viernes, 11 de junio de 2010

Cap I. "La Lista Federal"

[Dibujos: Erii*]

Por lo general, en la secundaria, el aspecto físico es algo muy importante para cada adolescente. Es tu etiqueta de presentación al círculo social, es tu pase de entrada a la popularidad (asi estés en un colegio únicamente de hombres o de mujeres). En la secundaria, muchas veces, tú vales por tu físico: si no le pareces atractivo a la mayoría, estás fregado; si tienes algo de suerte, solo sufrirás el desplante de las chicas en las fiestas; s itienes pésima suerte, no solo sufrirás eso sino también las constantes burlas sobre aquello que no te hace atractivo. En este rubro entra tu estatura, tus orejas, tu nariz o tu contextura; por lo general esas son las claves.

Mi colegio era mixto; entre hombres y mujeres, logramos una promoción unida. No habían muchos grupos sociales dispersos, éramos amigos todos. Sin embargo, las bromas eran algo constantes. Se trataban de burlas sobre "lo que no te hacía una mamacita" o "lo que no te hacía un papacito". Por supuesto que no estoy diciendo que mi colegio haya sido un "centro narcicista", pero tal vez primó mucho este asunto del físico por el simple hecho de haber sido adolescentes: Adolescentes preocupados por tener los músculos más grandes que el otro (en caso fuéramos hombres) o por tener la cara más bonita (en caso fuesen mujeres).

Estas reglas del físico perfecto eran mucho más aplicadas en el caso de las chicas. Nosotros, los hombres, también nos preocupábamos; pero había un momento en que el asunto de quién era más fuerte, quién tenía más novias o etc. dejaba de importarnos. En cambio, a las chicas las veíamos siempre preocupadas por si estaban gordas, por si les había salido una imperfección en la cara, si les quedaba bien los lentes, si tenían bien cepillado el cabello, si la vincha recién comprada les caía bien, si sus pestañas estaban lo suficientemente rizadas, y etcétera de cosas. Ellas eran las más interesadas en verse bien: todo para agradarnos a nosotros; bueno, al menos eso pensábamos los muchachos.

Nosotros, en aquellas épocas, acostumbrábamos a reunirnos después de clases en el parque que estaba a la espalda de nuestro colegio. Bajo un gran árbol, contábamos nuestras experiencias mientras comíamos tonterías. Salíamos del colegio a las dos y media de la tarde y nos quedábamos en ese parque hasta las cuatro. Por lo general, éramos un grupo de cinco muchachos los que nos reuníamos ahí. Dije que en mi promoción no fuimos dispersos, pero siempre hay algunos amigos con los que prefieres juntarte más.

Dentro de esas amenas pláticas de la vida, hubo un día en que hicimos "La lista federal". ¿Qué diablos era eso? Una lista en donde colocábamos, en jerarquía, los nombres de las chicas de nuestra promoción; según si eran bonitas o... feas. Puede sonar algo cruel, pero en esa edad era algo inevitable no clasificar a las chicas según su aspecto físico. Éramos adolescentes, éramos un poco pavos. De una forma u otra, la lista nunca llegó a manos de ellas; se la quedó el "Gordo Martín" (uno del grupo), quien supo guardarla bajo siete llaves. No quiero ni pensar qué habría sido de nosotros si alguna de ellas se enteraba: ¡Las chicas son unos demonios cuando se molestan!

Perdería el tiempo mencionando a todas las chicas de mi promoción y sus características físicas respectivas. Así que solo mencionaré a dos: la que ocupaba el primer puesto y la que ocupaba el último. La del primer puesto se llamaba Andrea Villavicencio: una rubia linda. Era buena gente la chica, super divertida y cuando quería, buena amiga. Al menos esto ocurría con su "grupo de amigas". Sin embargo, tenía algo que la hacía odiosa para algunos de la clase: era una perra. Era una chica astuta pues, cuando quería, podía idear cualquier artimaña para conquistar al chico que le gustaba: asi este chico estuviese con alguna chica. Esta travesura la hizo con el enamorado de Lupita Ferradas (otra chica de mi promoción): ésta jamás perdonó a Andrea. En fin, Andrea (perra o no) era la chica más bonita de toda la clase. A pesar de eso, lo perra la hacía "fea" para algunos. Aunque esos "algunos" éramos pocos. Debo admitir que me costó tiempo en que ella me dejara de gustar. Pues sí, yo también estaba embobado por ella.

En el otro extremo de la lista, en el último puesto, se hallaba la chica más inocente y dulce (aunque esto me hubiese demorado en descubrir) de todas: Delia. Ella tenía lentes (no de esos con "poto de botella", pero sí unos lentes de gran marco negro), llevaba el cabello amarrado en una cola (aunque su cabello era bonito y nunca lo dejó relucir) y sobretodo: tenía brackets. Evidentemente, Delia no cumplía los requisitos de "la chica más bonita" para los chicos de la clase; y no solo los hombres pensábamos eso, las mismas chicas también lo hacían. Era notable cuando la misma Andrea Villavicencio miraba a Delia con desdén; y todo esto porque Delia era peculiar: sus lentes la hacían ver intelectual, pero éstos no eran del todo agradables; su cabello tenía lindos rizos, pero siempre estaba atado; y sus brackets no le quedaban "tan mal", pero eran de colores. Sí, cambiaba el color de sus brackets durante cada tiempo.

Los chicos de mi promoción no eran el tipo de muchachos burlones que podían llamar a Delia como "Betty la Fea"; pero, de todas formas, existieron los chismes. Y entre estos se escuchaban: "¿Por qué esa chica se pone lentes así?" "¿Por qué tiene que cambiar el color de sus brackets cada rato?" "¿Por qué se peina tan mal?". Sin embargo, nadie hacía estas preguntas frente a Delia. Aunque Delia no necesitaba escucharlas; ella sabía que no encajaba en el estereotipo de "Chica bonita". Sí, ella lo sabía.

No hay comentarios: