lunes, 14 de septiembre de 2009

Mujer de una noche


Abrió su guardaropa y sacó el mejor vestido que podía tener. Era rojo carmín y tan corto como su cabello al estilo Marilyn Monroe, sabía que con algo así él no se iba a resistir. Agarró su colorete de color más vivído y pintió sus labios en un 'dos por tres'. Agarró sus zapatos negros taco aguja, su bolso lleno de más maquillaje y emprendió la salida hacia la casa del individuo.

Cuando llegó al edificio, subió las escaleras y comenzó a buscar el supuesto número de la habitación. Sus tacones sonaban tan fuerte que podían despertar a la persona de sueño más profundo, mas a ella no le importaba. Mas bien encontró el lugar donde vivía aquel hombre, tocó el timbre dos veces seguidas y se quedó parada esperando a que abrieran la puerta. La puerta se abrió de golpe y la mujer entró lo más sigilosa posible. Aquel hombre se hallaba tendido en el mueble, con un cigarro en la boca y la mirada perdida. Ella lo miró, puso su bolso en la mesa y luego fue al baño. Cuando salió, se sentó a su lado y comenzó a acariciarle el cabello canoso. Lentamente, se iba acercando más a su rostro y comenzó a besarle el cuello. Él giró la cabeza y la besó en la boca. Hacían mucho ruido al besarse pero después fueron haciendo silencio... cada vez más silencio... mucho más silencio... Tanto silencio que se podía escuchar el sonido de la ropa al caer.

Después de un encuentro fugaz, de la colisión corporal, de la pasión efervescente y la noche más afrodisiaca vivida por aquel hombre del departamento 242, la mujer agarró su bolso y se fue para no volver más.

Camina la mujer del vestido rojo carmín por las calles del barrio más horrible de la ciudad, hace sonar sus zapatos taco aguja y se pinta la boca al andar. Los chiquillos la miran, los hombres le silban... y ella se dirige tranquila, sin preocuparse de lo demás, hacia la casa que sigue en su lista para visitar.


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