban por hacerles perder el partido de voley, basket o fútbol. Y como la autoestima en esos tiempos andaba "fregada", el deporte ya no me pareció algo "bonito". Al menos, mi clase de educación física ya era una tortura. En fin, ahora ya no importa la causa. Hoy solo interesa que soy "Rosabel, la pequeñita", o como me dicen algunos de mis amigos: "Pequeña Ross".

No sé cómo, pero el tamaño nunca me acomplejó tanto como otras cosas que sí lo hicieron de mi físico. Recuerdo que mi papá me traumaba de chibola diciéndome: "¡Come tu comida! Sino, cuando seas grande todos te dirán CHATA y vas a ver que horrible es." Y la verdad es que la palabra "chata" la he escuchado millones de veces y nunca me causó tanto daño como me decía mi papá. No sé si es porque me propuse, desde niña, nunca lamentarme por mi tamaño o bien porque estoy acostumbrada a ver puro "ser pequeño" en mi país. La consecuencia es la misma: No me afecta en lo más mínimo. Cuando realmente, cualquiera esperaría que ser CHATO es lo peor del mundo. No sé, tal vez aprendí a quererme simplemente. Aunque, siendo sincera, hay otras cositas que aún me acomplejan. No, señores, no pienso hacer un listín. Solo son dos cositas, pero no vale mencionarlas. A menos que me conozcas bien y sepas cuáles son. O derepente con un solo vistazo ya sepas de qué hablo. O simplemente, me halles más defectos que dos simples cosas. Bueno...

Es verdad que siendo chata se me han complicado varias cosas: tengo que empinarme para poder dar un beso (lo primero en que piensas, ¿No?); cuando estoy en multitudes apenas puedo ver; ellos apenas pueden verme a mi; no cumplo los "requisitos" en algunos trabajos de carácter superficial; no me gustan los vestidos largos pues me "enchatan más" y... muchas veces me disminuyen la edad. Creo que esto último es lo que más me desagrada, el resto no me importa tanto. Sin embargo, también ese aspecto de "que me reduzcan la edad por ser pequeña" no me afecta tanto. Es que, simplemente, aprendí a quererme. Y no es consecuencia del conformismo: se supone que debes quererte desde que vienes a este mundo. Entonces, puedo decir que yo me amo.

El sobrenombre de "Pequeña Ross" me gusta. Me gusta que me digan "pequeña" con cariño. Me gusta que mi enamorado me diga "Eres pequeña... ¡Y te ves muy tierna!. Me gusta convencer a varias personas cuando pongo mi cara de "pequeña y dulce". Me gusta hacer mi función de "ratón" y llegar hasta adelante de las multitudes cuando no puedo ver lo que quiero. Me gusta ser pequeña asi no tenga muchas cosas buenas. Soy la "Pequeña Ross" y así está bonito. Sí, bonito.

Debo decir que con esta entrada no estoy dando pase libre a que me digan "OE CHATA" con toda la descaradez del mundo. No pues, señores: no sean pavos. Empezando, porque debes tener confianza conmigo. Sino, simplemente la próxima que me hables te ignoraré. Y segundo, debes cuidar la forma en que lo dices: yo AMO a las personas que lo dicen todo con mucha calidez. Por eso con las personas frías y despectivas: lo siento, paso.

Bueno, entonces, llegamos a lo último de esta entrada: Soy pequeña y tengo una sonrisa en mi cara. La misma sonrisa que puse cuando, hace un momento, se refirieron a mi como "chiquita". Todo depende de la forma en que lo veas. Y creo que en esta vida la única forma que importa en cómo vean las cosas es la tuya. Siempre y cuando no hagas daño a nadie. Entonces, como dice la frase esa que siempre escucho decir a la gente achorada: "¿Te afecta?". Bueno, a mi no me afecta ser pequeña. Puedo decir, entonces, que tampoco me afecta cómo eres tú. Será que no soy tan superficial que digamos o, simplemente, no me ando fijando en algún defecto tuyo para molestarte. A menos que sea entre bromas.

Después, "QUE VIVAN LAS PERSONAS QUE SE QUIEREN TAL Y COMO SON". Realmente las admiro.

Lapicero en mano (o dedo en tecla) e inspiración volando

Cuando era niña, según mi mamá y mi tía, siempre les contaba historias que nunca tenían final. Me dicen que era una niñita creativa y me gustaba mucho dibujar. Lo último lo recuerdo bastante: llevaba mis cuadernos de dibujo al colegio, hasta que el profesor Demetrio me gritó (cuando estaba en primer grado) y me dijo que en su clase no estaba permitido dibujar. Viejo tonto. Sin embargo, recuerdo mucho más ese deseo mío, que siempre he tenido, de escribir un libro. Desde pequeña lo tengo, así como el de ser actriz. Y también el ser periodista. ¿Qué pasó con el dibujo? Aún me gusta, pero creo que perdí la práctica. Y la práctica hace al maestro.

Yo nunca he sido muy asidua de leer: si leí, siempre fueron cosas que llamaron mi atención directamente. No obstante, si me gustaba un libro, lo disfrutaba mucho. Le comentaba a mi mamá, amante de los libros, qué me había parecido lo que leí y que algún día yo también quería escribir algo así. Para ser más específica, me quedaba pensando mucho en la forma cómo describían los autores a sus personajes. Siempre me llamó la atención cuántos personajes podemos crear con nuestra imaginación. Entonces, comencé no a escribir; pero sí a crear historias por medio de dibujos. Hacía mi lista de capítulos y me ponía a dibujar toda la "novela" que mi cerebro infantil había laborado. Por supuesto que no terminé ninguna, solamente me quedaba en algunos capítulos. Lo que pasa es que antes era algo floja, y los que me conocen lo saben. Mi lectora principal (por no decir única) era mi madre. Creo que ese tiempo preciado que ella se daba para leer o ver las cosas que yo hacía en mis cuadernitos influyó mucho en esa seguridad que siento a la hora de escribir algo. Es decir, es una corriente que me lleva: siento que me estoy dirigiendo a algo bueno mientras escribo.

Dejé los dibujos y comencé con las poesías. Sin duda las "poesías" comenzaron cuando tuve mi "primer amor", justamente en sexto de primaria. Este asunto es tema aparte. Obviamente las rimas eran algo parecido a "Tus ojos son un lucero que iluminan mi sendero" y otros clichés que surgen en la cabeza de un ser enamorado. Pero ya eran las primeras muestras de que lo mío es escribir. Recuerdo ese afán que tenía por mostrarle mis poesías recién acabadas a mi mamá: yo sabía que a ella le iban a gustar. Hasta ahora sigue siendo mi lectora fiel.

Dejé las poesías por la razón que simplemente "no me acuerdo". Seguro fue porque estaba más interesada en la novedad del MSN y otros vicios en internet. Pero es raro: actualmente soy una viciosa al Facebook y sigo escribiendo. Pero, bueno... ¡Hay que ser sinceros! Estoy segura que sin una cuenta de Facebook ya habría escrito ahora muchas más entradas en el blog. Pero en fin, no pienso desactivar mi cuenta. No por ahora.

No sé cómo, pero de un momento a otro volví a las poesías. De repente todo comenzó porque me volví a enamorar o simplemente, porque el gusto volvió. Aunque como sabrán, actualmente ya no me limito a poesías: me gustan, sobretodo, las crónicas. Tema aparte. Ahora que recuerdo, en mi colegio escribimos un "periódico escolar" en el año 2006. Ese factor hizo que me gustara de nuevo escribir y, a la vez, que dejara de hacerlo. En realidad, yo fui la que ocasionó que dejase de escribir por mi cuenta: fui muy susceptible a las críticas de lo que escribía, por parte de mis profesores, y pensé que todo lo que estuviese escribiendo estaba mal. Eran años de baja autoestima y cualquier crítica me hacía sentir incapaz. Evidentemente esa actitud se borró, ahora puedes decir lo que quieras en tus comentarios: Dale, critica o halaga. Gracias de todos modos :).

El punto de escribir todo esto es: tenía hartas ganas de hacer un "remember" de cómo comenzó todo este interés por escribir, valga la redundancia. Justo acabo de actualizar mi estado en Facebook, el cual dice (en resumen) "Quiero escribir muchos libros y en verdad, lo deseo". Soy muy feliz cuando escribo algo y le doy una leída. Soy muy feliz cuando vivo tantas cosas y al final de ellas, estoy pensando en que algún día sería bueno escribir sobre ellas. Soy muy feliz cuando hago historias en mi cabeza y pienso que sus personajes algún día serán varias de las personas que ahora me rodean. Ok, no te asustes: seré muy discreta y no te darás ni cuenta que ese personaje eres tú. Tampoco quiere decir que todo lo que me ponga a escribir será la historia de cada uno de mis allegados. Creo que quien escribe me entiende: de alguna forma todo lo que vivimos se filtra, sin ser evidente, en lo que creamos. Bueno, finalmente debo decir: Es fascinante esta locura de escribir. Y en pocas palabras: me encanta.
¿Tú no escribes? Anímate, pues. Este no es un texto publicitario, pero: No te quedes, no sabes lo que te pierdes.

viernes, 28 de mayo de 2010

I'm alive



No, señores (o al único gato o gata que lee mi blog): ¡No he muerto! No terminé encerrada en mi cuarto porque ya no tengo novio o algún otro motivo que pudiese causar depresión. La verdad es que yo sigo con mi "novio", pero si les gusta creer al cien por ciento lo que uno escribe, pueden seguir creyendo que terminamos y ahorita me encuentro soltando lagrimitas de cocodrilo. Lo admitiré: gran parte de lo que escribí fue verdad. Pero fuese cual fuese la verdad, no habría dejado abandonado el blog por tal razón. Creo que hubiese escrito más que nunca.

Para variar, he dejado de escribir porque tengo cuchucientas separatas por leer. Creo que la mayoría se encuentra en la misma situación, ya sea leer o hacer ejercicios matemáticos: el estudio trae muerto a cualquiera que se lo tome en serio. Bueno, no pienso mi estrés estudiantil ahora. Solamente quería relajarme escribiendo alguito.

Ya no estoy en canto (no hay tiempo para nada), veo un poco menos a mi enamorado (¡Estudiosos, ahí!), me volví adicta a los muffins (rico) y en estos últimos tiempos tengo muchas más ideas que nunca para escribir. Así están mis días, relativamente normales. Y ante todo, se guarda una sonrisa por si una tormenta se avecina. Wu!

domingo, 9 de mayo de 2010

Me gustaría saber...

Me gustaría saber si puede pasar algo entre nosotros

Nos conocimos de niños, pero ninguno recordaba la cara del otro después de ocho años. El reencuentro fue a los quince: totalmente extraño. Agarramos la confianza por conversaciones virtuales y la cantidad de mensajes que nos mandábamos al móvil. Surgió un cariño mutuo, aunque yo fui la primera que empezó a quererlo de una forma especial. Iba a cumplirse un año de haber sido amigos "virtuales" (con dos encuentros en persona) hasta que toda la amistad se convirtió en algo más.

Quedamos para que él pudiera venir a mi casa antes de sus clases de inglés. La hora citada fue a las cinco. Yo me puse una polera azul (creo que pude verme mejor), un jean viejo que me gusta (¡Oh! ¡Lo tengo puesto ahora!) y el cabello amarrado en dos colas. Tenía la típica pinta de niña buena: así me recuerdo cuando visualizo ese día en mi mente. Él, me parece, tenía una polera blanca y traía consigo su mochila. Cuando dieron las cinco, el timbre sonó: era él.

Hablamos, hablamos y hablamos... Mas no recuerdo exactamente de qué... Recuerdo lo más especial de todo: su declaración. Yo le había dicho antes que él me gustaba. Sé que puede sonar un poco "arrebatado", pero se lo dije porque tenía mucha confianza con él. No sabía si iba a pasar algo entre nosotros mas eso no me importaba en tal momento: él solo me gustaba... y con eso yo estaba feliz.

Me miró y me dijo que empezó a sentir lo mismo que yo. Él deseaba saber si podía "pasar algo entre nosotros". Yo, recuerdo, miraba al cielo mientras él me decía eso. No me olvido por nada del mundo cómo se veía el cielo: su color era el mismo... pero habían muchos pajaritos (palomas grises, está bien, pero muchas) volando en él. Sentí una sensación de plenitud al verlos volar. Lo miré y le dije que sí. En seguida, lo abracé y le di un beso.

¡Pensar que esto sucedió hace 31 meses!

"¡Amiga!" "¡Hermana!" ( ... solo por un tiempo)

"¡Amiga!" "¡Hermana!" ( ... solo por un tiempo)

Durante toda mi vida he creído que cultivar una amistad es un trabajo honorable. Una amistad necesita el interés mutuo de preocuparse por el otro, la falta de envidia, la falta de egoísimo y la presencia de fidelidad. Para mi, la amistad es una de las cosas más maravillosas con las que puede contar uno. Yo, cuando era niña, tuve dificultad para conseguir amigas en mi colegio. Tal vez por eso valore bastante a los amigos y amigas que tengo ahora. O simplemente, valoro mucho a lo que quiero realmente.

A pesar de todo, debo reconocer que me he equivocado muchas veces. A veces metí la pata diciendo algo que no debí, no me preocupé por saber cómo estaba esa amiga después de un problema, no visité lo suficiente a la amiga que siempre estuvo ahí para mi... No me di el tiempo suficiente para cultivar aquella amistad que de verdad valía la pena. Sí, yo he hecho varios de estos errores. Pero, gracias a Dios, me di cuenta de ellos y pienso que ahora valoro mucho más la amistad.

He tenido amigas de todos los tipos: las que se interesan por ti, las que no se preocupan ni en preguntarte "¿Cómo estás?", las que te saludan más de tres veces al día, las que te saludan solo cuando quieren, las que están para aconsejar y para pedir consejos, las que están solo para pedir consejos y en cuestión de ayudar no están, las que se hacen llamar tus mejores amigas y lo siguen siendo eternamente, las que se hacen llamar tus mejores amigas pero no se acuerdan de ni tu cumpleaños, las que aprecian lo bueno que puedas lograr, las que te envidian escondidamente, las que te dicen la verdad, las que hablan a tus espaldas, las que son amigas siempre y las que son amigas solo los fines de semana. Sí, he tenido todo este tipo de amigas. Gracias a todas ellas, tengo una reliquia de cosas por recordar y contar. Digo "amigas" porque mi colegio fue de mujeres, así que en todo este tiempo la mayoría de mis amistades han sido del género femenino. Aparte, son de ellas de las que tengo la mayor parte de recuerdos.

Solo me queda decir: No confíes facilmente. Creo que he regalado mi amistad a personas que nunca valieron la pena; pienso que esperé mucho de gente que jamás se tomó en serio la palabra "amigas". Debo decir también que no soy el tipo de persona que reclama que se preocupen por ella cuando ella no lo hace por el resto. Me veo con el derecho de decir esto porque soy consciente de todo lo que di en varias de las amistades que ahora ya no funcionan. Es momento de decir BASTA... las amigas que estuvieron y no están ahora, nunca fueron amigas.

¿Por qué recordé esto? Seguro estuve viendo unas fotos... Seguro estuve leyendo unas cartas... Quién sabe... No es necesario ver una foto o leer una carta para acordarse de las amistades fallidas. Si fueron mis amigas alguna vez, las recuerdo siempre. Asi ustedes hayan borrado mi nombre de su lista de recuerdos.

sábado, 8 de mayo de 2010

Las palabras exactas

¡Hey! ¡Mañana es Nueve! Un día como mañana estaríamos celebrando abrazados uno del otro (o desde la casa de cada uno) el estar cumpliendo 31 meses como enamorados. Como cae el mismo día que el Día de la Madre, hubiese sido imposible que estuviésemos juntos. Igual, siendo o no el Día de la Madre, no vamos a estar juntos mañana... Tal vez por bastante tiempo.

Me parece una decisión certera: el tiempo lo cura todo. Espero que este tiempo cure las heridas en tu corazón y el vicio mío de no pensar las cosas antes de actuar. Yo me la pasaré escuchando canciones movidas pero con letra feeling, tal vez comiendo mucho más dulces y mirando más obsesivamente la tv. De repente busque compañía en mis amigos, personas que alegrarán mis días pero no harán que me olvide ningún momento de ti: Estarás presente conmigo siempre.

Tú eres el de la próxima palabra, yo seré tu oyente. Prometo no arruinarlo... (asi no creas más en mis promesas), prometo no arruinar este tiempo... prometo esforzarme por no hacerlo: ojalá valga la pena.

Asi agarre un momento para entrar en la cocina y ponerme a llorar a solas, sabré estar bien en la gran parte del tiempo. ¿Por qué estar bien? Porque sé que estarás tranquilo, sin nadie que se ponga jodida contigo. Sé que este tiempo te relajará un poco, ese es el propósito. Sé también que este tiempo no está hecho para pasármela llorando, sino para pensar un poco más en todo.

Teniendo esperanza, anhelamos extrañarnos uno al otro después de todo. Cuando la añoranza comience a aparecer, será el momento indicado.

No tengo novio

No tengo novio


Es cierto que me hace falta el amor que todas buscan y algunas tienen. También es cierto que lo he tenido conmigo pero ahora ya no más. No tengo conmigo a aquel novio dulce que me sonría cuando nos despedimos o, que me llama para poder hablar de todo lo posible. Ese novio ya no está, pero su fantasma aún vuela en el ambiente.

Ya no tengo novio que me abrace cuando estoy llorando o, que me diga que soy lo más bonito en su vida. Tengo que conformarme con mirarme en el espejo y acordarme que ahora estoy sola, como siempre lo he estado, pero lo cual ya había olvidado cómo se sentía. No me queda de otra que aprender a ser feliz sin ninguna compañía, como siempre lo fui antes de haberte conocido y darnos un beso.

Novio, ya no estás junto a mi. Ver el cielo contigo era una maravilla; ahora solo tengo el techo de mi cuarto para mirarlo. Sé que siempre te vas a acordar de los helados que disfrútabamos incluso de noche, además de todas las veces que te hice reir. Sé que te vas a acordar siempre de lo cariñosa que fui contigo, además de todas nuestras tontas discusiones. Sé que todo lo recordarás con cariño, absolutamente todo.