domingo, 17 de octubre de 2010

CAP XVI: Mismo rockero de la década de los 80

[Dibujos: Erii*]

Hicimos una tremenda artimaña para entrar al salón: esperamos que terminara la clase del profesor renegón, nos percatamos que nadie del salón estuviese mirando hacia la puerta (todos se encontraban tirándose papeles o fuera de su sitio), vigilamos que nadie nos viese entrar juntos (especialmente 'El Loco', que siempre nos molestaba) y entramos rápidamente al aula. Delia fue corriendo a su pupitre, que estaba en la esquina del salón, y yo, a mi pupitre de siempre: el de la segunda fila. Al menos las clases que siguieron después no fueron tan aburridas: Historia (mi curso favorito) y dos horas de Arte.

Cuando sonó la campana que anunciaba la hora de salida, sólo hubo una cosa que vino volando como avioncito de papel hacia mi mente: conocer al famoso amorío de mi amiga Delia. En un momento, sentí algo de flojera al pensar que tenía que bajar, saludar, conversar un rato y agradarle a un chico que ni siquiera tenía idea de quién era. Tuve ganas de decirle a Delia "¿Te parece si conozco otro día a tu amigo?" pero consideré muy desconsiderada de mi parte esa pregunta, así que opté por bajar con ella e ir al encuentro del bendito, digo, del famoso Martín.

-Estoy emocionada, estoy emocionada, estoy emocionada... -repetía como grabadora Delia, mientras bajábamos por las escaleras
-Dios... -suspiré- ¿Por qué serán tan escandalosas las mujeres? ¡Es sólo un chico... !
-¡Pero ese chico me gusta mucho! -dijo Delia, con empalagante felicidad en su voz
-Sí, pero... ¡Sólo está viniendo a verte y ya! -le dije, sin intención de matar su ilusión
-¡Pero yo estoy emocionada! -ella se sonrojó- ¿Me esperas? Quiero ir un rato al baño...
-¿Al baño? ¿Para qué? ¡Te ha de estar esperando afuera! -le dije, sin entender una vez más a las mujeres.
-Es que quiero verme un momento en el espejo... ¿Qué tal si me veo un poco mal?
-Te ves bien Delia -le dije, tratando de que se apresure.
-No sé... -dijo ella- ¡Espérame un momentito, ya vuelvo!

Delia entró corriendo al baño de mujeres y no hubo nada que la pudiese detener. ¿Qué me quedaba? Sólo esperarla en la puerta y desear que "su Martín" no se harte y se fuese. Los hombres somos impacientes: algo que odiamos es esperar. No entendemos por qué las chicas se demoran tanto al salir de sus casas, no entendemos por qué gastan tanto tiempo en arreglarse para hacernos esperar más de quince minutos en un sofá o en una puerta... ¡Son tan difíciles... !

-¡Ya! -dijo Delia, saliendo rápido del baño
-¿Qué te hiciste? -le pregunté, pues no notaba ningún cambio
-Sólo me peiné unos cuantos rizos que siempre salen alborotados de mi cabello y, pues, me fijé si mis brackets no están un poco despampanantes... -dijo ella
-Esta vez no tienen un color tan llamativo...
-¡Sí pues! Son color palo rosa esta vez... -sonrió
-Bueno -miré hacia otro lado-. Oye, debemos apurarnos porque sino "tu Martín" se irá y nunca lo habrás visto...
-Sí, tienes razón, ¡Vamos rápido! ¡Me muero de emoción! -dijo Delia, juntando sus manitos y haciendo un gesto tierno.

Ambos caminamos tan veloz como pudimos. En un momento, pensé y me pregunté a mi mismo: "Espera, ¿Qué haces corriendo como un loco para ver a un hombre en la puerta del colegio?", me sentí algo tonto al intentar responderme, pero en fin... ¡Todo fuese por mi amiga Delia! Tenía que conocer al chico que tanto le gustaba. Bueno, tampoco puedo negar que también sentía curiosidad por saber cómo era. Aunque ya me imaginaba su apariencia: un chico de parroquia... ¿Cómo podía ser? seguro de tamaño bajito, con lentes redondos (sin intenciones de aludir a Delia), y tal vez un poco nerd.... O bueno, tal vez estaba siendo demasiado prejuicioso.

-¡AHÍ ESTÁ! -exclamó Delia, cuando ya nos encontrábamos en el portón del colegio y la multitud de estudiantes salía con sus mochilas. La salida era un caos.
-¡¿Dónde está?! -le pregunté yo, incómodo por no poder verlo a causa de la multitud.
-¡AHÍ! ¡ESTÁ EN LA VEREDA DE AL FRENTE!

'La vereda de al frente' era una simple vereda frente a nuestro colegio donde los muchachos de otros colegios venían a visitar a las chicas del nuestro: los populares afanadores. Esos chicos insoportables que nos arrancaban a las chicas más lindas de nuestro colegio... Esos chicos que venían de colegios más caros y se paraban como aves rapaces al frente de nuestro colegio. En tiempos anteriores, muchos rondaban por ahí... Pero en ese tiempo las cosas habían cambiado un poco gracias a Virgilio: el nuevo vigilante del colegio. Éste tenía a toda la zona controlada.

-Oye, no lo veo... -le dije a Delia
-¡AHÍ ESTÁ! QUÉ VERGÜENZA... QUÉ VERGÜENZA... -y tras decir eso, Delia se ocultó tras de mi.
-Oye, oye, oye... -le dije- Espera... ¡Tienes que ir a saludarlo! No puedes acobardarte ahora... ¡Ya te conoce!
-Sí, pero me da un poco de vergüenza que me vea así... -dijo ella
-¿Cómo así?
-Con uniforme, con este cabello amarrado en una cola horrible, con mis tremendos lentes...
-¿No estás siempre así? -le pregunté, extrañado.
-Sí... -miró hacia el suelo- Pero cuando voy a la parroquia, me arreglo un poquito más...
-Bueno... -seguía sin entenderla- ¡No puedes hacer nada! Algo que odiamos los hombres es que nos hagan esperar, así que te conviene ir rápido a saludarlo.
-¡Pero tienes que venir conmigo!
-¿No prefieres ir sola? -le pregunté, con intenciones de animarla y con intenciones de irme pronto... Ya estaba sintiendo un poco de vergüenza también.
-También quiero que lo conozcas... -sonrió Delia
-Caray... ¡Ya bueno...! -asentí- ¿Pero dónde está? ¡No lo veo!
-Mira al frente, está en la tienda de al frente...

Yo me empiné, a pesar de que fuese un poco alto, y a la única persona que vi en la tienda fue a un hombre gordito. Éste comía unas papitas fritas y miraba hacia donde nos encontrábamos nosotros. Tenía el cabello lustroso (como acomodado con gel) y una ropa no muy agradable de ver: un polo desteñido y jean con huecos. "Wow", pensé, "Qué gustos los de Delia... "

-¿Un poquito parecido a Don Barriga del Chavo del Ocho, no crees? ¡Ja, ja, ja! -me reí, aunque luego me arrepentí inmediatamente.
-¿PERDÓN? -preguntó ella
-No, no... ¡No te ofendas! Sólo bromeaba... -le dije, arrepintiéndome más del chiste que había hecho.
-¡¿Pero a quién estás mirando tú?!
-¿Qué? ¡Al chico que está en la tienda!

Delia se acomodó los lentes y se empinó para ver a quién me refería. Ella se arregló el cabello, me tomó del brazo y me llevó hacia ella.

-¡Ese gordito no es Martín! -dijo Delia, entre risa y molestia.
-¿Ah no? -quería reirme- ¡¿Entonces quién es?!
-El de polo negro...

Un chico de polo negro, jeans gastados y un cigarro en la boca salía de la tienda. Usaba zapatillas enormes. Tenía el cabello castaño oscuro y ensortijado: mismo rockero de la década de los 80. Sus cejas pobladas, la tez blanca y la contextura delgada le daban la apariencia de ser un chico cool. ¡¿De qué se trataba esto?! ¡¿No era un chico parroquiano del que estábamos hablando?! ¡¿Este era un chico parroquiano?!

-Delia, ¿Me estás hablando del chico con pinta de rockero y un cigarrillo en la boca? -le pregunté.
-El mismo... -respondió ella, con voz enamorada.

Tuve ganas de vomitar.

No hay comentarios: