sábado, 17 de abril de 2010

De las señoritas ayudantes de mi hogar - Parte II (lee la I primero!)

Flor no era mala gente, era risisueña y noble también. A pesar de eso, parece que la conexión entre nosotras lanzaba chispas en vez de ser una amistad similar a la de Maggie y yo. Aún recuerdo la primera mañana de trabajo de Flor. No sé si mi papá tuvo que ver en esto (ya que el se desesperaba porque yo hiciera mis propias cosas) pero Flor, mientras tendía las camas, empezó diciéndome esto: "ahora vas a conocer lo que es hacer tus cosas, vas a aprender a tender tu cama, vas a aprender a cocinar, etc." Obviamente en ese momento, Flor me pareció más un soldado que una ayudante de casa. Con esa presentación lo único que me advertía es que se venían cosas nuevas... y no, yo no estaba preparada para eso. Tal vez ya era hora que yo aprendiese a cocinar o tender mi cama, pero no me gustaba la forma ni la persona quién me enseñaría.

Flor y yo no establecimos buena amistad. Cuando ella se reía de algo, yo la criticaba; y cuando yo hacía algo, ella hacía lo mismo. Ambas éramos renegonas, nos llevábamos mal. Yo siempre he sido renegona, pero con Maggie (ella un poco más alegre) mi carácter mejoraba y me hizo sacar lo más alegre de mi. En cambio, parecía que con Flor nunca íbamos a lograr simpatizarnos. Ahora que lo analizo, tal vez el hecho que me quitaran a una de las personas que más quería de la nada y colocaran a otra en su reemplazo pudo haberme vuelto rebelde. Aparte, el hecho de que Flor no pudiese igualar a Maggie habría sido otro factor. Al final, Flor se fue de la nada y no teníamos quién nos ayude en la casa. Fue un momento de desesperación porque mi mamá y papá trabajan de mañana, así que necesitábamos a alguien que nos ayude con la cocina y otras labores de lunes a viernes. Felizmente, apareció Elita. Elita era la prima de una de las chicas que trabajó un poco antes de Maggie.

Elita siempre fue una muy buena persona. Su carácter era totalmente noble y cordial. Ella se había quedado soltera, pero tampoco era una señora amargada. En realidad, tenía alrededor de veinticuatro años cuando llegó y su forma de ser era bien tranquila. Yo, en ese entonces, estaba por cumplir trece años. Mi carácter, amargón de por naturaleza, estaba en su punto más alto y todos en casa eran víctimas de ello. Me amargaba y lloraba por cualquier cosa. Mi carácter estaba en constante cambio y mis reacciones también. Tenía fijos problemas de autoestima y eso se reflejaba en mi forma de tratar a papá, mamá e incluso a Elita. A veces, era muy exigente con ella. Nunca llegué a faltarle el respeto o a ofenderla, porque estaba bien que yo estuviese en un proceso de cambios pero nunca fui una "faltosa". Sin embargo, Elita percibía que yo no me llevaría bien con ella. Yo percibía lo mismo y a la vez, no me importaba mucho.

Los años fueron transcurriendo y me fui estabilizando poco a poco. Sí, me quedé renegona de por sí pero mis reaccioenes fueron calmándose poco a poco. De la nada, pasé de un "fuego artificial de emociones" a "algo un poco más calmado". De la nada, empecé a llevarme mejor con todos: ya no tenía una autoestima hasta por el suelo, ya no peleaba cada rato con mi papá (asi su carácter y el nuestro choquen siempre), me volví mucho más unida a mi mamá y también, comencé a tener una amistad bonita con Elita. Conversábamos mucho en el amuerzo, ella me aconsejaba sobre ciertas cosas y yo depositaba mi total confianza en ella. Era como si una amistad similar a la de Maggie se teletransportara a ese tiempo otra vez, solo que esta era una amistad mucho más tranquila y madura. Elita era mayor que Maggie y yo ya no buscaba alguien con quién jugar, sino con quién conversar.

Elita fue mi soporte cuando mamá no pudo serlo a veces. Mamá siempre ha sido mi mejor amiga y la madre que todos quisieran tener, pero cuando mi mamá estaba peleada conmigo o tenía que contar a alguien cosas que mi mamita no podría entender, estaba Elita. Y nadie más acertada que ella para ese lugar, ya que era una persona mayor y con experiencia para dar consejos sobre todo. Cuando mi papá me decepcionaba, Elita estaba ahí para consolarme en medio de mis llantos. Elita supo resolver muchas de mis dudas que mis papás ni el colegio lo pudieron hacer... Y Elita también me enseñó cosas que valoraré siempre.

Elita estuvo aquí por siete años, el tiempo récord de alguien que ha trabajado en casa. Siempre creí que Maggie sería la mejor de todas y nadie podría reemplazarla, tal vez aquel pensamiento no me dejaba ser tolerante con cualquier chica nueva que vendría a ayudarnos. Elita se fue porque simplemente ya no podía quedarse: tenía que hacer su vida propia. No nos impusimos, ella era dueña de su vida. La despedida a Elita la recuerdo también como uno de los momentos más tristes que he pasado. Un momento muy parecido a lo de Maggie. Es curioso, no me acuerdo para nada del momento en que Flor se fue.

Soy feliz porque gracias a estas dos maravillosas personas, mi vida tiene muchas más experiencias y anécdotas por contar. Maggie marcó mi infancia y Elita, mi adolescencia. Fueron dos personas geniales, nunca olvidaré nada de ellas. Gracias a Dios escribí esto ahora, no me gustaría que pasen los años y me olvide del aprecio que les tuve y sigo teniendo. Solo espero que ellas también me recuerden con cariño, ya que su trato conmigo me hace pensar que será así.

1 comentario:

Isabel (mamá) dijo...

¡Ahhhhhhhhhhhhhh, qué lindo! No me hubiera salido tan bien toda esta expresión (y explosión)de sentimientos como tú lo pudiste lograr. Sólo me resta unirme a lo que escribes y expresarles las gracias infinitas a las ausentes, muy en especial a Maggie y Elita, por haberme reemplazado muchas veces en mi rol de madre. Maggie ya es mamá...sólo falta Elita, para sentirnos felices completamente, pues las hemos querido y las queremos como si fueran parte de nuestra familia y las queremos ver felices y realizadas, aunque tal vez nunca lleguen a leer esto.