miércoles, 21 de abril de 2010

Denle una cordial bienvenida a la Señora Tiburón (¡Antes que muestre los colmillos!

Quien haya leído mis entradas anteriores, en especial las primeras, sabrá que siempre he descrito a mi madre con los las cualidades más lindas y como la persona más importante del mundo para mi. Y cómo no voy a hablar de ella así si es una madre que escucha atenta a lo que me pasa, es cariñosa conmigo y ha hecho de mi alguien que estoy orgullosa de ser. En verdad, la quiero muchísimo. He hablado de ella en poesías, la he reflejado en uno que otro cuento y también, la he puesto como protagonista de los más bonitos recuerdos de mi infancia que a veces escribo en este blog. Mi mamita es linda, lo sé; pero, hay que dejar ver a la "Señora Tiburón" de vez en cuando. ¿Quién es la "Señora Tiburón"? Es el personaje en que se convierte mi mamá cuando yo, Rosabel, paso el límite de su paciencia y es necesario un buen grito suyo como escarmiento. Señora Tiburón, lo siento: debemos hablar de usted y ya no de la Señora Isabel (madre buena y amorosa de todos los días), pues se la ha mencionado muchas veces ya. Le tocó el turno, Señora Tiburón.

La Señora Tiburón no pega ni castiga, pero muestra sus afilados colmillos para dar un grito de reprimenda que resuena en toda la casa. Esto sucede cuando Rosabel, pequeña pececilla e hija de esta, reniega por las puras y agota la paciencia. Rosabel no es mala hija, pero sí es buena renegona. No es que reniegue todo el tiempo, pero sí cuando se trata de hacer un favor o algo que le molesta. ¿Qúé le molesta a "Rosabel el pez"? Le molesta el ruido cuando trata de concentrarse en algo y que le digan las cosas que tiene qué hacer varias veces. Tal vez "Rosabel el pez" no hace las cosas en el momento que se lo indican pues es una criatura que se distrae con la más mínima cosita.

Frente a esta incómoda situación, la Señora Isabel pasa a ser la temida y respetada "Señora Tiburón", cuya forma de mantener el orden en el hogar es un gritito. Si está muy molesta, busca hacer sentir culpable (mucho más de lo que uno puede ser) y si está muy pero muy molesta, lanza portazos y te quita la palabra. Así es la Señora Tiburón, por eso todo mundo en casa "le tiene ley".

La "Señora Tiburón" no se trata de una criatura sanguinaria que acaba con todo lo que encuentra a su paso en los momentos de furia: Nada por el estilo. Es simplemente un personaje ficticio en el que se convierte la Señora Isabel para dejar en evidencia su disconformidad con cualquier situación que ocurra en el hogar. Después de varios intentos, la Señora Tiburón se mete al baúl de los personajes y perdona todo error, en especial los de "Rosabel el pez".

¿Y cuáles son esos intentos? "Rosabel el pez" tiene que disculparse de verdad (pero de verdad, porque si no estás arrepentida no podrás tener cara para pedir perdón a mi madre) y estar segura de que no volverá a hacer lo que molesta a la Señora Isabel siempre. Y esto último es cierto, pues si vas a ir con la intención de repetirlo otra vez: estás frita. Asi "Rosabel el pez" crea que el error pueda repetirse de nuevo, debe intentar que no sea así.

Sin embargo, cuando la Señora Isabel deja el disfraz de Señora Tiburón para ser quién es realmente, uno se da cuenta de que es madre después de todo. No deja que le falten el respeto: sabe gritar, reñir y educar. Pero no castiga de forma salvaje y tampoco es mala contigo por el resto del día. Mamita Isabel o Mamita Tiburón siempre perdona: ama a sus hijos a pesar de los errores. Y ese acto tan noble de disculpar y querer siempre de la misma forma no lo tomo como el permiso libre de provocar que reniegue todos los días. Significa para mi que es la mejor madre del mundo porque me ha enseñado a corregir lo que está mal en mi y también, lo que es amar a una persona: con sus cosas buenas y malas.

Mamita Isabel ama.
"Rosabel el pez" la ama también

Esperen... Si mamá dejo de ser "Señora Tiburón"... ¡¿Por qué sigo siendo "Rosabel el pez"?!

Corrección:

Rosabel ama a Mamita Isabel también (¡y mucho más!)

sábado, 17 de abril de 2010

Tu efecto


No sé qué pienses tú cuando me ves,
ni qué esperes que yo piense cuando te veo.
No sé si esperas algo o solo me estás viendo,
pero yo sí concibo los más bonitos pensamientos.

Creo una historia y la sueño de a momentos,
porque tú eres el inicio de todo bello cuento.
Es que con tus ojos, yo me vuelvo una artista:
escribo poesía y mis dibujos son maravillas.

Contigo, yo conozco mil y un emociones,
pues tú eres toda una caja de sorpresas.
Haces que mis días estén llenos de colores
y las noches de estrellas que parpadean.

Gracias por ser una linda compañía,
por endulzar siempre un poco más mi vida.
Gracias por ser inigualable amigo mío,
por ser a quien amo y quiero conmigo.

De las señoritas ayudantes de mi hogar - Parte II (lee la I primero!)

Flor no era mala gente, era risisueña y noble también. A pesar de eso, parece que la conexión entre nosotras lanzaba chispas en vez de ser una amistad similar a la de Maggie y yo. Aún recuerdo la primera mañana de trabajo de Flor. No sé si mi papá tuvo que ver en esto (ya que el se desesperaba porque yo hiciera mis propias cosas) pero Flor, mientras tendía las camas, empezó diciéndome esto: "ahora vas a conocer lo que es hacer tus cosas, vas a aprender a tender tu cama, vas a aprender a cocinar, etc." Obviamente en ese momento, Flor me pareció más un soldado que una ayudante de casa. Con esa presentación lo único que me advertía es que se venían cosas nuevas... y no, yo no estaba preparada para eso. Tal vez ya era hora que yo aprendiese a cocinar o tender mi cama, pero no me gustaba la forma ni la persona quién me enseñaría.

Flor y yo no establecimos buena amistad. Cuando ella se reía de algo, yo la criticaba; y cuando yo hacía algo, ella hacía lo mismo. Ambas éramos renegonas, nos llevábamos mal. Yo siempre he sido renegona, pero con Maggie (ella un poco más alegre) mi carácter mejoraba y me hizo sacar lo más alegre de mi. En cambio, parecía que con Flor nunca íbamos a lograr simpatizarnos. Ahora que lo analizo, tal vez el hecho que me quitaran a una de las personas que más quería de la nada y colocaran a otra en su reemplazo pudo haberme vuelto rebelde. Aparte, el hecho de que Flor no pudiese igualar a Maggie habría sido otro factor. Al final, Flor se fue de la nada y no teníamos quién nos ayude en la casa. Fue un momento de desesperación porque mi mamá y papá trabajan de mañana, así que necesitábamos a alguien que nos ayude con la cocina y otras labores de lunes a viernes. Felizmente, apareció Elita. Elita era la prima de una de las chicas que trabajó un poco antes de Maggie.

Elita siempre fue una muy buena persona. Su carácter era totalmente noble y cordial. Ella se había quedado soltera, pero tampoco era una señora amargada. En realidad, tenía alrededor de veinticuatro años cuando llegó y su forma de ser era bien tranquila. Yo, en ese entonces, estaba por cumplir trece años. Mi carácter, amargón de por naturaleza, estaba en su punto más alto y todos en casa eran víctimas de ello. Me amargaba y lloraba por cualquier cosa. Mi carácter estaba en constante cambio y mis reacciones también. Tenía fijos problemas de autoestima y eso se reflejaba en mi forma de tratar a papá, mamá e incluso a Elita. A veces, era muy exigente con ella. Nunca llegué a faltarle el respeto o a ofenderla, porque estaba bien que yo estuviese en un proceso de cambios pero nunca fui una "faltosa". Sin embargo, Elita percibía que yo no me llevaría bien con ella. Yo percibía lo mismo y a la vez, no me importaba mucho.

Los años fueron transcurriendo y me fui estabilizando poco a poco. Sí, me quedé renegona de por sí pero mis reaccioenes fueron calmándose poco a poco. De la nada, pasé de un "fuego artificial de emociones" a "algo un poco más calmado". De la nada, empecé a llevarme mejor con todos: ya no tenía una autoestima hasta por el suelo, ya no peleaba cada rato con mi papá (asi su carácter y el nuestro choquen siempre), me volví mucho más unida a mi mamá y también, comencé a tener una amistad bonita con Elita. Conversábamos mucho en el amuerzo, ella me aconsejaba sobre ciertas cosas y yo depositaba mi total confianza en ella. Era como si una amistad similar a la de Maggie se teletransportara a ese tiempo otra vez, solo que esta era una amistad mucho más tranquila y madura. Elita era mayor que Maggie y yo ya no buscaba alguien con quién jugar, sino con quién conversar.

Elita fue mi soporte cuando mamá no pudo serlo a veces. Mamá siempre ha sido mi mejor amiga y la madre que todos quisieran tener, pero cuando mi mamá estaba peleada conmigo o tenía que contar a alguien cosas que mi mamita no podría entender, estaba Elita. Y nadie más acertada que ella para ese lugar, ya que era una persona mayor y con experiencia para dar consejos sobre todo. Cuando mi papá me decepcionaba, Elita estaba ahí para consolarme en medio de mis llantos. Elita supo resolver muchas de mis dudas que mis papás ni el colegio lo pudieron hacer... Y Elita también me enseñó cosas que valoraré siempre.

Elita estuvo aquí por siete años, el tiempo récord de alguien que ha trabajado en casa. Siempre creí que Maggie sería la mejor de todas y nadie podría reemplazarla, tal vez aquel pensamiento no me dejaba ser tolerante con cualquier chica nueva que vendría a ayudarnos. Elita se fue porque simplemente ya no podía quedarse: tenía que hacer su vida propia. No nos impusimos, ella era dueña de su vida. La despedida a Elita la recuerdo también como uno de los momentos más tristes que he pasado. Un momento muy parecido a lo de Maggie. Es curioso, no me acuerdo para nada del momento en que Flor se fue.

Soy feliz porque gracias a estas dos maravillosas personas, mi vida tiene muchas más experiencias y anécdotas por contar. Maggie marcó mi infancia y Elita, mi adolescencia. Fueron dos personas geniales, nunca olvidaré nada de ellas. Gracias a Dios escribí esto ahora, no me gustaría que pasen los años y me olvide del aprecio que les tuve y sigo teniendo. Solo espero que ellas también me recuerden con cariño, ya que su trato conmigo me hace pensar que será así.

De las señoritas ayudantes de mi hogar - Parte I

No hay persona que no sepa lo que significa encariñarse con alguien y lo horrible que es separarse de él o ella. Yo me he encariñado con varias personas: familiares que no viven en Lima, amigas del colegio que se fueron, amigas o amigos con los que ya no converso y también, a las chicas que trabajaron en mi casa. Sí, aquellas humildes chicas que reciben el nombre de "ayudantes del hogar", "empleadas" o en casos horribles, "sirvientas". Puede ser extraño para algunos que alguien logre encariñarse con una persona que, aparentemente, solo esta para servir en la casa (especialmente aquellos que las llaman "sirvientas"). Pero para mi, tales chicas que ayudaron en las labores de mi casa como un digno empleo fueron personas muy importantes y fueron mucho más que "ayudantes del hogar".

En mi casa hemos tenido a cuchucientas de estas señoritas: Basilia, que me cuidaba cuando era bebé y obviamente no me acuerdo de su rostro; Neyra, la chica de mal genio que me cuidó hasta los cuatro años; Maggie, la chica que me cuidó hasta los nueve años y se convirtió incluso en una de mis mejores amigas; Flor, la hermana de Maggie y que, vale decir, no nos llevábamos para nada bien; y Elita, la última y más importante de todas.

Como dije, de la primera no puedo recordar absolutamente nada, y de la segunda, solo recuerdo que tenía una cara seria y se fue porque su mamá estaba enfermita. Todas estas chicas venían desde Amazonas, lugar donde nació mi padre (dato que ya mencioné en alguna entrada anterior). A las chicas que más recuerdo, entonces, son a las tres últimas: Maggie, Flor y Elita. De las cuales, Maggie y Elita fueron mis favoritas y haré un pequeño recuerdo sobre ellas.

A Maggie la conocí cuando yo tenía cuatro años. Ella no tuvo necesidad de cambiarme pañales ni alcanzarme un biberón, solo se ocupó de regalarme una amistad grandiosa y darle recuerdos muy gratos a mi infancia. Maggie era una chica estupenda: sonreía mucho, le gustaban las bromas e incluso, se daba tiempo para jugar conmigo. Ella me recogía del inicial y yo, al regresar a casa, la acompañaba todo el rato en la cocina. A veces, bailábamos como locas y otras, nos poníamos a ver sus películas locas de artes marciales (ella tenía una afición a los chinos karatecas). No puedo negar que Maggie es uno de los mejores recuerdos de mi infancia, era mi amiga de dieciocho años pero que en ese tiempo yo la veía como de mi misma edad. A toda la familia nos gustaba su frase "No pasa nada", que la decía en cada momento para librarse de preocupaciones. Era una china fresca y sin nada que la hiciera poner triste. Lamentablemente, ese "no pasa nada" no fue algo que le duró para siempre.

Las cosas empezaron a cambiar y Maggie estaba rara. De repente, llegó un día en que ella estaba llorando y su hermana, que venía a visitarla los domingos, la consolaba. Maggie lloraba porque había quedado embarazada. Yo tenía alrededor de nueve años asi que las cosas no me quedaban del todo claras, solamente que Maggie no tenía suficiente dinero para criar a un bebe: apenas tenía 21 años. Yo recuerdo que le ofrecí mi chanchito de ahorros y Maggie, junto a su hermana, dejaron de llorar para soltar una leve risa de ternura. Todo pasó rápido y llegó la noche en que tuvo que irse. El taxi que llevaba a Maggie se alejaba y yo, con mi familia, le hacíamos adiós desde la puerta de la casa. Fue uno de los momentos más tristes de mi vida. Fue como si el día anterior hubiésemos estado bailando felices de la vida y al siguiente, una noticia quebraría todo su mundo (y el mío también). Maggie era como la hermana mayor que nunca tuve y las cosas de la vida me la arrancaron en un triz. Felizmente, años después la pude ver a ella y a su bebe también. La última vez que la vi fue hace dos años: ella no ha cambiado nada. Ahora está en Amazonas.

En ese momento, hace ocho o nueve años, no sabía qué pasaría. El cargo de "ayudante del hogar" lo ocuparía Flor, la hermana de Maggie, quien siempre me había parecido buena gente. Sin embargo, las cosas no siempre son como parecen.

viernes, 9 de abril de 2010

Carta de ella a su madre

El día que te fuiste amaneció nublado y la lluvia cayó de noche. Pero el día anterior estuvo más soleado que nunca. Parece que fue ayer cuando nos sentábamos juntas en el comedor a comer galletas y a conversar sobre nuestros días. Tú me hablabas de cómo en el trabajo te iba y yo, sobre los días de colegio. También parece que fue ayer cuando tú me dijiste: "Nunca te dejaré sola". No me explico, entonces, cómo me siento más sola que nunca ahora...

Yo no sé por qué cuando todo marcha bien, cosas malas pueden ocurrir inesperadamente. De repente, un desgraciado puede acabar con la alegría que tienes: acabar con la vida del ser más importante en tu vida. Te puedes encontrar tranquila en casa y recibir la llamada que marca el inicio de la peor pesadilla: Te dicen que esa persona tan importante para ti ha dejado de exisitr. Justo cuando te encontrabas esperándola del trabajo para ir de compras, como solían hacerlo todos los fines de mes. Se cae tu mundo abajo.

Apenas quince minutos antes habías hablado con ella por teléfono celular. Apenas hace menos de un día estaba ella a tu costado. Ahora ya no se encuentra ni cerca ni lejos, no está simplemente. Se la llevó Dios.

Si supieras cómo te extraño, cómo me hace tanta falta un abrazo tuyo antes de irme a dormir. Extraño que me grites, que me riñas, que sonrías, que me acaricies y que me digas esas cosas que sólo tú sabías que me hacían tanto bien. Porque tú me querías cómo realmente soy... Nadie me ha amado más que tú. Y has tenido que irte... No sé que será de mi.

Me cuidas desde el cielo, yo te siento desde aquí. Algún día habra un reencuentro... Y yo volveré a ser feliz.