martes, 17 de agosto de 2010

CAP XII: Me he enamorado

[Dibujos: Erii*]

Delia había notado mi incomodado con el tema, de eso estaba muy seguro. Todos se dan cuenta cuando me encuentro nervioso: muevo los dedos de mis manos impacientemente, miro de un lado a otro y, para variar, me quedo callado por un buen momento. En ese momento no sabía qué hacer: Decirle a Delia que no me gustaba y dejar el tema cerrado o bien, arriesgarme a preguntarle si ella estaba confundiendo las cosas y se encontraba interesada en mi. Por una parte, yo quería dejar el asunto en claro: "Delia, te defendí porque eres mi amiga... No vayas a pensar que tuve otras intenciones" (aunque sonara duro diciéndole esto); pero por otra parte, mi curiosidad me tentaba al querer averigüar si el loco estaba en toda la razón cuando decía que yo le gustaba a Delia. No podía decidir qué hacer.

-Gracias, Ricardo... De verdad fuiste un muy buen amigo al defenderme -dijo Delia, cortando el silencio entre los dos sin previo aviso.
-Pero no me agradezcas... -le respondí- Soy tu amigo y lógicamente me molestará que alguien diga algo malo de ti -le dije, esperando su respuesta.

Delia volvió a sostener entre sus brazos el paquete azul que había traído. Esta vez lo acariciaba con su mano derecha, mientras miraba fijamente al suelo. Seguí pensando dentro mío: "¿Me habrá traído ese presente por defenderla? Esto sí me da mucha vergüenza..."

-Yo nunca pensé que seríamos tan buenos amigos... -dijo Delia, soriendome- Yo te veía tan lejano...
-¿Cómo que "lejano"? -le pregunté
-... Tú siempre andando con tu grupo de amigos, jugando fútbol o algo de básquet.... -hizo una pausa- ... Y yo siempre con mis libros o mi cuaderno de dibujos... ¡Somos tan diferentes que aún no entiendo cómo hemos llegado a ser tan amigos!

La emoción en sus últimas palabras era algo imposible de pasar por alto. Debo admitir que sentí una corriente rápida de alegría cuando la escuché decir aquello último, pero también sentí un poco de miedo: "¿Y si ahorita me dice que yo le gusto a pesar de que seamos diferentes?", me preguntaba a mi mismo. Estaba sugestienóndame demasiado.

-... Siempre me pareciste un chico inteligente, tan empeñoso en el deporte y tan aplicado en tus notas -continuó ella-, pero a veces te creí un poco antipático
-¿Cómo dices? -le pregunté, sin poder creer lo que Delia acababa de decir.
-De repente me llevé esa falsa impresión cuando te veía al costado de Andrea... Lo siento... -dijo en voz baja
-¡Ah! -dije, mirando a otro lado- Es que tú sabes que yo estaba un poco ciego cuando salía con ella.
-¡Sí! -dijo, y nos reímos juntos- ¡Tú eres completamente diferente a ella!

Volví a sentir un poco de miedo.... ¿Y si en ese momento Delia empezaba a decirme una lista de cumplidos? ¡Qué compromiso iba a sentir yo!... ¡No me encontraba preparado para decirle también a ella una lista de cumplidos!

-¿Por qué diferente? -le pregunté, aunque ya me imaginaba la respuesta.
-¿Todavía lo preguntas? -dijo, sonriendo y mostrando sus coloridos brackets una vez más- Ella es feliz haciendo sentir mal a las personas... Ella está cerca de ser una persona mala...
-Tal vez ya es mala persona -le contesté.
-¿Qué tanto interesa si me cambio el color de los brackets mensualmente? -dijo Delia, mientras yo no podía creer que ella estuviese tocando tal tema- Es decir... ¡¿Realmente importa qué es lo que me haga o no en los benditos dientes?! ¿Crees que me importa lo que ella le eche a su bendito cabello cada fin de mes? ¿Crees que me importa lo que alguien de la clase hace cada día o, derrepente, algo extraño que haga una persona "x" de nuestro salón? ¡Es estúpido!

Era una de las primeras veces (por no decir la única) que escuché a Delia pronunciar sus palabras con tanta cólera. Ella era una chica muy tranquila, incluso cuando algo le molestaba y tenía que decirlo. Delia nunca perdía la calma. ¿Qué debía hacer yo? ¿Consolarla? ¡Ya no sabía qué hacer!

-¿A ti te importa? -me preguntó Delia
-¿Qué cosa? - le respondí, me encontraba distraído.
-¡Que me cambie el color de los benditos brackets!
-¡Ah! No... ¡No me importa para nada! -le contesté, con una pequeña mentirita de por medio.
-Seguro mientes o de repente eres la única persona a la que no le importe... Todos se lo preguntan, creo -dijo Delia-; pero la única persona encargada de molestarme con el tema es Andrea.
-No le hagas caso... Con lo último que le he dicho ya ni se atreverá a decirte algo feo -le dije, queriendo acabar con el tema.
-Sï... -asintió Delia; no dejaba de acariciar el paquete de color azul- ¿Tú te imaginas por qué cambio el color de mis brackets?
-¡Ni siquiera me lo pregunto! -le respondí, otra vez mintiéndole-. Aunque es un poco extraño... ¿No lo crees? -le pregunté, de una forma sútil.
-No sé, de repente soy una persona demasiado entusiasmable por cualquier cosa o tal vez, trato de encontrarle algo positivo al hecho de tener unos cuantos fierros encima de mis dientes...

Delia soltó el paquete de envoltorio azul, miró un momento al suelo y luego volteó su mirada al reloj de mi sala. Sentí un poco de pena por ella: Nadie podía entender que ella sólo trataba de ver algo "bueno" en algo aparentemente "malo" para las chicas: tener brackets en la edad donde consiguen sus primeros amigos y etcétera de cosas. Es lógico que ahora, cada vez que recuerdo los brackets de mi querida Delia, la recuerdo con el rostro de una chica normal. No sé por qué nos hacíamos tanto probleams los hombres si alguna de nuestras chicas tenía lentes, brackets o algún aparato que no le quedara del todo bonito en el rostro. Bueno, sí lo entiendo... Todo era cuestión de edades y puntos de vista.

-¿Se ven mal? -me preguntó Delia- ¿Se ven mal mis brackets de colores?
-No se ven mal, Delia... Tal vez son un tanto llamativos -intenté ser más sincero- ... Pero tampoco se ven mal.

Ella me miró y dejó a la vista una enorme sonrisa. Aunque sus brackets eran de color despanpanante en tal momento (un fucsia muy fuerte, a decir verdad), me gustó su sonrisa. Estaba feliz de verla feliz, valga la redundancia.

-Como te digo, tú eres muy diferente -mencionó de nuevo Delia
-¿Muy diferente? -le pregunté, sin disimular mi curiosidad por su respuesta. ¿Qué me iba a decir? ¿Qué cosas de mi le gustaban a ella? Finalmente, ¿Le gustaba yo a ella?
-Tú eres tan buen amigo.

Delia dijo eso y yo le sonreí, tratando de disimular que esperaba que dijera alguna cosa más. Pero no ocurrió nada; Delia se quedó en silencio.

-Tú eres un buen amigo y de verdad me divierto bastante contigo -dijo por fin- ¡Otra vez gracias por defenderme!

Delia me abrazó tan fuerte que pensé que quedaría asfixiado después de eso. Luego volvió a su lugar y se quedó tranquila, mirándome con una sonrisa de oreja a oreja.

-Somos tan buenos amigos que debo decirte algo...
-¿Qué cosa? -le pregunté, sintiendo cerca la información importante
-¡Me he enamorado! -respondió ella
-¡¿De quién?! -le volví a preguntar, sintiendo mucho más cerca la gran verdad
-¡De Martín!

No hay comentarios: