viernes, 27 de noviembre de 2009

Una Pandereta suena(8)


Este post pensaba escribirlo justo unos días antes de la hermosa Navidad, sin embargo, los villancicos que escucho ahora en mi computadora no pueden evitar ser motor de inspiración para escribir en este momento.

Falta poco menos de un mes para que llegue el veinticinco de diciembre, mas todos sabemos que la publicidad consumista nos anuncia la navidad como si estuviera a solo un paso cuando realmente se encuentra a dos meses de distancia. De todas formas, me anima cuando el ambiente se torna navideño asi estemos aún muy lejos de la fecha. Será que este post puede tratarse de un ligero recuerdo acerca de mis navidades vividas... bueno, no de lo que sucedió en cada una de las dieciocho navidades que he visto pasar, sino sobre lo que con más cariño recuerdo de las viejas navidades en casa.

Todos entendemos que los niños se emocionan con la Navidad especialmente por los regalos. Por eso, sin la intención de sonar materialista, recuerdo como veía la Navidad en esos años. Era una cosa loca de despertar en la mañana del veinticuatro y preguntarle a mi mamá: "¿Ya es Navidad?" y ella sin demorar responder: "Sí pero en la noche, no seas curiosa con los regalos". Entonces, bajar las escaleras e ir corriendo a husmear en los obsequios. Examinaba sus formas, suponía qué podían ser... Era esa emoción que siente todo niño cuando ve frente a sus ojos una caja envuelta dentro de la cual podría estar el juguete que más quiso tener en el año. A esa edad, unos cinco o seis años, me enloquecía cuando encontraba en los regalos una Barbie nueva.

No solo era la satisfacción de estar el mismo día de Navidad en casa, ese gusto ya venía desde días atrás, cuando la Tía Griselda armaba el arcaico nacimiento y el viejo árbol de Navidad también. Esa es la parte que recuerdo con más cariño de mis navidades de pequeña, tal vez porque ya no veo ahora un árbol o un nacimiento que adorne la sala en la noche navideña. Claro que no son algo que condicione a celebrar la Navidad, pero no verlos ya me provoca un poquito de nostalgia. Mi tía era la valiente para abrir las cajas donde se guardaban las piezitas del nacimiento que, mayormente, cada fin de año nos sorprendían con una arañita encima y uno que otro bichito. Ella tenía el gusto, junto con la ayudante del hogar, para decorar el nacimiento y las esferas de color en el árbol. Mi mamá también tenía talento para adornar todo en ese tiempo, pero ella estaba un poquito más ocupada en su trabajo durante esas fechas así que era mucho más fácil tener la ayuda de mi tía y la ayudante de la casa.

Regresando al veinticuatro de diciembre, recuerdo especialmente una navidad donde casi caí en la tentación de abrir los regalos en la mañana cuando mi mamá se había ido de compras al mercado. No me acuerdo de la navidad completa, pero sí del momento en que salí disparada como cohete del cuarto de mi hermano (mi mamá le habría encargado que me cuide) para poder curiosear los presentes. Mi hermano se encontraba viendo los Looney Tunes y comiendo su desayuno, cuando se dio cuenta y me dijo algo como: "¡Hey! ¡No seas curiosa!" y yo, enseguida, dejé de intentarlo. No es un episodio completo, pero supongo que el hecho de recordar a mi hermano viendo dibujitos animados y adivirtiéndome que no vea los obsequios es una imagen representativa de cómo empezaban nuestras navidades.

Era costumbre ir todas las noches del veinticuatro a la casa de mis padrinos. Déjabamos en casa sonando el tocadiscos de mi abuelo con los lindos villancicos. Los villancicos... otra cosa que me alegra escuchar, como ahorita en mi PC, porque me hace acordar tanto a esa emoción que sentía de niña en Navidad. Recuerdo los discos del tamaño de azafate que tenía mi abuelo, eran geniales. Retornando a lo de mis padrinos, íbamos a su casa porque ya era una tradición. Mis padrinos tienen una hija de mi edad y con ella siempre intercambiábamos regalos. Esa tradición se fue disipando con el tiempo. Pero sí que es bonito acordarme del trayecto de la casa de mis padrinos hacia la mía, cuando regresábamos con mis papás por ese pasaje viejo... En una de esas, me regalaron mi Chilindrina de trapo, recuerdo... Otro pedazo de noche navideña que viene a mi mente.

Cuando volvíamos a casa, mi abuelo ya estaba afuera de su cuarto esperándonos sentadito en la sala. Es muy tierna esa imagen de mi abuelo sentado en el sillón cerca de la ventana, de hecho una forma más de recordar las navidades viejas. Se prendían las lucecitas, los villancicos hacían más bella la noche, mi mamá preparaba el chocolate y mi papá con mi hermano iban a recoger el pavo... ¿Y yo? Por ahí, en el cuarto de mis padres esperando que sean las doce.

¡Llegaban las doce! Teníamos la radio prendida que nos anunciaba cuando eran las doce en punto... Nos abrazábamos unos con otros y salíamos enseguida a ver los fuegos artificiales que derramaban magia en el cielo. "Oye ven para acá", me decía una voz con dulzura... No sé si era mi mamá o mi abuelo, pero me llamaba a hacer lo más importante de la noche navideña, bueno, madrugada navideña: Destapar al Niñito Jesús como simbolo de su nacimiento y darle un beso en la frente como expresión de nuestro amor. Era el grande Niño Jesús de yeso de mi abuela a la que nunca conocí. Pasaba de mano en mano por cada uno, bueno, de repente de mi hermanito no porque él es ateo. Tomábamos el chocolate, comíamos el panetón... Recuerdo que le dábamos su gran plato de pavo y su súper pedazo de panetón al vigilante que cuidaba afuera, hasta ahora sigue esa costumbre. Luego de esto, venía la esperada apertura de regalos y mi sonrisa casi sin dientes después de ver la Barbie nueva que me obsequiaba papá y mamá.

Han ido pasando los años y fuimos cambiando yo y la Navidad. De acuerdo a lo que iba creciendo, maduraba y me daba cuenta que no todo era regalos y, sobretodo, comencé a pensar en todos los niños que estaban afuera en las calles sin conocer que en Navidad se da un regalo o sin haber probado el placer de una cena navideña en familia. Fui creciendo y esa emoción por los regalos no se perdía mientras fuera niña, mas poco a poco aprendía lo que estaba detrás de la Navidad: Compartir con los que más quieres. Tuve la dicha de llevar un obsequio navideño a unos niños abandonados hace dos años junto a un grupo de la parroquia (ya no soy asidua a la Parroquia pero se extraña eso) y ahí, sin darme cuenta, aprendí a vivir un poco más el verdadero sentido de esta fiesta. Este año me toca hacer vivir la Navidad a varios niños enfermos en el hospital gracias al Voluntariado. A esto, si Dios quiere, espero nunca renunciar.

Ya es evidente que no me gustaría volver nunca al materialismo no intencionado que se tiene de niño durante las fiestas, pero si que me encantaría ver el nacimiento, el arbolito, los villancicos y al Niño Jesús a quien besábamos a las doce. Mi post puede parecer una queja a cómo celebramos la Navidad hoy pero puedo asegurar que no es así. La pasamos en familia, compartimos todos y nos divertimos muchísimo. Mas, mi post sí puede significar un pequeño grito que dice: "¡Hey! Echo de menos los villancicos del abuelo, el nacimiento y el Niño Jesús de la abuela, y el arbolito también... ¿Dónde están?". Bueno... ¡Tal vez no el tocadiscos del abuelito! pero sí los villancicos que ahora ya se encuentran en CD. Puede sonar loco, pero de alguna forma muy extraña cuando bésabamos al Niño Jesús y escuchábamos los villancicos, podía sentir que la abuelita estaba con nosotros esa misma noche. Es una idea rara pero pasando la Navidad así, yo sentía que la conocía. Podemos pasarla genial ahora haciendo de la noche algo entretenido, porque tampoco soy muy amiga de los ritos católicos que aburren y no son del todo sinceros; pero se extraña un poquito, por no decir mucho, sentir que celebro el nacimiento de Jesús. Somos tan diversos en casa: mi hermano es ateo, mi abuelo y mi papá católicos que se golpean el pecho y mi mamá y yo creyentes pero no amigas de la Iglesia Católica... Una cosa muy rara pero aún así sabemos celebrar la Navidad compartiendo en familia, lo más importante de la fiesta. A pesar de eso, ojalá se pueda usar de nuevo los animalitos viejos del nacimiento de mi abuela, ver otra vez las guirnaldas que adornaban el árbol y también, regresar a la costumbre de tener a un Niño Jesús de yeso como imagen del real. Seguro ya es un poquito difícil ahora, mas sé que se podrá revivir una navidad parecida algún día. En este instante, solo quiero que sea veinticinco de diciembre sin importar lo mucho que extrañe lo mencionado en este post. Como dice la canción: Noche de Paz... deseo acabar con las malditos exámenes finales y poder compartir la noche navideña en familia, en paz. Así creamos en diferentes cosas cada uno, solamente celebrando la Navidad en familia con amor, el elemento esencial que quíso el Niño Jesús en nuestras vidas. Viviendo el amor es la mejor forma de celebrar la Navidad.

3 comentarios:

Mario Romanet dijo...

Oye Ross, claro que me acuerdo de todas aquellas veces que veíamos los Looney Toons. No se si aún guardarás en tu memoria (porque estabas chiquita en ese entonces) pero pasábamos bastante tiempo pegados a la tele viendo dibujos y comiendo algunos dulces... sí, y eso que yo ya estaba algo viejo jajajaja. Muchísimas veces me quedaba cuidándote y aprovechábamos para pasarla así... eran tiempos donde no existía el internet que nos robara el tiempo humano y que "tecnifique" las comunicaciones en el planeta. La última experiencia que recuerdo con cariño es desaparecernos una caja de Princesas y otra de algún otro chocolate jugando Mario World en tu nintendo recién estrenado. Yo estaba para el lado izquierdo y tú al derecho... y al centro las cajas de chocolates que me habían dado en la canasta navideña de mi chamba... NOS ACABAMOS TODO!!! Pobres dientes careados. Y yendo un poco más atrás, te cordarás que una vez casi chocamos en el volkswagen verde? Yo te iba a recoger a la salida del nido... siempre lo hacía con el carro que Chipito me prestaba. Un día de esos estaba cueteado porque el tiempo había volado y tenía que ir a mi colegio y una vieja fumona se me cruzó estando yo en la preferencial y zuácate! nos fuímos para la vereda de la derecha mientras que la vieja se subió a la del frente. Nosotros sólo raspamos el sardinel. Como bueno (era un mocos sin brevete) le mandé mil puteadas a la tía... pero felizmente ella estaba conciente de su error... sin embargo algo me faltaba... ROSABEL!!!! Volteó de inmediato a verte y estabas abajo del asiento trasero hehehehe, algo despeinada, con tu mochila encima pero reilona como siempre: "no me pasó nada" o algo así me dijiste en tu lengua mocha. De allí volvimos a casa manejando despacito y con la promesa de no contar nada a nadie.

Rosabel dijo...

Oye broer! Qué genial que te acuerdes eso de los Looney Toones! Jajaja. Obviamente tengo muchos recuerdos totalmente fresquitos, pero no contaba con ese del choque del escarabajo verde... ¡Hasta que me lo has mencionado! No recuerdo casi nada, pero me parece recordar solo dos cosas: eso de haber dicho que "No me pasó nada" y el que tú me hayas dicho "No hay que decir nada". Sí, sí. No recuerdo bien las imágenes pero fíjate que sí me acuerdo algo. Qué genial cuantas cosas hemos vivido como hermanos y aún podamos recordarlas, asi hayan pasado cuchucientos años. Tengo más recuerdos, estate por seguro que algún día estarán en este blog. Recuerdos bonitos, por supuesto. ¡Gracias por comentar la entrada =)!

ISABEL E. dijo...

Mmm...así que se lo tenían bien guardadito... Mario, hubieras recibido un mordisco de mamá Tiburón... Bueno, menos mal ahora eres muy prudente al manejar (mientras no se crucen viejas locas) y nos sentimos confiadas cuando vas al timón.