sábado, 17 de abril de 2010

De las señoritas ayudantes de mi hogar - Parte I

No hay persona que no sepa lo que significa encariñarse con alguien y lo horrible que es separarse de él o ella. Yo me he encariñado con varias personas: familiares que no viven en Lima, amigas del colegio que se fueron, amigas o amigos con los que ya no converso y también, a las chicas que trabajaron en mi casa. Sí, aquellas humildes chicas que reciben el nombre de "ayudantes del hogar", "empleadas" o en casos horribles, "sirvientas". Puede ser extraño para algunos que alguien logre encariñarse con una persona que, aparentemente, solo esta para servir en la casa (especialmente aquellos que las llaman "sirvientas"). Pero para mi, tales chicas que ayudaron en las labores de mi casa como un digno empleo fueron personas muy importantes y fueron mucho más que "ayudantes del hogar".

En mi casa hemos tenido a cuchucientas de estas señoritas: Basilia, que me cuidaba cuando era bebé y obviamente no me acuerdo de su rostro; Neyra, la chica de mal genio que me cuidó hasta los cuatro años; Maggie, la chica que me cuidó hasta los nueve años y se convirtió incluso en una de mis mejores amigas; Flor, la hermana de Maggie y que, vale decir, no nos llevábamos para nada bien; y Elita, la última y más importante de todas.

Como dije, de la primera no puedo recordar absolutamente nada, y de la segunda, solo recuerdo que tenía una cara seria y se fue porque su mamá estaba enfermita. Todas estas chicas venían desde Amazonas, lugar donde nació mi padre (dato que ya mencioné en alguna entrada anterior). A las chicas que más recuerdo, entonces, son a las tres últimas: Maggie, Flor y Elita. De las cuales, Maggie y Elita fueron mis favoritas y haré un pequeño recuerdo sobre ellas.

A Maggie la conocí cuando yo tenía cuatro años. Ella no tuvo necesidad de cambiarme pañales ni alcanzarme un biberón, solo se ocupó de regalarme una amistad grandiosa y darle recuerdos muy gratos a mi infancia. Maggie era una chica estupenda: sonreía mucho, le gustaban las bromas e incluso, se daba tiempo para jugar conmigo. Ella me recogía del inicial y yo, al regresar a casa, la acompañaba todo el rato en la cocina. A veces, bailábamos como locas y otras, nos poníamos a ver sus películas locas de artes marciales (ella tenía una afición a los chinos karatecas). No puedo negar que Maggie es uno de los mejores recuerdos de mi infancia, era mi amiga de dieciocho años pero que en ese tiempo yo la veía como de mi misma edad. A toda la familia nos gustaba su frase "No pasa nada", que la decía en cada momento para librarse de preocupaciones. Era una china fresca y sin nada que la hiciera poner triste. Lamentablemente, ese "no pasa nada" no fue algo que le duró para siempre.

Las cosas empezaron a cambiar y Maggie estaba rara. De repente, llegó un día en que ella estaba llorando y su hermana, que venía a visitarla los domingos, la consolaba. Maggie lloraba porque había quedado embarazada. Yo tenía alrededor de nueve años asi que las cosas no me quedaban del todo claras, solamente que Maggie no tenía suficiente dinero para criar a un bebe: apenas tenía 21 años. Yo recuerdo que le ofrecí mi chanchito de ahorros y Maggie, junto a su hermana, dejaron de llorar para soltar una leve risa de ternura. Todo pasó rápido y llegó la noche en que tuvo que irse. El taxi que llevaba a Maggie se alejaba y yo, con mi familia, le hacíamos adiós desde la puerta de la casa. Fue uno de los momentos más tristes de mi vida. Fue como si el día anterior hubiésemos estado bailando felices de la vida y al siguiente, una noticia quebraría todo su mundo (y el mío también). Maggie era como la hermana mayor que nunca tuve y las cosas de la vida me la arrancaron en un triz. Felizmente, años después la pude ver a ella y a su bebe también. La última vez que la vi fue hace dos años: ella no ha cambiado nada. Ahora está en Amazonas.

En ese momento, hace ocho o nueve años, no sabía qué pasaría. El cargo de "ayudante del hogar" lo ocuparía Flor, la hermana de Maggie, quien siempre me había parecido buena gente. Sin embargo, las cosas no siempre son como parecen.

No hay comentarios: