sábado, 6 de marzo de 2010

Voluntariado (parte III)


Me ha tocado pasar por diversas situaciones durante estos meses de voluntariado en el hospital y jamás olvidaré lo que he aprendido en cada una de ellas. Estuve muchas veces en la sala de niños pequeños y aprendí que un simple juego de corretearlos con un avión de juguete los llenaría de alegría increiblemente... Aprendí a ver caritas llenas de heridas sin desanimarme por completo y seguir con mi labor: llenarlos de vida. Aprendí a que cuando quieres alegrar a un niño de verdad, no importa qué personas estén mirándote: No interesa nada... Solo estás tú y los pacientes... Ellos apreciarán cualquier gesto que tú hagas por robarles una sonrisa. Ahora bailo, salto, corro... hago muchas cosas locas en las salas a las que voy y no tengo reparo si una enfermera está mirando o si estoy haciendo el roche más loco, en serio no interesa. He estado luego en la sala de niños más grandecitos (7 u 8 años) y aprendí a que si te propones algo, lo logras realmente... Enseñé a varios niños a jugar DOMINÓ (yo para enseñar, a veces soy impaciente) y pasé muchos ratos divertidos jugando con ellos. Aprendí a llenarme de valor inmediatamente al darle fuerza a una niña que lloraba por el dolor que le provocaban los medicamentos. Aprendí a no desesperarme a ver a tantos niños llorar y desesperarse también... A contener las lágrimas y a guardarme la tristeza para sacar la esperanza y regalársela a ellos. He aprendido a ser más fuerte. Aprendí a ser fuerte cuando me enteré que a un niño con el que me encariñé le detectaron cáncer y se tuvo que trasladar a Neoplásicas.

He estado también en Traumatología y aprendí a lidiar con niños terribles... terribles porque eran unas balas en sus sillas de ruedas o bien, eran terribles con sus bromas. También me tocó una vez trabajar con un solo niño y tuve que equilibrar la confianza (para que se sienta cómodo trabajando manualidades solo conmigo) y el respeto, para que con tantas bromas mías... (¡No puedo evitar hacer reir a los niños!) no se me aloque.

Realmente, he aprendido muchas cosas con y gracias a ellos. Me encariñé con muchos niños que, lógicamente, sanaron y fueron a casa. A mi me explicaron que cuando se iban, debías sentirte alegre porque ya mejoraban, pero era inevitable sentirse algo triste por el mismo hecho de que los irías a extrañar. No me olvidaré de los pacientes con los que trabajé mis primeros días de voluntariado, fueron muchos a los que he conocido... Tal vez no haya memorizado el nombre de todos por lo mismo que fueron bastantes, pero nunca me voy a olvidar de sus caritas sonriendo y de la enorme felicidad que yo sentía cuando lograba hacerlos reir.

Gracias a Dios, este ciclo también tengo una mañana libre en mi horario y podré emplearla en el hospital otra vez. Estoy muy emocionada, me esperan mucho más en este camino de enseñanza: Aprenden conmigo, Aprendo con ellos.
"Aprendo Contigo"

2 comentarios:

Isabel dijo...

Déjame decirte que me emociona mucho el verte crecer espiritualmente, el saber que eres feliz haciendo feliz a los que más necesitan estarlo, ya que tienen que lidiar con sus males, siendo tan pequeñitos. Estás vivenciando lo que yo, en tu edad quise vivenciar, pero no había el acceso. Si aún tengo fuerza y ánimo después de jubilarme, creo que seguiré tus pasos... Pero desde ya, como madre, me siento realizada viendo tu sensibilidad y entusiasmo por ayudar a los pequeñitos; además por la forma tan bonita en que lo expresas en tu blog. Soy una mamá gallina orgullosa de su polluela. Te amo.

Ferhasnotbrain dijo...

Para ser feliz a veces debes recorrer el camino más triste de la vida! Pero al final da frutos! No todos llegan a florecer, pero para cada volunaria si. Las voluntarias son como un arbol manzanero xD (Me puse cursilona), tienen muchos frutos y al final los tienen que dejar caer porque maduraron o por otras razones que son dificiles de comprender! :D