viernes, 25 de junio de 2010

Cap VI: No te escapes

Dibujos: Erii*

-Así que tu novia se molestó...
-¡No es mi novia! -respondí, impaciente de sus bromas

Era "El Loco" quien me fastidiaba; que, a propósito, acabo de recordar que nunca mencioné su nombre. "El Loco" se llamaba Julio. Como dije antes, él era (y es) uno de mis mejores amigos. La única razón por la cual soportaba sus bromas e intentos obsesivos de presentarme amigas por montones era porque nos unía un fuerte vínculo de amistad. Creo que de haber sido otro tipo ya le habría dicho: "¡¡¡Déjame hacer mi vida!!!" ¡En fin... ! Julio era el tipo de amigo que le gustaba alegrar la vida de los demás, asi fuese por medio de muchas pero muchas bromas. A propósito, ese día se encontraba haciéndome una de ellas.

-¡Pero si en serio es tu novia! -insistía él, soltando risas
-Carajo
... -le dije- ¡Que no, hombre!
-Bueno... -hizo una pausa- ¡Entonces solamente está loca por ti!
-¡¡¡Menos!!! -le respondí, aburriéndome de sus chistes
-¿Entonces por qué se tuvo que resentir con lo que le dijiste? -me dijo, a la par que asomaba los dientes.
-¡Ay! Porque cualquier chica se molestaría si tomaran a broma "que uno puede estar enamorado de ella", pues... -le dije, aunque no muy convencido de mi respuesta- ¡Qué poco conoces a las mujeres! -atiné a decir luego
-¡Sí claro... ! -dijo Julio, con sarcasmo- ¿Con qué yo conozco poco a las mujeres no? ¡Está bien! Te contaré una vez más sobre aquello que pasó con la chica del colegio de monjas que...

Y ahí empezaba de nuevo "El Loco": le encantaba contar sus historias (reales o fantasiosas, nunca lo supe bien) sobre sus amoríos con varias chicas de diferentes colegios. Sabía que iniciar el tema lograría que deje de molestarme; a pesar de eso, me quedé con algo de dudas en mi cabeza: "¿Le gustaré yo a Delia
?", me preguntaba a mí mismo.

Julio había hecho que confunda todas mis ideas sobre Delia: Yo veía a Delia como la chica tímida que se ofreció a ayudarme en los estudios por el hecho de ser una buena persona; sin embargo, después de haber escuchado a Julio, comencé a pensar que Delia sólo se había ofrecido a ayudarme con el objeto de intentar "algo" conmigo. Esa suposición no significaba que yo me viese como "el más guapo"
de todo el salón y que toda chica moría por mi, sino que Delia, aparentemente una niña dulce e inocente... ¡Tal vez podía enamorarse del primer chico del colegio con quien tuviese más confianza! Y en ese caso, parecía que ese chico era yo. Como dije, nunca la había visto conversar tanto con alguien del salón. Y como dije también, creo que todos se perdieron la oportunidad de conocer a una agradable persona como ella.

En fin, a pesar de que en un primer momento me importase bastante el asunto, me olvidé de éste con el pasar de uno o dos días. Los días en los que compartí tiempo con Delia, aunque sólo hubiesen sido tres, fueron geniales: La conocí mucho más y le quité esa etiqueta de "chica rara" que toda la promoción le había colocado. Sin embargo, pasaron los días y nunca hubo el momento apropiado para saludarla y pedirle disculpas por haberme reido al contarle que me fastidiaban con ella. Comenzaba el recreo y ella ya no se quedaba dibujando en el salón; parecía que iba a la biblioteca. Terminaban las clases y ella ya no estaba; parecía que sonaba el timbre y ella salía del salón "disparada como cohete". Como no encontraba el momento exacto para hablar con Delia, me olvidé del asunto y volvimos a ser los de siempre: dos personas que casi nunca (por no decir nunca) hablan una con la otra. Ahora que estoy lejos de aquellos años pasados, pienso que todo estuvo en mis manos: si de verdad quería pedirle disculpas, debí buscarla un poco más
.

Fue viernes el día que nos entregaron el examen sobre la Revolución Rusa. Yo estaba nervioso pues, dentro de mi, sentía miedo de no haber entendido el tema por mi propia cuenta y haber desperdiciado la oportunidad de que Delia me enseñase mejor. No obstante, la profesora me sonrío mientras dejaba el examen corregido en mi carpeta: había aprobado con diecinueve. Una quietud recorrió todo mi cuerpo y dije para mi: "He vuelto". Sabía que sólo era cuestión de esforzarme, de no sólo ocupar mi tiempo en distracciones... ¡De no olvidarme quién era yo
asi pasara cualquier cosa mala! ... Como una decepción amorosa con una chica llamada Andrea Villavicencio.

Todos guardamos nuestros cuadernos y libros tras el sonar del timbre. Era viernes y lo único que pasaba por la cabeza de todos los alumnos (en cualquier grado o colegio que estuviésemos) era: "¡Fin de semana!". Yo traté de guardar mis cosas rápido, pero me demoré; la profesora me pidió quedarme en el salón un momento. Se había dado el trabajo de llamarme para felicitarme por la iniciativa de mejorar mis notas y alentarme a nunca dejar de hacerlo. Después del pequeño consejo, me dirigí hacia mi carpeta y me di con la sorpresa de que sólo habíamos quedado tres personas en el salón... ¡Todos habían salido volando
! Las únicas personas restantes en el salón éramos: Delia, la profesora y yo.

Yo desde un principio estaba apresurado por irme, mas no sé qué me pasó. Mas bien vi a Delia sola después de tiempo, tuve el instinto de guardar mis útiles lentamente en la mochila. Todo esto porque estaba viendo disimuladamente qué era lo que hacía la señorita de los brackets coloridos. Ella también guardaba lentamente sus cosas. ¿Se proponía hacer lo mismo que yo? ¿Qué me estaba proponiendo yo? Exactamente no lo sabía; pero, analizando que me estaba demorando a propósito por el solo hecho de verla ahí, llegué a la conclusión de que mi inconsciente deseaba que yo le hablase. "¿Estás seguro?" me pregunté para mis adentros... "¡Estoy seguro
!", me contesté también. Era el momento preciso para pedirle disculpas y, tal vez, conversar tan amenamente cómo estábamos acostumbrándonos a hacerlo.

Vi que ella sostuvo su bolso rosado, levantó la cabeza y se dio cuenta de que tenía un espía mirándola: ése era yo. Pensé que Delia saldría corriendo o evitaría mi mirada simplemente; pero hizo un poco de ambos: me miró, mostró una posible sonrisa de compromiso y salió por la puerta a paso apresurado. "No te escapes...
", dije para mis adentros. Apresuré el paso también, me despedi de la profesora y salí del salón. Delia iba por el pasillo del colegio con un evidente paso acelerado.

-¡DELIA! -grité

Ella volteó, me miró y se quedó quieta. Entonces, ella no planeaba escaparse. Aceleré el paso de nuevo y le di el alcance. Era el momento de pedir unas disculpas y, de repente, darme cuenta si de verdad yo le gustaba a esta señorita. No planeaba preguntarle nada, obviamente; pero sí pretendía analizar cada uno de sus gestos, reacciones y miradas. Creo que las ideas de Julio habían influido mucho en mi.

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