sábado, 29 de mayo de 2010

Y me llamaban "PEQUEÑA". Perdón: me LLAMAN "Pequeña"

Estaba durmiendo muy tranquila hace unos minutos, cuando me desperté un poquito antes de lo planeado. Había pensado en levantarme alrededor de las nueve, pues quería aprovechar algo en la lectura (pero no lo estoy haciendo, estoy "bloggeando"). La cosa es que le dije a mi madre que me despierte a la hora fijada, pues yo con los despertadores no tengo una buena amistad. Sin embargo, mi mamá tuvo que madrugar y le dejó encargada la "labor" a la chica que nos ayuda en el trabajo de casa. Esta chica se llama Celmira, creo importante decir su nombre pues pueda mencionarla en las siguientes entradas. Yo, como dije, ya estaba despierta antes de la hora fijada. Solo me encontraba echada en mi cama, pues tengo como manía, después de despertar, quedarme tumbada en mi cama mirando al techo y filosofando cosas. Lo sé: estoy ralladita.

Bueno, lo importante aquí empezó cuando escuché a la hermana de Celmira, que se había quedó a dormir en mi casa por esta noche, que estaba apurada pues tenía que irse. Entonces, escuché que le preguntó a Cemira: "¿Ya se despertó?" y Celmira no le escuchó, así que la hermana tuvo que repetir la pregunta: "¿La chiquita ya se despertó?" y Celmira le dijo que sí, pues ya había escuchado el televisor prendido de mi cuarto. Yo estaba filosofando muy feliz hasta que escuché la peculiar palabrita "chiquita". "¿Oe, qué?" es la pregunta "achorada" que al instante vino a mi cabeza. Ok, una vez más me han llamado algo parecido a "niñita" gracias a mi particular tamaño. ¿Qué hice? Sonreí. Y me levanté, claro.

Siempre fui "chiquita". Cuando estaba en inicial, yo era una de las niñas más pequeñitas. Las amigas de mi mamá me querían "comer" pues me veían toda menudita y chiquitita, así me describe mi mamá al hablarme de cuando yo era niña. En el colegio, la historia siguió siendo así. Claro que no sé por qué razón empecé a engordar alrededor de sexto grado de primaria, así que podía estar volviendome un "poronguito". Sin embargo, mi autoestima siempre estuvo bien. Al menos hasta el momento en que aún no aparecían las chinchosas de la secundaria, buscando hacerte sentir mal por las puras. Ahora, no sé cuánto estaré pesando realmente (mi balanza está medio malograda y ya no confío en ella) pero prefiero no saberlo. Bueno, el tema aquí no es "mi peso". El tema es "mi tamañito".

Todos me decían (hasta ahora) que no tomaba la sopa y no comía bien y por eso me quedé así. ¡Mentira! Yo tenía "buen filo", pero no sé qué pasó conmigo. ¡Mentira! Sí sé que pasó conmigo: Yo fui una reverenda floja para el deporte, o bien me tomé muy a pecho que era una inútil para los deportes y ya no los practiqué. Aparte, también me quedé "chata" porque mi mamá es solo un poquito más grande que yo. La cuestión es que la razón más importante de que yo sea similar a un "puntito" es no haber hecho deporte. Estoy segura que esa fue la causa, pues en primaria hacía gimnasia y voley. Y recuerdo que durante esos años (tercer y cuarto grado) mi papá me andaba midiendo constantemente y decía: "¡Has crecido!". Y entonces, dejé de escuchar esa frase por bastante tiempo. Exactamente dejé de hacer deporte cuando entré a secundaria (felizmente recuerdo todo perfectamente), pues empezaron a aparecer las chibolas fastidiosas que se fijaban en lo mal que jugabas, te fregaban por hacerles perder el partido de voley, basket o fútbol. Y como la autoestima en esos tiempos andaba "fregada", el deporte ya no me pareció algo "bonito". Al menos, mi clase de educación física ya era una tortura. En fin, ahora ya no importa la causa. Hoy solo interesa que soy "Rosabel, la pequeñita", o como me dicen algunos de mis amigos: "Pequeña Ross".

No sé cómo, pero el tamaño nunca me acomplejó tanto como otras cosas que sí lo hicieron de mi físico. Recuerdo que mi papá me traumaba de chibola diciéndome: "¡Come tu comida! Sino, cuando seas grande todos te dirán CHATA y vas a ver que horrible es." Y la verdad es que la palabra "chata" la he escuchado millones de veces y nunca me causó tanto daño como me decía mi papá. No sé si es porque me propuse, desde niña, nunca lamentarme por mi tamaño o bien porque estoy acostumbrada a ver puro "ser pequeño" en mi país. La consecuencia es la misma: No me afecta en lo más mínimo. Cuando realmente, cualquiera esperaría que ser CHATO es lo peor del mundo. No sé, tal vez aprendí a quererme simplemente. Aunque, siendo sincera, hay otras cositas que aún me acomplejan. No, señores, no pienso hacer un listín. Solo son dos cositas, pero no vale mencionarlas. A menos que me conozcas bien y sepas cuáles son. O derepente con un solo vistazo ya sepas de qué hablo. O simplemente, me halles más defectos que dos simples cosas. Bueno...

Es verdad que siendo chata se me han complicado varias cosas: tengo que empinarme para poder dar un beso (lo primero en que piensas, ¿No?); cuando estoy en multitudes apenas puedo ver; ellos apenas pueden verme a mi; no cumplo los "requisitos" en algunos trabajos de carácter superficial; no me gustan los vestidos largos pues me "enchatan más" y... muchas veces me disminuyen la edad. Creo que esto último es lo que más me desagrada, el resto no me importa tanto. Sin embargo, también ese aspecto de "que me reduzcan la edad por ser pequeña" no me afecta tanto. Es que, simplemente, aprendí a quererme. Y no es consecuencia del conformismo: se supone que debes quererte desde que vienes a este mundo. Entonces, puedo decir que yo me amo.

El sobrenombre de "Pequeña Ross" me gusta. Me gusta que me digan "pequeña" con cariño. Me gusta que mi enamorado me diga "Eres pequeña... ¡Y te ves muy tierna!. Me gusta convencer a varias personas cuando pongo mi cara de "pequeña y dulce". Me gusta hacer mi función de "ratón" y llegar hasta adelante de las multitudes cuando no puedo ver lo que quiero. Me gusta ser pequeña asi no tenga muchas cosas buenas. Soy la "Pequeña Ross" y así está bonito. Sí, bonito.

Debo decir que con esta entrada no estoy dando pase libre a que me digan "OE CHATA" con toda la descaradez del mundo. No pues, señores: no sean pavos. Empezando, porque debes tener confianza conmigo. Sino, simplemente la próxima que me hables te ignoraré. Y segundo, debes cuidar la forma en que lo dices: yo AMO a las personas que lo dicen todo con mucha calidez. Por eso con las personas frías y despectivas: lo siento, paso.

Bueno, entonces, llegamos a lo último de esta entrada: Soy pequeña y tengo una sonrisa en mi cara. La misma sonrisa que puse cuando, hace un momento, se refirieron a mi como "chiquita". Todo depende de la forma en que lo veas. Y creo que en esta vida la única forma que importa en cómo vean las cosas es la tuya. Siempre y cuando no hagas daño a nadie. Entonces, como dice la frase esa que siempre escucho decir a la gente achorada: "¿Te afecta?". Bueno, a mi no me afecta ser pequeña. Puedo decir, entonces, que tampoco me afecta cómo eres tú. Será que no soy tan superficial que digamos o, simplemente, no me ando fijando en algún defecto tuyo para molestarte. A menos que sea entre bromas.

Después, "QUE VIVAN LAS PERSONAS QUE SE QUIEREN TAL Y COMO SON". Realmente las admiro.

2 comentarios:

ISABEL E. dijo...

¡Mi pequeña Osita! Es una alegría inmensa para mí el ver que te aceptas tal como eres, sin dar lugar a aquellas personas que no saben respetar a los demás y actúan cruelmente haciendo sentir mal al resto...¡cómo lucho con ello en mi aula, pero es tan difícil si no hay valores en el hogar! El hecho que lo expreses, demuestra que superaste algunos contratiempos sobre el tema, doble alegría para mí. Siga así tu crecimiento espiritual...un beso.

Gnzlrvs dijo...

Ya pues, enana.
Jajaja, mentiira ;D La baja estatura es una de las pocas cosas que compartimos, Rosabel.