domingo, 26 de septiembre de 2010

CAP XV: Te simpatizará, lo sé.

[Dibujos: Erii*]

Estábamos en clase de Matemáticas: uno de los cursos más aburridos para todos. Yo, en mi carpeta, me distraía escribiendo estrofas de canciones que venían a mi mente. En ese momento recordaba la canción "Angel" de Aerosmith, uno de mis grupos favoritos.

Mientras escribía en mi cuadernillo, también recordaba el día anterior: Delia y yo conversando en mi casa. Aún me costaba entender un poco cuán equivocado estaba al pensar que ella estaba enamorada de mi; sin embargo, el hecho ya no me causaba fastidio, sino gracia. Por una parte, mi orgullo había quedado un poco herido; pero por otra parte, estaba tranquilo. Yo no quería que Delia me quisiera como 'más que a un amigo': el simple hecho de no ser correspondida le hubiese dolido mucho. Porque sí pues, yo no sentía nada por Delia.

La campana que indicaba el comienzo del recreo sonó. Todos salieron del salón como animalitos encerrados en un corral por más de cien días. Parecía que la clase de Matemáticas hacía la mañana mucho más eterna.

-Oye traje mi pelota, ¿Vamos a jugar con la gente? -me dijo "El Loco", mientras hacía rebotar su pelota de básket en el suelo.
-Bajo en un rato -le contesté-. Tengo que hacer unas cosas antes.
-Seguro conversar con tu novia Delia... ja,ja,ja -río "El Loco"
-¡Para nada! -le dije, haciendo un chasquido con la boca- Después te cuento algo sobre eso, si quieres.
-Ja, ja -rió "El Loco", sujetando su pelota de básket- ¡Está bien! Te esperamos abajo.

Yo sabía que a "El Loco" le gustaba el chisme, así que eso fue lo más indicado decirle. Antes de ir al patio a jugar básket, quería 'fastidiar' un rato a Delia. Con 'fastidiar' me refiero a esa forma tan jocosa con la que los hombres solemos tratar a nuestras amigas de mayor confianza. Los codeos, las bromas, los chistes: esa era nuestra forma de fastidiar. De repente, me levanté de mi carpeta para buscarla donde siempre se sentaba (en la esquina del salón, al costado de la ventana), mas no se encontraba ahí. "¿Delia?" pregunté en el salón, suponiendo que se hallaba escondida detrás de algún pupitre. Fue algo extraño; ella siempre se quedaba durante el recreo a hacer dibujos en su cuadernillo. No verla en el salón me pareció inusual. En fin, decidí salir a jugar.

El juego de básket en el recreo fue un tanto aburrido: una que otra canasta para mi equipo y más de tres canastas para el equipo adversario. "El Loco", para variar, se hallaba furioso pues no había metido ninguna canasta. La campana que anunciaba el fin del recreo sonó y miles de caras disgustadas llenaban todo el patio del colegio: todos a estudiar de nuevo.

-¿Por qué no bajaste más rápido? ¡Hubiéramos ganado! -me dijo "El Loco"
-¿Qué? ¡Pero si tú juegas mejor que yo! -le contesté
-¡Igual, causa! Hubiéramos hecho más canastas si hubieses bajado rápido -dijo "El Loco"
-Ya -le dije, suspirando del cansancio- Es sólo un 'juego de recreo', Julio... Tranquilízate.

Pero esas palabras eran insuficientes para "El Loco": éste se tomaba todos los juegos de básket en serio. "El Loco" se dirigió al salón y, cuando yo estaba por ir también, me di cuenta que mis manos se hallaban terriblemente sucias. Fui corriendo al baño pues el profesor que tocaba enseñarnos era un viejito impaciente, de esos que te cierran la puerta si llegas cinco minutos tarde. Así que di una lavada rápida a mis manos y fui corriendo al salón. En el camino, escuché una vocecilla muy particular. "¿Pero a qué hora vienes realmente?", dijo la supuesta voz; "¿A las tres? Bueno, no me demoraré en salir", dijo la voz de nuevo. Me acerqué al teléfono público de nuestro colegio, de donde provenía la voz, y la vi ahí, casi escondida.

-¿Delia? -dije, sonriendo- ¿Qué haces aquí? ¡Ja, ja, ja!
-¡Ricardo! -exclamó ella, asustada- "Oye, debo colgar, nos vemos a las tres" -le dijo al teléfono y colgó.
-¿Qué pasó? ¿Por qué no estás en clase? -le pregunté, frunciendo el ceño.
-¡No te imaginas quién viene hoy día al colegio! -dijo ella, mostrando sus enormes brackets en una enorme sonrisa e ignorando mi pregunta.
-¡Ni idea... ! -le contesté- ¿Quién? ¿Mickey Mouse? -le dije, queriendo hacerla reír.
-¡No, payaso! -dijo ella, ignorando mi chiste también- ¡¡¡Viene Martín!!!
-¿Qué?
-¡Viene Martín al colegio! -repitió ella, mucho más feliz
-¿Por qué? -le pregunté
-¡Viene a verme! ¡Viene a recogerme en la salida! ¡Estoy tan feliz! -me abrazó.
-¿Pero por qué? -le pregunté, sin entender aún- Es decir... ¿Ya son novios o qué?
-No, para nada -contestó ella-. Sólo que quiere venir a recogerme, nada más...
-¡Ah... ! -respondí- ¡Qué bueno por ti!
-¡¡¡Te lo voy a presentar!!!
-¡¿Qué?! -pregunté en un grito, desconcertado.

¿Por qué tenía que presentármelo? ¡Qué extraña e incómoda situación iba a ser! No me imaginaba a Delia trayendo consigo a un chico parroquiano, de lentes y con pinta de santo y yo estrechándole la mano para ser amigos los tres. No, no, no... La situación era extraña de por sí. Yo era amigo de Delia; no de su 'futuro enamorado parroquiano'. Pues sí, sí pretendía rechazar la oferta de que me lo presente.

-¿Qué pasa? -preguntó Delia- ¿No quieres que te lo presente? -su rostro mostró una evidente tristeza.
-¿Qué? -le dije, tratando de inventar una respuesta posible- No, no es eso...
-¿Entonces?
-Es que... -no sabía que decirle- Bueno... -no tenía una respuesta posible- ¡Ya, ya, ya! Está bien, preséntalo... -no pude decirle que no.
-¡Yee! -Delia me abrazó de nuevo.
-Pero no te aseguro que me simpatice del todo, ¿Está bien? -le dije, mostrándole una sonrisa.
-Ja, ja, ja... ¿Por qué no? -me preguntó
-No sé... ¡Puedo estar celoso de que se 'roben' a mi mejor amiga! -le bromeé, aunque sin saber 'cuánto de broma' tenía esa respuesta.
-No te preocupes -respondió ella- Te simpatizará, lo sé.

Ambos subimos por las escaleras y nos fuimos al salón de clases, lo cual fue en vano porque el profesor ya había cerrado la puerta. "¿Qué hacemos?" nos preguntamos uno al otro; "No sé", respondimos también cada uno. Percatándonos de que la directora no estuviese cerca, nos sentamos en una de las escaleras a conversar sobre la vida, como siempre lo hacíamos. Los temas de conversación nunca se acaban entre ella y yo.

sábado, 25 de septiembre de 2010

CAP XIV: No hay ninguna como tú

[Dibujos: Erii]

Lo admito: yo no tenía ni la más mínima idea de quién era "Lucía". Sólo sabía que Lucía se volvería mi gran mentira a partir de ese momento; mi gran personaje inventado para no quedar mal ante mi amiga Delia. ¿Cómo pude pensar que yo le gustaba Delia? ¿Acaso yo era un chico muy guapo para gustarle? ¿Por qué tenía que ser necesariamente yo? Después de escuchar la historia del famoso ‘Martín’, quedé convencido: yo había estado actuando como un estúpido. ¡Todo ese tiempo había creído que Delia moría por mi! Sí que había sido tonto…

-¿Y quién es Lucía? –preguntó Delia- ¿Ves que tú tampoco me cuentas todas tus cosas?

-Yo creo que es diferente –le respondí-. A Lucía recién acabo de conocerla; en cambio tú ya conocías al tal Martín desde hace tiempo…

-Sí pero recién empieza a gustarme de verdad –se defendió Delia.

-Bueno… ¡No tiene importancia! –le dije, intentando mutilar el tema de una vez por todas.

-Ricardo… -dijo Delia, con un timbre de voz bajo

-¿Sí?

-¿Sabes? Prometo tener más confianza en ti –dijo ella, mostrando sus brackets de colores con una gran sonrisa- No te comenté nada de Martín porque, como ya te dije, tenía mucho miedo de que no me creyeras…

-No tienes por qué contarme todas tus cosas –le dije, a secas.

-No es que sea mi deber, pero… -hizo una pausa- Te considero mi único mejor amigo, así que lo único que tengo es necesidad de contarte algunas cosas mías.

Delia dijo eso y yo no sabía hacia qué lugar de mi sala mirar. Delia dijo eso y sentí una mínima cantidad de agua en mis ojos. Agua salada. ¡¿Por qué tenía ganas de llorar?! Me sentía tan ridiculizado, tan humillado… Todo el tiempo había creído que yo era por quien Delia moría y todo ese tiempo había estado equivocado. Es cierto que yo no quería que ella estuviese enamorada de mi, pero admitiré que me desilusioné mucho al saber la verdad. Delia no me gustaba… ¡Delia no me gustaba! No sabía por qué me sentía así… Me sentía como un trapo viejo… Ella y yo sólo éramos mejores amigos… ¡¿Por qué tenía que apenarme eso?! ¡Siempre había sido así! Me sentía un loco…

-Oye, ¿Estás bien? –preguntó ella

-¿Ah? –había despertado de mi ensueño- Sí estoy bien ¿Por qué?

-Te quedaste ido… -dijo Delia

-No –le contesté- Estoy bien.

-Bueno, debo irme –dijo Delia, sonriendo de nuevo-. Tengo que estudiar para mañana y me he quedado un gran rato aquí en tu casa.

Delia se levantó del sofá, agarró el regalo envuelto en un paquete azul y se dirigió a la puerta de mi casa para salir.

-¡Delia! –exclamé, como si hubiese estado muy lejos de donde estaba yo.

-¿Sí? ¿Qué pasó? –preguntó ella.

Avancé los tres pasos que nos distanciaban, me esforcé en dibujar una sonrisa en mi rostro y, por último, la miré fijamente a esos dos lentes de gran marco negro que protegían sus ojos.

-Estoy feliz de que seas mi mejor amiga –le dije- Yo tengo varias amigas… ¡Pero no hay ninguna como tú!

Delia hizo la sonrisa más grande de todas, me miró con alegría y me abrazó tan fuerte como lo había hecho un momento antes.

-Gracias por tu amistad, Ricardo –dijo, y me dio un beso en el cachete- Debo irme… Cuídate, ¡Nos vemos mañana!

-¡Nos vemos mañana! –me despedí.

Ese tarde, muy larga a decir verdad, supe tres cosas: En primer lugar, yo era un paranoico. ¿Sólo porque ella y yo fuésemos buenos amigos significaría que ella estaba enamorada de mi? Incluso mis malos pensamientos hicieron que casi no desee hablar con ella. Debía curar eso. En segundo lugar, Delia era una de las personas más geniales que había conocido. ¿Por qué me había dejado llevar siempre por la ‘etiqueta’ que todos le habían puesto? ¿Actuamos como carneros cuando somos jóvenes? También debía curar eso. En tercer lugar, Delia me apreciaba y no importaba si yo no le gustaba: yo tampoco estaba buscando eso. Ella me quería; ella y yo éramos mejores amigos y eso era lo importante. ¡Ah! Y ese regalo de envoltorio azul no fue para mi, sólo por si se acuerdan de él.

viernes, 10 de septiembre de 2010

CAP XIII: ¿Celoso?

[Dibujos: Erii*]

"¿Y quién diablos es Martín?" podría ser la pregunta que mi lector se hace y la que, también, me hacía yo en ese momento. ¿Quién era Martín? ¿De dónde salió el tal Martín?¿No éramos Delia y yo tan buenos amigos para poder contarnos todo? De un momento a otro, Delia comenzó a contarme su pequeña historia de amor donde un desconocido Martín era el personaje principal.

-¿Y quién es Martín? -le pregunté, evidentemente confundido.
-¿No te platiqué sobre Martín? -preguntó Delia, agregando un especial tono a su pregunta, la cual hizo ver a ésta muy fingida.
-No... -le contesté.
-Debo haber estado muy distraída en estos días... -dijo ella, sonrojándose.
-¡Yo te he visto igual... ! -le dije, con una sonrisa no convincente.
-¿De verdad? Incluso yo me he notado un poco tonta...
-No. -la interrumpí- Pero bueno, ¿Quién es Martín?
-¡Ah, verdad! -dijo ella, como reaccionando después de soñar despierta-. Martín es el chico más lindo que he podido conocer.
-¿Pero quién es Martín? -le volví a preguntar
-Es un amigo, un amigo nada más... Pero un amigo muy especial -me contestó, con la mirada perdida.

No sé si era impaciencia, pero había algo extraño y molestoso que tenía dentro del pecho. Tampoco puedo decir "que estaba celoso", porque recuerdo que en ese momento aún no sabía lo que significaban "celos de verdad". Lo que si recuerdo es que esa "sensación de incomodidad" cada vez que me acordaba de cómo había defendido a Delia se había esfumado. Ya no me sentía fastidiado si en en ese momento escuchaba decir a alguien: "Ricardo, a ti te gusta Delia". Yo, en verdad, dejé de sentir ese fastidio que tanto me había estado atormentando. Ahora sentía molestia: mi orgullo no me dejaba tranquilo al enterarse que el chico por el que Delia "moría" no era yo.

-Bueno, creo que no me quieres contar más sobre tu querido Martín -le dije, intentando amenizar la conversación.
-¡Oh no! -dijo ella, despertando de su ensueño- Te contaré. Martín es un viejo amigo, a quien conocí en la parroquia a la que voy. Él toca la guitarra en las misas.
-¿Tú vas a una parroquia? -le pregunté. Me sentía tan poco informado sobre su vida.
-Claro -me contestó ella- ¡Soy parte del coro! Y Martín acompaña los cantos con la guitarra...
-¡Ah! -le contesté, un poco desinteresado. En un momento pensé que el "amorío" de mi amiga Delia se trataba de un chico bonachón y mucho más simpático que yo (mi orgullo me hizo pensar eso); pero no, mas bien Delia me dijo de dónde provenía, me imaginé a un muchacho con lentes, chiquito, un poco tonto... "el estereotipo de bobo". Mientras imaginaba eso, sonreía.
-¿Qué tienes? -me preguntó?
-¿Ah? -le dije, ahora yo despertando del ensueño- ¡Nada! ¡Sólo me alegro por ti!
-¡Gracias! ¡Por eso te conté que él me gusta! ¡Sabía que te sentirías contento por mi! -me dijo, abrazándome de nuevo
-¿Y por qué nunca me contaste de él? -le pregunté-. Se supone que nos tenemos confianza el uno al otro...
-Disculpa... -dijo, y se apartó de mi-. En serio, pensé que no me creerías...
-¿Qué creería qué cosa?
-¡Que yo le guste a alguien!
-¡¿Tú le gustas?! -pregunté, casi desconcertado.
-Lo sabía... -dijo ella-. ¡Apenas puedes creerlo... !
-No, no, no -contesté rápido- ¡No me malinterpretes, Delia! Lo que quería decir es... ¿Él sabe que te gusta y tú también le gustas?
-No sabe exactamente que le gusto, o sea, no se lo he dicho yo aún... -me respondió, sonrojada nuevamente.
-¿Entonces?
-Pero estoy segura que él lo infiere... He tratado de darle señales, dentro de mi timidez...
-¡Ah! -le respondí-. ¿Y cómo sabes que tú a él le gustas?
-No estoy del todo segura... -dijo Delia-. Pero cada vez que conversamos, siento que me mira de una manera especial... Siento mucho cariño en su mirada. A veces, cuando estamos hablando, me abraza y y acaricia mi mano...

No sé qué cosa fue, no sé de qué fenómeno se trató, pero... ¡ME SENTÍ CELOSO! ¿Cómo podía dejar Delia que alguien le acaricie la mano así nomás? Es decir, yo tenía la idea de que ella era muy tímida, recatada, muy tranquila... ¿Cómo iba a dejar ella que un chico que no es su enamorado le acariciara la mano? Me sentía engañado, parecía que Delia había estado actuando conmigo de una forma muy diferente a como era realmente.

-¿Y no te da vergüenza hacer eso? -le pregunté
-¿Qué cosa? ¿Conversar? -me preguntó ella.
-¡NO! -exclamé, un poco alterado-. Me refiero a que te acaricie la mano, te abrace...
-¡Ah! -suspiró ella- No, no me siento avergonzada cuando él hace eso, ¿Puedes creerlo?
-No, no puedo creerlo... -le contesté.
-¡Creo que es por el gran tiempo que nos conocemos!
-¿Hace cuánto lo conoces?
-Desde que tengo once años, es decir, desde que voy a la parroquia. -contestó ella, muy feliz.
-¡Bueno... ! Creo que ya tenías otros amigos más especiales que yo...

Y cuando dije eso, ¡No sabía ni a dónde mirar! ¡Qué ridículo para decirle tal cosa! ¡Parecía un tonto celoso! Ya ni sabía qué decía...

-¿Estás celoso? -preguntó Delia, metiendo la punta de la estaca en mi orgullo.
-¿Celoso? ¿Yo? -le pregunté, sonriendo-. ¡Para nada... !
-Parece que estás celoso porque acabas de decir que tengo amigos más especiales que tú -dijo, metiendo la estaca completa dentro de mi orgullo.
-¡No! ¡No estoy celoso, Delia! -le dije, claramente molesto. En ese instante, fui mucho más tonto.
-¿Y por qué te molestas? -preguntó ella.
-¡Porque tú insistes en decir que estoy celoso! -le contesté- ¡No sé por qué tendría que estar celoso! Es decir, tú tienes tus amigos... tienes tus novios, tus compinches, no sé... ¡Es tu vida! -le dije, queriendo acabar con el tema.
-¿Tengo mis novios? ¡Yo no tengo novio! -me respondió- ¡Nadie quisiera decir "Mi novia tiene brackets"! ¿No lo crees?
-¡Bueno! -le contesté, tratando de tranquilizar el momento-. El punto es que no me interesa, Delia; es decir, sí me interesa lo que te suceda, pero... ¡No me molesta quién te guste o no! ¿Está claro? De repente, uno de estos días ese tipo será tu novio... ¡Y yo estaré feliz por ti! ¿Por qué podría estar yo celoso?
-¡No lo sé! -contestó, algo asustada- De repente, crees que no eres un amigo tan especial para mi, o, tal vez estés celoso porque aún no encuentras a nadie como Andrea...

Y eso último me colmó la paciencia:

-¡¿Celoso por eso?! ?¿Cómo se te ocurre, Delia?! -exclamé, tapándome las orejas-. ¡Es lo más tonto que he podido escuchar de ti! En primer lugar, yo sé que soy tu amigo y nadie me quitará ese lugar, ¿Verdad?
-Exacto -contestó
-... En segundo lugar -proseguí-, yo no estoy buscando alguien como Andrea nuevamente... O sea, si encuentro a alguien que me guste, quiero que éste alguien se parezca a todo menos a Andrea Villavicencio, ¿Está bien?
-Ya -respondió
-... Y en tercer lugar
-¿Hay un tercer lugar? -preguntó ella. Y, en verdad, ni yo sabía que existía un "En tercer lugar".
-En tercer lugar... -dije, con la mente en blanco.
-¿En tercer lugar qué? -preguntó de nuevo Delia.
-¡A mi también me gusta una chica y no te he hablado de ella! Se llama Lucía y la conocí hace poco... -solté mis falsas palabras-. Espero que también te alegres por mi.

Delia parpadeó varias veces, mordió su labio más de una vez y se quedó callada por cuatro segundos, si es que no fueron más.